El ex presidente venezolano Carlos Andrés Pérez calificó hoy de "asesinato" la muerte de los 14 guerrilleros en el rescate militar de los rehenes en Perú.
La eliminación el martes de todos los integrantes del comando del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) en la residencia del embajador de Japón en Lima fue "un crimen" cometido desde el Estado, más allá de que la acción de éstos fuera injustificable, agregó Pérez.
El ex canciller Simón Alberto Consalvi, quien fue enviado del gobierno venezolano de Rafael Caldera en los días inmediatos del asalto a la residencia diplomática en Lima, dijo que el final violento es "inconveniente" para las democracias de América Latina y para la pacificación social en la región.
El gobierno venezolano no reaccionó oficialmente, por la ausencia de Caldera y su canciller, Miguel Angel Burelli, que están en Sucre, Bolivia, en la conclusión este miércoles del Consejo Presidencial Andino.
Caldera, un independiente demócrata cristiano, se declaró en Sucre, el martes, "complacido" por la liberación de los rehenes.
Pérez, dos veces presidente de Venezuela (1974-79 y 1989-93) indicó a IPS que "mi posición es muy firme contra todo tipo de terrorismo, porque no se justifica desde ningún punto de vista".
Pero insistió que el presidente peruano Alberto Fujimori "ha fundamentado toda su actuación en la represión y en una violación constante de los derechos humanos".
Pérez fue el único gobernante latinoamericano que suspendió los lazos diplomáticos con el primer gobierno de Fujimori, cuando éste protagonizó un golpe con apoyo de las Fuerzas Armadas, el 5 de abril de 1992, base de su reelección en 1995.
El ex mandatario puntualizó que se siente "feliz" por la liberación de 71 de los 72 rehenes que el MRTA mantuvo cautivos durante 127 días.
Pero dijo que no se puede olvidar que en esa operación fueron liquidados 14 integrantes del comando que asaltó el 17 de diciembre la residencia japonesa, y resultaron muertos un rehén y dos oficiales del ejército.
"La forma en que se produjo la liberación", aseguró el dirigente socialdemócrata, "va a desatar un movimiento de ascenso del terrorismo y la guerrilla en Perú".
La razón para su pronóstico es que con la salida violenta "Fujimori estimuló que ello suceda, ya que quedó demostrado que su gobierno no da campo al entendimiento ni a los acuerdos".
A su juicio, para América Latina el impacto va a ser contradictorio.
"Muchos latinoamericanos se sienten felices con el asesinato de los terroristas, y no van a percibir el grave (hecho) de que operó un terrorismo oficial, de Estado, cuya presencia en la región sólo ha traído y traerá efectos muy negativos", analizó.
Consalvi, historiador y periodista, dijo que el final de la toma de 127 días de la sede japonesa "resulta inverosimil", porque es difícil concebir que muriera únicamente un rehén, mientras morían "todos los autores del secuestro".
El ex canciller y ministro de otros despachos de gobiernos socialdemócratas consideró que el saldo es muy favorable para el gobierno de Fujimori, "porque muestra que la operación terrorista no tiene justificación, no produce los fines que la mueven".
Pero para América Latina, el balance es, al contrario, negativo, "porque aviva a los sectores de fuerza tan enquistados en la región". Eso ocurre ya que "a una actuación de fuerza se respondió con la misma fuerza desde el propio Estado".
Eso "es inconveniente para las propias democracias latinoamericanas y la propia pacificación social de la región que tanto se resiste a hacerse realidad", dijo Consalvi.
Agregó que sería muy positivo si la consecuencia fuera "el fin del predominio de la fuerza en Perú", pero no aventuró que ello suceda.
Consalví, quien vivió muy cercanamente las dos primeras semanas de la toma de los rehenes, entre los que figuró inicialmente el embajador venezolano Horacio Arteaga, dijo que es difícil opinar sobre lo que condujo a Fujimori al rescate violento.
"El presidente peruano se jugó la popularidad y la impopularidad también, y si no hubiera tenido éxito, las consecuencias para él habrían sido muy graves", analizó.
Concluyó que Fujimori "tuvo la osadia de jugar a algo inevitable, porque un gobierno no puede ser rehén de un grupo como éste, y con esa acción y su larga prolongación el propio gobierno se convirtió en rehén de la situación". (FIN/IPS/eg/ff/ip/97