ARGENTINA: La lana, un abrigo sólo para grandes propietarios

El paisaje es desolador. Unas 800 estancias de la Patagonia, la región sur de Argentina, fueron abandonadas por pequeños y medianos propietarios que no pudieron sobrevivir a las adversidades del clima y del mercado internacional de las lanas.

Sin embargo, al mismo tiempo que aumenta el número de campos "fantasma", un grupo de grandes propietarios ganaderos -entre ellos los hermanos italianos Benetton, con 800.000 hectáreas en la Patagonia- incrementan sus ganancias y sostienen la producción lanera del país.

El gobierno lanzó hace dos años una iniciativa para ayudar a los pequeños y medianos productores a mejorar la calidad del producto -además de otorgar subsidios para pagar jornales por la esquila-. Si incorpora las recomendaciones del programa, el productor se asegura una porción del mercado mundial.

Pero muchos ya están en la recta final del proceso de deterioro de la última década. De 6,7 millones de ovejas que tenía la provincia de Santa Cruz en 1986, hoy sólo quedan 2,8 millones y cuidadas por un puñado de productores grandes.

En diálogo con IPS, el ingeniero Marcelo Pondé, director de Producción Ganadera, aseguró que con el programa "Pro Lana", la lana argentina que costaba 30 por ciento menos que la australiana y no por causas genéticas sino por el pobre proceso de producción empleado, está recuperando calidad.

Desde que se inauguró el programa de capacitación hace dos años, las lanas con el sello de calidad "Pro-Lana" pasaron de tener ocho por ciento en el total de exportaciones del sector en el primer año a 22 por ciento el segundo. "Ahora, muchos clientes europeos piden la Pro Lana", aseguró Pondé.

A principios de siglo, Argentina era el segundo exportador mundial de lanas. Hoy está quinto después de Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Uruguay. En 1989 se producían 152.000 toneladas y este año se llegó a 63.000 en un declive que parece no tener piso.

Esa producción y las ventas externas -que llegan principalmente a Italia, Alemania, China, Francia y Bélgica-, está bajo control de los grandes propietarios. Los chicos y medianos son convidados de piedra que sólo deben contentarse con rematar el campo al mejor precio posible.

Las vacas primero -más rentables y seguras-, y los cereales en los últimos años, fueron acorralando a las ovejas hacia una posición marginal en el sur del país. Ahora, para que el negocio de la lana sea rentable, hay que tener grandes extensiones, abaratar costos e incorporar tecnologa.

De lo contrario, el contexto no ayuda. Las sequías, las nevadas, el zorro colorado que depreda, el costo de la mano de obra cada vez más elevado, se suman a la caída de los precios mundiales y a una demanda en baja por el atractivo de las mas populares fibras de algodón y sintéticos.

La crisis mundial de la lana en 1991, disparada por la acumulación de stocks en Australia y la caída de la demanda por la crisis en Rusia, tiró abajo los precios.

El sobrepastoreo ovino en Patagonia -que incluye las provincias de Río Negro, Chubut, Santa Cruz y la isla de Tierra del Fuego- es la principal causa de la desertificación de esta área.

Más de 30 por ciento de las tierras patagónicas están afectadas por la pérdida de la cubierta vegetal, lo que obliga a los productores a tener más extensión para alimentar al ganado.

Es así que muchas casas de campo quedaron solas en el sur, con los muebles cubiertos de cenizas y de polvo, y los utensilios colgando de las alacenas. Sus dueños migraron a las ciudades con lo puesto.

Algunos turistas con tiendas y sacos de dormir, visitan estos lugares como sitios históricos, mudos testigos de los cambios económicos del país.

Agustín Domínguez es propietario de 20.000 hectáreas en Santa Cruz, la región más sureña del continente. Se trata de un campo extenso, pero no tiene el valor de una propiedad del mismo tamaño en la más rica provincia de Buenos Aires.

Mientras en Buenos Aires, una hectárea es suficiente para 10 ovejas, en Santa Cruz se necesitan 10 hectáreas para un solo animal, explicó Pondé.

Domínguez, un pequeño productor, llegó a tener 4.000 ovejas. Pero ahora, la sequía persistente y las fuertes nevadas de los últimos inviernos, se asociaron para su desgracia. Se compró un taxi y se fue a vivir a la ciudad.

Entonces, el zorro colorado, que arrecia contra las ovejas cuando escasean los controles, llega y dispara el tiro de gracia sobre una producción que ya agoniza.

"Para que la producción sea rentable en este negocio, hay que tener un mínimo de 7.000 ovejas, y la gran mayoría de los productores que son pequeños y medianos propietarios, tienen menos de eso", asegura Pondé.

Para tener ese volumen de animales se requieren al menos 70.000 hectáreas y los pequeños y medianos productores laneros tienen menos de 20.000. Como es el caso de Cándida de Alvarez, una mujer de 60 años con 19.000 hectáreas.

Cándida tenía 4.000 ovejas y ahora apenas cuenta 500. La mujer vive de su pensión mensual de 200 pesos (la misma suma en dólares) y ya no puede mantener al peón, por lo que se imagina que de un momento a otro tendrá que poner un candado al extenso campo y retirarse a la ciudad. (FIN/IPS/mv/dg/if/97)

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