La ratificación esta semana de la Convención sobre Armas Químicas por el Senado estadounidense marca una gran derrota para las fuerzas aislacionistas del Congreso, pero difícilmente anuncia una nueva era de internacionalismo de demócratas y republicanos.
Con el primer gran obstáculo político de su segundo mandato exitosamente superado, se prevé que el presidente Bill Clinton intensificará sus esfuerzos en varios asuntos internacionales en los que el Congreso juega un papel importante.
Dichas cuestiones incluyen el logro de autoridad por la "vía rápida" para negociar nuevos acuerdos comerciales, la expansión hacia el este de la OTAN y el combate a los esfuerzos por quitarle a China las preferencias comerciales de Estados Unidos.
Así mismo, Clinton procura modestos incrementos en la ayuda al extranjero, la aprobación por el Senado de otros tratados pendientes sobre control de armas y el pago de más de 1.000 millones de dólares que Washington adeuda a la Organización de las Naciones Unidas.
En todos estos asuntos, el presidente enfrentará muchas más dificultades de las que debió sortear para la ratificación de la Convención.
Para la aprobación del tratado, Clinton tuvo el apoyo de su predecesor republicano, George Bush, de las máximas jerarquías militares y de toda la industria química de su país, que hubiera perdido cientos de millones de dólares en ventas si el Senado hubiese rechazado el tratado.
Incluso el republicano Robert Dole, a quien el actual mandatario derrotó en las elecciones presidenciales de noviembre y que hace sólo seis meses se opuso a la Convención, le dio su aprobación a último momento.
Clinton "no contará con tanto apoyo en otras cuestiones de política exterior", opinó William Kristol, un destacado analista republicano.
Aun así, la votación 74 a 26 marcó un significativo avance de política exterior para un presidente cuya obsesión con los asuntos domésticos refleja el desinterés del público por las cuestiones mundiales, casi ocho años después de la caída del Muro de Berlín.
La victoria fue mayor que la esperada. Varios republicanos siguieron al líder de la mayoría, el senador Trent Lott, quien ayudó a negociar varias enmiendas anexas a la resolución de aprobación.
Sin embargo, la aprobación de Lott fue muy poco fervorosa: "Votaré la Convención porque creo que Estados Unidos estará un poco mejor con ella que sin ella", dijo a sus colegas horas antes de la finalización del debate, que duró dos días.
Según la Constitución estadounidense, los tratados deben ser ratificados por dos tercios de votos del Senado, de 100 miembros. El gobierno, que sólo tenía el apoyo de 45 demócratas y 12 republicanos moderados, debió realizar largas negociaciones sobre 33 enmiendas propuestas, 28 de las cuales terminó por aceptar.
Las cinco restantes -que implicaban la demora de la ratificación o aun la renegociación del tratado- fueron rechazadas por la administración. Cada una de ellas fue descartada en las votaciones que precedieron a la aprobación final.
La ratificación convertirá a Estados Unidos en uno de los 75 miembros de la Convención, que entrará en vigor el 29 de abril. De esta forma, Washington ocupará su lugar en la dirección de la nueva Organización para la Prohibición de Armas Químicas, que tendrá su sede en La Haya.
El tratado, que prohíbe la producción, el almacenamiento y el uso de armas químicas en todo el mundo, incluye procedimientos de verificación por los que inspectores internacionales podrán realizar inspecciones sorpresivas en instalaciones sospechosas de producir armas químicas.
También prohíbe el comercio de productos químicos que puedan utilizarse para producir armas con países que no hayan firmado el tratado. La Convención cuenta con 162 países adherentes.
La oposición al tratado, encabezada por el presidente del comité de Relaciones Exteriores del Senado, Jesse Helms, sostenía que es imposible verificar el cumplimiento del mismo, especialmente en el caso de países que no son miembros y que no están obligados a permitir inspecciones.
También argumentaban que la Convención podría darle a Washington una falsa sensación de seguridad sobre la posibilidad de un ataque químico y que el proceso de inspección podría ser utilizado por países hostiles para realizar espionaje industrial contra compañías estadounidenses.
En un argumento más abiertamente aislacionista, los críticos afirmaban que la Convención era un paso más para entregar la soberanía de Estados Unidos a las agencias multilaterales.
El aspirante a candidato presidencial del Partido Republicano en 1996, Stephen Forbes, señaló que el tratado es parte esencial de la agenda de Clinton, que incluye "acuerdos multilaterales que afectan la soberanía estadounidense".
La administración manejó con astucia el debate al advertir que, si el tratado no se ratificaba, Estados Unidos quedaría a la par de "países renegados" como Irán, Iraq y Libia.
Con el respaldo de las encuestas, el gobierno destacó que la ratificación del tratado probaría el "liderazgo de Estados Unidos en la época posterior a la guerra fría", como declaró el senador Joseph Biden el jueves.
La oposición a la Convención no se favoreció por el hecho de que fue el ex presidente republicano Ronald Reagan quien inició las negociaciones hace 15 años y firmó en 1985 una ley que estipula que Washington deberá destruir sus reservas de armas químicas para el año 2004.
"No suena muy bien que estemos a favor del gas venenoso", admitió esta semana el ex secretario de Defensa republicano Donald Rumsfeld, quien se oponía al tratado.
A pesar de estas ventajas, la debilidad de la posición de Clinton en relación a la política exterior quedó al descubierto por el hecho de que tuvo que invertir capital político para obtener la ratificación de la Convención.
Sólo para lograr la aprobación en el Senado, Clinton tuvo que aceptar las exigencias de Helms sobre la reorganización del Departamento de Estado y la ratificación por la cámara alta de dos importantes acuerdos de control de armas con Rusia.
Aunque la ratificación de la Convención deja el camino libre para otras iniciativas en materia de política exterior, Clinton tendrá ahora mayores dificultades para obtener el respaldo de los legisladores.
Los acuerdos pendientes sobre el tratado de prohibición de armas nucleares, las fuerzas militares convencionales en Europa y las defensas de misiles de corto alcance podrían ser asuntos más controvertidos que el de la Convención de Armas Químicas.
Se prevé que la mayoría de los legisladores demócratas se opondrán a futuros acuerdos comerciales, lo que obligaría a Clinton a depender de los republicanos, que votaron en forma dividida la ratificación de la Convención. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml-aq/ip/97