AMERICA LATINA: Migración de empresas desahoga grandes ciudades

El proceso de globalización económica en América Latina puede ayudar a resolver el gravísimo problema demográfico en las grandes ciudades industriales, pero está causando otro problema igualmente dramático.

Esto es lo que afirman expertos del Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil en base a la creciente migración de empresas a regiones menos pobladas del país, donde los salarios son más bajos.

El fenómeno está adquiriendo características endémicas no sólo en Brasil, sino también en otros países del continente, como México, Chile y Argentina. La migración es particularmente aguda en el sector textil, pero ya empieza a alcanzar otras ramas industriales, calzados y alimentos.

Unas 30 grandes industrias han trasladado parte de sus instalaciones de Sao Paulo y Santa Catarina, los dos principales centros textiles de Brasil, a regiones más pobres del país, como el sur del céntrico estado de Minas Gerais, y el nordeste, especialmente Ceará.

Casi todas los grandes fabricantes de calzados de Río Grande del Sur ya han instalado fábricas en áreas pobres del nordeste brasileño, conformando un proceso migratorio industrial que tiene pesadas consecuencias sociales para las regiones afectadas por el cierre de plantas productoras.

En México, América Central y el Caribe, el fenómeno de las maquilladoras es la versión sin fronteras nacionales de la migración interna de empresas en Brasil.

Este proceso, que ya tiene casi una década de existencia, ha cambiado radicalmente el paisaje urbano en ciudades pequeñas, especialmente en la frontera entre México y Estados Unidos.

El traslado de empresas permite reducir el crecimiento demográfico y los graves problemas de transporte en las grandes ciudades latinoamericanas, además de crear empleos en áreas usualmente marginadas del desarrollo económico.

Este proceso ha generado también una novedosa fórmula de organización laboral, como son las cooperativas de trabajo.

En Brasil, muchas de esas cooperativas han surgido en pequeñas ciudades e incluso en el campo, ofreciendo una mejor calidad de vida a los trabajadores, que en general viven cerca de su lugar de trabajo y pueden aumentar el ingreso familiar con actividades rurales complementarias.

Datos demográficos recientes en Brasil y México señalaron una baja en el crecimiento promedio de las grandes ciudades industriales y un lento aumento en el retorno de trabajadores a zonas tradicionalmente rurales.

El Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) afirma que la migración ciudad-campo desde 1990 creció seis por ciento.

Vista desde este ángulo, la desconcentración industrial en curso en los países más industrializados del continente es positiva e inevitable.

Pero la otra cara del fenómeno la constituye el ritmo extraordinariamente diferente con el que trabajadores y empresas se adaptan a la nueva realidad creada por la globalización.

El traslado de unidades fabriles genera un gran desempleo en las grandes ciudades donde se encontraban originalmente. Esos trabajadores cesantes, muchos de ellos originarios de las zonas agrícolas, no regresan con la misma velocidad con que las empresas cierran y abren instalaciones.

La administración de esa disparidad de ritmo es el gran reto que se les plantea a gobiernos y líderes empresariales.

Si todo es dejado a la libre competencia, el costo social urbano seguramente sobrepasará a las ventajas del crecimiento económico en las regiones más pobres, según economistas del Instituto de Investigación Económica Aplicada.

Las grandes ciudades industriales se transformarán en enormes pozos de miseria, lo que inevitablemente afectará también a las empresas que decidieron trasladarse a otras regiones. (FIN/IPS/cc/ag/if/97

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