Tres repúblicas ex soviéticas se sienten amenazadas por la consolidación del poder del movimiento fundamentalista Talibán en el vecino Afganistán, y la alarma resuena también en Moscú.
Las tropas de Talibán derrotaron en el noroeste del país al general Abdul Rashid Dostum e intentan desplazar de las montañas del norte al general Ahmad Shah Masoud, líder del último foco de resistencia.
Así mismo, Talibán solicitó a la comunidad internacional que retire su reconocimiento al presidente Borhanuddin Rabbani, que huyó a la república ex soviética de Tajikistán, y lo conceda al gobierno islámico que ha establecido en Kabul.
Las milicias de Talibán controlan 80 por ciento del territorio de Afganistán. Tienen en su poder la capital y 29 de las 31 provincias del país, pero su régimen sólo ha sido reconocido por Arabia Saudita y Pakistán.
"Hemos solicitado el asiento de Afganistán en la Organización de Naciones Unidas, en la Organización de la Conferencia Islámica, en el Movimiento de No Alineados y en la Organización de Cooperación Económica" de Asia central, informó Talibán a través de su cancillería.
Los hechos pusieron en guardia a las repúblicas ex soviéticas de Turkmenistán, Uzbekistan y Tajikistán, que consideran una amenaza a su seguridad la consolidación del régimen fundamentalista islámico en el vecino Afganistán.
El gobierno uzbeko fortaleció los destacamentos militares en los límites con Afganistán
Mientas, el canciller de Rusia, Yevgeny Primakov, advirtió que será "inmediatamente activado" el tratado de seguridad firmado en 1992 por Moscú y cinco repúblicas ex soviéticas de Asia central si el territorio de cualquiera de esos países fuera violado por Afganistán.
De momento, la prioridad del gobierno instalado en Kabul es la captura de las dos provincias que Masoud aún conserva. Las fuerzas leales a ese general ex comunista perdieron el martes una tercera provincia, Tajar, donde se produjo un alzamiento favorable a Talibán.
Los dirigentes de Talibán emplean contra Masoud la misma estrategia que resultó en victoria sobre Dostum en el noroeste, y que han utilizado invariablemente desde que en julio de 1994 surgieron como una fuerza poderosa, con ayuda de Pakistán.
Talibán, un movimiento de estudiantes islámicos surgido en julio de 1994 con ayuda de Pakistán, utilizó para derrotar a Dostum su estrategia habitual, que combina la explotación de la tradicional enemistad entre tribus con la compra de lealtades.
Con el respaldo financiero de Arabia saudita, Talibán puede ofrecer dinero en efectivo a quienes estén dispuestos a desertar del bando enemigo. De ese modo pudo neutralizar a un amplio abanico de pequeños señores de la guerra que tuvieron cierta influencia hasta 1994.
Talibán logró la defección del canciller de Dostum, general Abdul Malik Pahlawan, a quien habría entregado un millón de dólares, según una difundida versión.
También favoreció su ofensiva el hecho de que Dostum no pudo hacer olvidar su pasado comunista ni renunció a su estilo de vida, que incluye la violación de algunas reglas estrictas del Islam, como la abstinencia de alcohol.
No obstante, hubo resistencia. Partidarios de Pahlawan se rehusaron a defeccionar junto con su jefe y enfrentaron esta semana con las armas la entrada en Mazar-i-Sharif de los milicianos fundamentalistas.
Talibán también aseguró la deserción del general Bashir Salangi, un comandante de Masoud que defendía el estratégico paso de Salang, que conecta el sur y el norte de Afganistán a través de las montañas de Hindu Kush.
Pero Masoud aún domina el extremo norte, con apoyo de unos 20.000 experimentados combatientes, que en los años 80 libraron una larga y exitosa guerra santa islámica contra las tropas de intervención soviética.
Sus fuerzas están integradas por tajiks étnicos y, en caso de derrota, se retirarían a Tajikistán, donde acaba de finalizar una guerra civil de cinco años que enfrentó a un gobierno secular con organizaciones islámicas.
El eventual arribo de miles de soldados de Masoud fortalecería en Tajikistán al bando musulmán, rompiendo un delicado equilibrio de poder.
El temor en Tashkent, la capital de Uzbekistán, es otro. Las autoridades creen que Talibán intentará infiltrar en el país a afganos de etnia uzbeka para respaldar a un naciente movimiento islámico.
El presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, un secularista incondicional, está decidido a evitar todo hecho que pudiera servir de pretexto al régimen de Talibán para intervenir en los asuntos internos de su país.
Karimov envió a Turquía al derrotado Dostum, que había buscado refugio en Tashkent, y se propone impedir que el territorio de Uzbekistán sea utilizado como base de guerrillas enemigas de Talibán.
Pero el mayor desafío para sus fuerzas de seguridad será detectar la infiltración de milicianos de Talibán entre los refugiados que llegan a Uzbekistán. Una vez en el país, esos milicianos se pondrían en contacto con los grupos islámicos uzbekos.
"Mi gobierno adhiere estrictamente al principio de no intervenir en los asuntos internos de otros países", aseguró el canciller de Talibán, Maulavi Muhammad Ghous, aunque sus palabras no disiparon el temor del gobierno uzbeko.
La historia de la región presenta en los últimos 25 años varios ejemplos de injerencia de los países vecinos en los asuntos de Afganistán, y éstos se preparan ahora para enfrentar tentativas de intervención del régimen imperante en Kabul.
Ante ese panorama, se puede predecir que la paz y la estabilidad no prevalecerán en el área, en el futuro próximo. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ff/ip/97