/DERECHOS HUMANOS/BRASIL: Donación presumida de órganos, ¿solidaridad o coacción?

Todos los brasileños se conviertirán al morir en donadores de órganos, al menos que en sus documentos conste su oposición, por una ley que levanta todo tipo de polémicas entre los vivos.

La ley, que acaba ser aprobada por el Congreso y cuyas reglas de aplicación aún están siendo redactadas en el Ministerio de Salud, establece lo que se ha dado en llamar "donación presumida", por lo que se invierte la situación existente en la actualidad.

Ahora, si una persona no registró en su documento de identidad o en su licencia de conducir la frase "no soy donador de órganos y tejidos", pasa automáticamente a serlo. Antes, quienes deseaban donarlos les tocaba la molestia de hacer una declaración legal.

La nueva ley busca aumentará la cantidad de transplantes en Brasil, de sólo ocho cada millón de habitantes, a los patrones internacionales, que en países como Francia y Estados Unidos son de 25 transplantes por millón de habitantes.

Sancionada por el presidente Fernando Henrique Cardoso a principios de este mes, la ley es tal vez una de las más polémicas herencias dejadas por el senador Darcy Ribeiro, fallecido el día 17, quien justificó su proyecto con la palabra "solidaridad".

"La solidaridad tiene que ser espontánea, uno no puede tener una solidaridad obligatoria", comentó el presidente del Sindicato de Médicos de Río de Janeiro, Roberto Tenorio.

Una ley obligando a la donación de sangre adoptada en Nicaragua durante la dictadura de Anastasio Somoza, recordó Tenorio, sólo afectó a las personas pobres.

"En Brasil, quienes van a quedar vulnerables son las personas con menos acceso a la documentación y a los medios de comunicación, los menos esclarecidos. Esos serán los veraderos blancos de las mafias de transplantes de órganos", añadió.

Para evitar ese extremo, la ley excluye de la donación presumida a las personas incapacitadas jurídicamente, a los menores de 18 años y a los muertos no identificados. Pero no excluye la llamada "muerte cerebral", cuya comprobación es necesaria por ejemplo para el transplante del corazón.

¿Confiará la familia en el dictamen al respecto de un consejo médico y aceptará sin conflicto que un equipo de cirujanos retire el corazón de su hijo aún latiendo?, es una pregunta que flota en el ambiente.

"¿Tenemos derecho a hacer eso?", se interrogó el médico. "¿Hay derechos humanos después de la muerte?", se cuestionan otros.

En sus catorce años de vida, Philipe dos Santos ha sufrido dos transplantes de riñones. Para él la respuesta es muy simple: los derechos humanos son sólo cosa de vivos.

"De repente una persona murió y no quería donar sus órganos. Pero su familia tiene la obligación de hacerlo para ayudar a los vivos que como yo sufrimos tanto con la hemodiálisis", dijo Philipe mientras se recupera en la cama de un hospital.

La mayor aspiración de ese niño es volver a beber agua, prácticamente prohibida durante toda su vida, por la disfuncionalidad de sus riñones.

Sólo en el caso de riñones, 25.000 brasileños esperaban la donación de alguien suficientemente solidario como para tomarse el trabajo de ir a una escribanía y, superando los laberintos de la burocracia, registrar su deseo de donar sus órganos.

Pero según el cirijano José Cavaliere, director del Programa Río Transplantes, el problema en Brasil no es la falta de órganos. Testigo cotidiano del drama de personas que mueren esperando un órgano, apoya la ley.

Mejor que nadie, sin embargo, sabe que la solución también está en la mejoría de la red de información sobre órganos, de recolección y de su capacidad de almacenamiento.

"No es una fórmula tan simple como que a mayor oferta va a aumentar la cantidad de transplantes si eso no va acompañado de esas medidas", enfatizó.

La nueva ley apunta a eso. El proyecto del gobierno consiste en expandir y mejorar los centros de transplantes, que suman 110 en la actualidad.

"Pero también tenemos una ley de 1978 afirmando que la salud es un derecho de todos y que es una obligación del Estado providenciarla y no por eso se estimuló a crear la infraestructura para garantizar que la salud sea un derecho de todos", recordó Tenorio.

En el Hospital Pedro Ernesto, de Río de Janeiro, los cirujanos se preparan para realizar uno de los más fantásticos "milagros" de la medicina: una persona murió y otra comenzará a vivir porque en su cuerpo comenzará a latir el órgano del que se fue.

En uno de los momentos en que la vida y la muerte conviven más cerca que nunca, es uno de los argumentos poético-filosóficos más utilizados para estimular la donación.

Pero como en cualquier momento de la historia, en cualquiera de sus culturas, la pregunta sin respuesta es la misma: "que acontece después de la muerte?"

Esta pregunta los brasileños no tendrán que hacérsela. La nueva ley ya dio una respuesta por ellos. (FIN/IPS/ff/ag/hd-he/97

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