Los campesinos sin tierra ocuparon hoy el centro de Brasilia y de otras ciudades de Brasil con sus banderas rojas, azadas y hoces, consolidando un apoyo que la reforma agraria sólo ganó tras la urbanización del país.
Los 1.500 manifestantes que protagonizaron la larga marcha de más de mil kilómetros en los últimos 60 días fueron recibidos triunfalmente y apoyados por decenas de miles de desempleados, estudiantes, políticos y empleados públicos que se sumaron al acto que llevó la lucha por la tierra al centro del poder.
En capitales de estado como Río de Janeiro, Sao Paulo, Recife, Porto Alegre y Curitiba, los sin tierra también reunieron distintos sectores en manifestaciones por la reforma agraria.
Es como los "barbaros" llegando a Roma, comparó Tereza Cruvinel, columnista política del diario O Globo y agregó que el cerco a la capital no se destina al saqueo de tesoros, sino a pedir tierra y empleo, ya con apoyo incluso de la clase media local, que saluda a los invasores con bocinazos de bienvenida.
Pero las manifestaciones se hicieron este jueves porque se cumple el primer aniversario de la masacre de Eldorado de Carajás, en el norte de Brasil, donde la Policía Militar mató a 19 campesinos al reprimir una manifestación pacífica.
La sangre de los sin tierra, también derramada en otras masacres, como la de 1995 en Corumbiara, en el noroeste, fertilizó la lucha por los derechos humanos a escala mundial.
El gobierno, a la defensiva, renunció a la confrontación y decidió atender varios reclamos del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). El presidente Fernando Henrique Cardoso recibirá a sus dirigentes este viernes, reanudando un diálogo que se interrupió hace casi un año.
Además, el gobierno preparó un paquete de medidas para impulsar una reforma agraria que también se convirtió en reclamo internacional. En su reciente visita a Italia, Cardoso escuchó del Papa Juan Pablo II una recomendación para promover mayor justicia en la distribución de la tierra en Brasil.
Intelectuales italianos firmaron un documento en el mismo sentido. El mes pasado, la Fundación Rey Balduino, de Bélgica, concedió un premio al MST, provocando descontento en el gobierno brasileño.
Curiosamente, la reforma agraria ganó fuerza ahora, después que Brasil ya tiene más de 75 por ciento de población urbana y cuando esa bandera ya es anacrónica al menos en el mundo industrializado o los países emergentes de Asia.
A principios de los años 60, cuando la mayoría de la población brasileña era aún rural, un movimiento por la redistribución de la tierra en el país se encontró con fuerte oposición y fue abortado y reprimido por el golpe militar de 1964.
Hace 15 años, cuando el régimen militar ya permitía a políticos proscriptos volver a asumir gobiernos estaduales, uno de los viejos militantes de la causa sentenciaba que la reforma agraria había sido una oportunidad definivamente perdida en los años 60.
Con la gran urbanización del país, sería imposible reunir apoyo popular suficiente para combatir la excesiva concentración de la propiedad de la tierra en el país, evaluaba Jader Andrade, entonces uno de los secretarios del gobierno del estado Pernambuco.
El MST, surgido hace 17 años y organizado nacionalmente desde 1985, desmintió el análisis pesimista. El MST cuenta con el apoyo de 86 por ciento de la población de Brasilia, según encuesta divulgada este mismo jueves por el Instituto Soma, especializado en sondeos.
La encuesta confirma otras anteriores y agrega que el gobierno perdió completamente la batalla de opinión pública en esa área. El 68 por ciento de los habitantes de la capital brasileño critican la acción gubernamental en la cuestión agraria.
El gobierno reconoció su error de evaluación y trata de rehacer el diálogo y negociar con los sin tierra.
El ministro de Política Agraria, Raúl Jungmann, propuso un pacto para ampliar la reforma agraria oficial, que prevé el asentamiento de 280.000 familias en cuatro años. A cambio, Cardoso quiere del MST una tregua en las ocupaciones de predios y sedes gubernamentales.
La propuesta "no está en discusión, quien pide tregua reconoce su debilidad", rechazó José Rainha Junior, el más conocido, por ser el más perseguido, de los coordinadores nacionales del MST.
El MST reclama metas mucho más elevadas, como el asentamiento de 500.000 familias, argumentando que sólo en sus campamentos distribuidos por todo el país viven precariamente 42.000 familias a la espera de alguna tierra, en muchos casos hace varios años.
El problema no es de número de asentados, sino de una política para el sector rural. Para el gobierno, la reforma agraria atiende a una demanda social, representa solucionar conflictos por la tierra y reducir el hambre.
Para el MST y quienes se sumaron en las manifestaciones, como movimientos de desempleados, de los que se oponen a las privatizaciones y reducción del Estado. e incluso la Iglesia Católica, que impulsó la organización de los sin tierra, se trata de poner al revés el modelo económico, que consideran neoliberal. (FIN/IPS/mo/ag/ip/97