El primer ministro de Pakistán, Nawaz Sharif, realizará la semana próxima una visita de conciliación a Irán, con el que su país tiene grandes diferencias respecto del vecino Afganistán.
Sharif partirá el lunes hacia Teherán, donde se encontrará con el presidente saliente Hashemi Rafsanjani y, si los iraníes se lo permiten, podría ser el primer jefe de gobierno extranjero en visitar al presidente electo Mohammed Khatami.
El principal punto de la agenda consiste en abrir "un diálogo franco" con Irán sobre Afganistán, que comparte su frontera oriental con ambos países y es la causa de la actual tensión en las relaciones entre Teherán e Islamabad.
Irán y Pakistán son importantes actores en la "guerra por poder" que libran desde hace 15 años en Afganistán sus países vecinos, además de Rusia y Estados Unidos, por el control de un área estratégica en la ruta hacia los yacimientos de petróleo de Asia central.
Aunque ahora están en lados opuestos, Irán y Pakistán no tenían grandes diferencias sobre Afganistán hasta que los estudiantes fundamentalistas del movimiento islámico Talibán salieron de los seminarios de Pakistán para desafiar al gobierno de Kabul, a fines de 1994.
Los chiítas de Irán se sienten amenazados por los talibanes, cuya potencia de fuego y habilidad de guerreros sorprendió al mundo. A un año de su avance sobre Afganistán, la milicia capturó dos tercios de las provincias del sur y el oeste y puso sitio a la capital, Kabul.
Para Islamabad, en cambio, la victoria de Talibán fue motivo de celebración. Aun cuando sus relaciones con el anterior gobierno de Kabul -encabezado por Burhanuddin Rabbani, un tajiko, y su general Ahmad Shah Masood- se deterioraron, la influencia de Pakistán en Afganistán creció.
En octubre de 1995, cuando Talibán ocupó las provincias occidentales de Herat y Nimroz, junto a la frontera con Irán, Teherán acusó a Islamabad de unirse a sus "enemigos", Estados Unidos y Arabia Saudita, para desestabilizar las provincias orientales de Irán, que tienen importantes minorías sunitas.
Desconcertada por la acusación, la entonces primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, corrió hacia Irán para aplacar al gobierno, pero no pudo convencerlo de que Talibán no era "una creación paquistaní, sino una entidad doméstica afgana", recuerda un analista político de Islamabad.
La visita del primer ministro Nawaz Sharif constituye la tercera misión de conciliación. En septiembre de 1996, luego del avance de Talibán sobre Kabul y la expulsión del ejército afgano apoyado por Irán, la cancillería iraní citó al embajador paquistaní en Teherán, Khalid Mahmd, y le preguntó por qué su gobierno no había informado a Irán de los hechos.
En respuesta, Islamabad se limitó a enviar a su canciller a Teherán para encontrarse con su homólogo, Ali Akbar Velayati, pero el grado de disgusto de Irán quedó en evidencia cuando el gobierno anunció que el canciller estaría fuera de la capital.
En consecuencia, Zafar Hilali, enviado especial de la primera ministra, viajó para tranquilizar a los iraníes, y semanas después la propia Benazir Bhutto, que se encontraba de visita en Nueva York, arregló un encuentro con el canciller iraní durante una sesión de la Asamblea General de la ONU.
En la ocasión, Velayati dijo sin rodeos a la primera ministra que Irán tenía pruebas irrefutables del respaldo de Pakistán al movimiento Talibán.
Ninguna de las partes cedió un ápice sobre Afganistán, sino que, por el contrario, se asestan golpes en cuanta ocasión tienen.
Islamabad sostiene que Teherán también está involucrada en Afganistán con su apoyo militar a las fuerzas anti-Talibán, que incluyen a combatientes chiítas del movimiento Hizb-i-Wahdat y a fuerzas de Massoud, el jefe del antiguo ejército afgano.
Recientemente, cuando Teherán procuró la ayuda de Islamabad para proteger su embajada en la capital paquistaní tras la decisión de Talibán de cerrarla, el gobierno de Pakistán le recordó la indiferencia demostrada cuando Islamabad le solicitó apoyo tras el ataque del 6 de septiembre de 1995 contra la embajada paquistaní en Kabul.
"Tuvimos que pedirle ayuda a diplomáticos de Turquía en Kabul, quienes en realidad se hicieron cargo de lo que quedaba de nuestra embajada. Los iraníes ni siquiera condenaron el acto de los hombres de Massoud", recordó un funcionario paquistaní.
El temor y la desconfianza son profundos entre los dos aliados históricos. Teherán está convencido de que el nexo Riyad- Washington-Islamabad fue el que creó a Talibán, antiiraní y antichiíta, para encerrar y desestabilizar a Irán políticamente.
Los iraníes recuerdan el asesinato, a fines de 1995, del ayatolá Mazari, del movimiento Hizb-i-Wahdat, como prueba de las credenciales antichiítas de los talibanes.
La inexistencia de puntos de encuentro sobre Afganistán aumenta el aislamiento de Pakistán en la región.
Irán cuenta con el apoyo de India y los países de Asia central, que también desconfían del radicalismo islámico de Talibán.
Pakistán teme quedar excluido de la visión de Irán sobre un "eje asiático", articulado por primera vez por el presidente Rafsanjani en un encuentro con el canciller de India, en 1994, que incluiría también a China, Rusia y los países de Asia central.
"La gran participación de Irán en la región del Océano Indico y la reciente formación de un grupo subregional en Asia meridional señalan una nueva tendencia de cooperación política y económica en la región, con raíces en la vecindad de Pakistán", indicó un analista regional.
El primer ministro Sharif intentará que su país no quede fuera de ese nuevo modelo de cooperación. (FIN/IPS/tra-en/nz/an/ml/ip/97