CHINA: Beijing da primera señal de fuerza tras la muerte de Deng

Mao Zedong y Deng Xiaoping ya son parte de la historia y, por primera vez en la historia del comunismo de China, no hay un emperador en el trono del país más poblado del mundo.

El sucesor de Deng, Jiang Zemin, el tecnócrata de anteojos que derramó profusas lágrimas en público mientras leía la elegía del líder supremo, no tiene la personalidad que caracterizó a sus antecesores en el patriarcado chino.

Aún está por verse si su figura crecerá hasta convertirse en un titán como Mao o Deng, pero, por el momento, parece que se limitará a encabezar el liderazgo colectivo y moderno que gobernará a China.

Para que esto no se perciba en el extranjero como un signo de debilidad, Beijing lanzó una fuerte declaración de tono chauvinista contra Washington este martes a través de la agencia de noticias oficial Xinhua.

Las autoridades se burlaron de la situación de la democracia y los derechos humanos en Estados Unidos, y sostuvieron en tal sentido que una nación con sus antecedentes en materia de criminalidad y discriminación no tiene derecho de criticar a las demás.

Para el gobierno chino, la mejor defensa es un buen ataque. Si Washington se atribuye el derecho de redactar informes sobre el respeto de los derechos humanos en el resto de los países como el que cada año confecciona el Departamento de Estado, China cree que también ella puede juzgar a Estados Unidos.

El gobierno de Bill Clinton replicó el mismo martes que no prestaría atención al análisis de una "dictadura". Este episodio pareció convertirse en uno de los periódicos conflictos políticos y comerciales que antagonizan las dos potencias.

Lo sorprendente para muchos observadores fue el lenguaje duro elegido por China, que calificó a Estados Unidos de "democracia de monedero" en beneficio solo de los "ricos".

Deng Xiaoping murió el 19 de febrero tras más de tres años de agonía, durante los cuales el país fue gobernado de forma efectiva por Jiang, el sucesor que él mismo designó.

El momento elegido para emitir la declaración contra Washington denota que Beijing quiere mostrar al mundo que el nuevo liderazgo juega rudo y sabe negociar.

Desde la guerra del opio, a fines del siglo pasado, los gobernantes de China son profundamente suspicaces frente a las interferencias exteriores y se sienten especialmente vulnerables en períodos de transición como éste.

La muerte de Deng supone el primer cambio en el liderazgo de China desde el fallecimiento de Mao, el "Gran Timonel" de la revolución comunista, en 1976, cuando el país emergió del caos y la ruina de la denominada Revolución Cultural.

De todos modos, el clima político de 1997 es muy diferente al de 1976, cuando la "banda de los cuatro", los comunistas radicales que Mao respaldó durante sus últimos años, fueron derrotados pocos meses después de su muerte.

En 1976, la población estaba cansada de campañas ideológicas que implicaron una sangría física y espiritual del país durante casi 30 años y aspiraba a que pronto acabara el dominio de la banda de los cuatro.

"Entonces, la gente quería desembarazarse de la banda, pero ahora se siente, en general, satisfecha, y quieren continuar haciendo dinero y mejorando su calidad de vida", dijo un experto de la Academia de Ciencias Sociales de China que reclamó reserva sobre su identidad.

Por lo tanto, la estabilidad parece ser la meta consensuada por todos en la actualidad. No solo la desea desesperadamente la población en general, sino el actual liderazgo, que percibe en ella una garantía para la permanencia del régimen a largo plazo.

China ha recorrido un largo camino desde la histeria masiva y el temor generalizado que cundían el año en que murió Mao. Nada ilustra con más elocuencia esta situación que las radicales diferencias entre los funerales de Mao y de Deng.

El cuerpo del Gran Timonel de la Revolución Comunista fue embalsamado y permanece en un mausoleo en el centro de la plaza Tiananmen. En cambio, las ceremonias posteriores a la muerte de Deng fueron despojadas de toda pompa.

A pedido del propio líder supremo de China, sus órganos fueron donados, su cuerpo cremado y sus cenizas arrojadas al mar. No se emplazó un monumento en Tiananmen, ni siquiera en su poblado natal.

"Deng tomó estas medidas para minimizar el impacto de su muerte en el país", dijo Wang Daming, funcionario de la filial del Partido Comunista en Beijing.

En contraste con la orquestada histeria en masa que se apoderó de Beijing en 1976, cuando los ciudadanos lloraron a gritos en las calles y todos lucían luto o flores blancas, la vida en China siguió con normalidad su curso los días siguientes a la muerte de Deng.

"Por una parte, la muerte de Mao es un evento más importante. porque China era entonces una sociedad cerrada. Pero, por otro lado, la muerte de Deng la supera, pues ahora existe un gran intercambio económico entre China y Occidente", según Lee Yee, editor de la revista The Nineties, de Hong Kong.

La muerte de Deng es un desafío al liderazgo colectivo en cuyo centro se ubica Jiang Zemin. El modo que elija para mantener la estabilidad, promover el crecimiento económico y continuar las reformas influirá profundamente en Hong Kong y Taiwán, pero también en el resto de Asia y en Occidente.

La visión de una Gran China es la materia en que Jiang intentará dejar su mojón en la historia, según los observadores.

"Una gran civilización china" propuesta por el actual líder, basada en la integración sociopolítica y económica entre el continente, Hong Kong, Taiwan y Macao, supone un paso más allá de la teoría de Deng, que se resume en la frase "un país, dos sistemas" postulado para la relación con Hong Kong.

De todos modos, los analistas no tienen claro si eso asegurará a Jiang un lugar en el panteón junto a Mao y Deng.

Ambos líderes supremos habían designado una serie de sucesores en la que figuraron Liu Shaoqi, Lin Biao, Hua Guofeng, Hu Yaobang y Zhao Ziyang, pero ninguno de ellos fue capaz de sobrevivir en el poder mucho tiempo.

Las lágrimas de Jiang durante los funerales de Deng fueron considerados un signo de que el actual líder no está esculpido en la misma madera que sus antecesores.

"Deng fue el último dios de China. Jiang tenía una razón para preocuparse, pues no es un líder de la misma clase que Mao y Deng", explicó Ma Renxin, profesor de la Universidad del Pueblo en Beijing.

Del culto a la personalidad a Mao hasta el "mercadismo- leninismo" de Deng, China evolucionó hacia un estado tecnocrático moderno. Aun así, no desea que sus adversarios piensen que el estado es débil. (FIN/IPS/tra-en/ab/kd/mj/ip/97

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