Láminas de oro cubren la pared curva de un comedor de la nueva sede del Banco Mundial, que se construye a un costo de 314 millones de dólares cerca de la Casa Blanca, en la zona conocida como el distrito Wall Street de Washington.
Este lujoso comedor se ubica en lo más profundo de los intestinos del edificio. Los funcionarios niegan que el lugar sea el coto privado del presidente del banco, James Wolfensohn, pero los encargados de la arquitectura y el servicio se refieren a él como "el comedor del presidente".
El oro que cubre esa pared tienen un valor estimado de 3.600 dólares. Pero no se trata de "una cifra extravagante" y equivale al precio de una cubierta vinílica, según voceros del Banco Mundial.
Al Banco Mundial le sobra mucho dinero, según parece. Además del comedor, láminas de oro de 12 kilates titilan en las paredes de una sala de juntas y de un vestíbulo con una hermosa vista de la ciudad.
Allí, los directores ejecutivos de la institución podrán reclinar sus asientos casi hasta tocar los bambúes de las macetas y saborear un piscolabis de su propia alacena.
Las láminas doradas fueron aplicadas con esmero, mediante técnicas que datan del siglo XIX, explicó el arquitecto Joseph Ruocco, de la compañía estadounidense Kohn Pederson Fox, encargada de la construcción del edificio.
Además, se instalaron láminas de aluminio que brillan monocromáticos en el vestíbulo y el atrio de la sede y el techo de cristal sobre el cual se levantan 13 pisos que serán iluminados por la noche.
Un vocero del Banco Mundial sostuvo que las terminaciones lujosas ocupan apenas uno por ciento de la superficie del edificio.
A un costo estimado de un millón de dólares, las polémicas láminas de oro y otros metales representan una pequeña porción de lo que se gastó en total para este fabuloso complejo de vidrio, metal y piedra sintética.
Pero se gastaron 100 millones de dólares más de lo previsto para esta construcción, que concluirá en septiembre. Funcionarios del banco afirman que la nueva sede no es cara, dado que se trata de una de las instituciones más importantes del mundo.
Ruocco afirmó que la creación de su compañía se condice con la misión y la imagen que, dijo, tendrá el Banco Mundial en el siglo XXI.
Dos edificios preexistentes permanecen incólumes, contenidos por la construcción. Eso refleja "la política del banco de ayudar a las sociedades y no demolerlas", explicó Ruocco.
De todos modos, se demolieron cuatro edificios para emplazar la nueva sede.
El atrio de entrada, al cual Ruocco describe como la "sala general" del banco, tiene asientos Bertoia, una cascada de 8,5 metros de altura, un puente sobre una encandilante piscina dos pisos más abajo y una "terraza de recepciones" dos pisos más arriba.
Alrededor de 2.000 personas caben en el atrio, informó el banco.
Las columnas de cemento crudo simbolizan "las sociedades del tercer mundo, que usan muchos materiales así", explicó el arquitecto.
Las bases de las columnas están rodeadas por grandes superficies de acero inoxidable que representan las placas tectónicas del planeta, como si los continentes pretendieran unirse en el atrio del Banco Mundial.
Muchos detalles de la construcción evoca el dibujo de mapas, como las líneas grabadas en las superficies de acero inoxidable, que recuerdan el trazado de meridianos y paralelos.
En un día claro, los rayos de sol explotan en el atrio de todos lados y se filtran al subsuelo, donde se ubica una encandilante cafetería y comedores privados, cuyas lámparas y porcelanas también fueron diseñados por los arquitectos.
Así, no parece excesivo que se gasten 3.600 dólares para cubrir de oro una sola pared.
Pero esa suma bastaría para servir unos 9.090 almuerzos a personas sin techo o que viven con sida, dijo Tom Gleeson, del Banco Alimentario de la Comunidad de de Alameda, organización sin fines de lucro que opera en ese condado del estado de California.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) podría adquirir 45.000 jeringas descartables para vacunación con ese dinero. Por apenas un dólar, la agencia podría comprar 14 dosis de vacuna contra la tuberculosis o curar a 14 niños de lombrices intestinales.
Por 3.600 dólares, según Unicef, se protegería a 51.429 niños contra la ceguera con las píldoras de vitamina A requeridas para un año entero.
"No está en duda que ese dinero podría haber ayudado mucho a la humanidad, aquí en Estados Unidos o en países pobres. A la luz de los recortes a los gastos sociales que ocurren hoy, los recursos escasean", sostuvo Gleeson.
Mientras tanto, el Banco Alimentario de Alameda encuentra cada vez más dificultades para adquirir comida y entregarla a los refugios de sin techo, iglesias o alberges de personas con sida.
La adopción del sistema de producción y distribución de mercadería conocido como "just-in-time", que tiene el objeto de reducir la sobreproducción y los costos de almacenamiento, redujo los sobrantes de los comercios. Así, también cayó la cantidad de alimentos que antes se donaban.
Estas realidades no llegan al bar ubicado en el balcón con vista al atrio donde los funcionarios del Banco Mundial podrán disfrutar un café "espresso".
"El edificio se parece a un crucero oceánico en su autosuficiencia. Una vez que alguien llega a bordo, no necesariamente querrá salir", sostuvo el crítico del diario The Washington Post, Benjamin Forgey. (FIN/IPS/tra-en/aa/yjc/mj/if dv/97