Cierto nerviosismo cunde entre los países de Asia oriental dos meses después de que Estados Unidos y Japón decidieron renovar su alianza sobre seguridad regional y asignar a Tokio una mayor responsabilidad en la materia.
China, en particular, se siente blanco del acuerdo, que será firmado esta otoño boreal. Indonesia y Tailandia reclaman, por su parte, mayor transparencia.
Funcionarios japoneses y estadounidenses intentan tranquilizar a los gobiernos asiáticos, en especial a aquellos que pueden sentirse menoscabados por un aumento de la influencia de Tokio en la defensa regional, y aseguran en tal sentido que el blanco es, en realidad, Corea del Norte.
La constitución japonesa de 1947, establecida tras la derrota en la segunda guerra mundial, dispone que el país solo puede disponer de fuerzas militares con fines de autodefensa y le prohíbe participar en conflictos internacionales.
El gobierno de Bill Clinton pretende una reducción de su presencia militar en Asia, lo que permite a Japón, su principal aliado en la región, tener un papel más importante.
Los funcionarios estadounidenses afirman que la mayoría de las reacciones a la renovada alianza con Tokio ha sido positiva. China fue la excepción más clara y se ha preocupado por difundir su posición.
Pero incluso países como Indonesia y Tailandia reclamaron a Japón y Estados Unidos aclaraciones sobre la naturaleza, el alcance y los propósitos del acuerdo. Para eso, aprovecharon las conversaciones sobre seguridad en el Foro Regional de la ASEAN (ARF) que transcurrieron el domingo en Malasia.
El ARF incluye no solo a los países de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), sino a las principales naciones de la región de Asia y el Pacífico, entre ellos China, Estados Unidos y Japón.
Ante sus pares de los 21 países que integran el foro, el ministro de Relaciones Exteriores de Tailandia, Prachuab Chaiyasan, sostuvo que la alianza entre Estados Unidos y Japón es clave para la estabilidad regional.
"Pero reitero que la transparencia es esencial", dijo Chaiyasan.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Qian Qichen, manifestó que "la seguridad no debe basarse en el poderío militar ni en las alianzas", sino "en la confianza mutua y los intereses comunes".
Las explicaciones de Japón no "convencieron" a China e Indonesia, según fuentes diplomáticas de Asia. El canciller indonesio, Alí Alatas, preguntó en el ARF qué tipo de conflictos requerirían el involucramiento de Japón de acuerdo con la renovada alianza.
A comienzos de este mes, una misión japonesa encabezada por el secretario general del gobernante Partido Liberal Democrático de Japón, Koichi Kato, intentaron convencer a Beijing de que el acuerdo se aplicaba a la península de Corea y no a la contención de "amenaza china" alguna.
El nuevo acuerdo no se refiere solo a la defensa de Japón en caso de un ataque contra la potencia asiática, como el de 1978, sino a los conflictos en la región que circunda el archipiélago, en especial la inestable península de Corea.
El acuerdo a firmar establece que Washington contará con un amplio apoyo logístico de Tokio, aunque no de combatientes efectivos, en caso de situaciones conflictivas en el "área alrededor de Japón", una descripción cuya vaguedad fue cuestionada por Alatas en el ARF.
Qian también preguntó en el ARF si el "área alrededor de Japón" incluye a Taiwan, a la que China considera una "provincia renegada".
La frase en cuestión permitiría a Japón participar en una respuesta militar en un conflicto en la península de Corea. Se trata de un problema espinoso debido al papel de invasor que Tokio cumplió en la región durante la segunda guerra mundial y que motivó la restricción constitucional en materia de defensa.
Algunos analistas de Asia creen que la nueva alianza entre Tokio y Washington son incompatibles con la constitución japonesa.
En cambio, analistas estadounidenses afirman que el pacto de 1978 está obsoleto pues no contiene planes de contingencia en caso que estalle una guerra en la península de Corea.
Las nuevas líneas directrices establecen que Japón podría sembrar minas y suministrar apoyo logístico a tropas de Estados Unidos en períodos de crisis, e incluso información de inteligencia.
Japón también facilitaría sus instalaciones civiles, participaría en operaciones conjuntas de entrenamiento y cooperaría en eventuales crisis de refugiados.
"Por el momento, la necesidad apremiante es la constitución de una fuerza potente contra Corea del Norte", dijo Naoki Usui, un especialista japonés en seguridad.
Usui manifestó que el acuerdo elaborado en junio se basa en la coincidencia en que las mayores potencias económicas del mundo deben aliarse para contribuir a la seguridad de Asia.
La península de Corea es aún un foco de tensiones, dividida en dos países al sur y al norte que se mantienen en técnicamente en estado de guerra a más de cuatro decenios de acabado el conflicto. Las conversaciones por un armisticio están en curso.
El gobierno de Japón tiene intenciones de participar en operaciones de rescate de ciudadanos de Corea del Sur en caso de un ataque desde el norte. Además, le preocupa cómo responder a un posible ataque con misiles contra su propio territorio.
El jefe de la Agencia de Defensa, Fumio Kyuma, dijo que Tokio y Washington continuarán cooperando en el desarrollo de un sistema bilateral misilístico de defensa destinado a interceptar los cohetes norcoreanos Rodong.
El ministro de Relaciones Exteriores de Japón, Yukihiko Ikeda, aseguró que las líneas directrices en materia de seguridad pactadas con Estados Unidos no violan la constitución de su país.
Pero China está lejos de aprobar el acuerdo y se opone a él con fuerza. El vínculo entre Beijing y Washington es amistoso, pero delicado. El vínculo con Tokio, mientras tanto, está contaminado por rivalidades y desconfianzas con hondas raíces históricas.
La agencia de noticias oficial de China, Xinhua, sostuvo que la renovada alianza reflejaba la intención de "expandir el alcance" de la de 1979 "a toda la región de Asia y el Pacífico".
También en Japón hay resistencias al acuerdo.
El diario Mainichi Shimbun afirmó que, más que gastar su dinero en caros sistemas de defensa, Japón debería centrar su atención en el diálogo pacífico con Corea del Norte.
Al mismo tiempo, el periódico recordó que Tokio aún debe solucionar el problema de la base militar estadounidense en la isla meridional de Okinawa, cuya población es hostil a los 100.000 soldados allí apostados. Se trata del mayor contingente de Washington en el extranjero. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/mj/ip/97