Con la compra del Bamerindus por el Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC) cayó de hecho en Brasil una muralla que resistía la internacionalización del mercado, perforada en este caso por la crisis del sector bancario.
La barrera es legal. Bancos extranjeros solo pueden entrar en Brasil como excepciones autorizadas por decreto presidencial, lo que constituye una de las quejas argentinas contra asimetrías que impiden reciprocidad en el Mercado Común del Sur (Mercosur).
La quiebra del Bamerindus, uno de los cinco mayores bancos privados brasileños, abrió la puerta al HSBC, un gigante transnacional controlado por capitales británicos.
Con cerca de 3.400 filiales en 78 países, el HSBC invade Brasil, incorporando de un solo golpe 1.360 sedes bancarias distribuidas por 955 municipios del país.
Es el primer banco extranjero en Brasil que tendrá una acción tan amplia en el mercado "minorista", masivo. Los otros instalados en el país están limitados como máximo a algunas decenas de filiales, y por eso prefieren el área "mayorista", de empresas y clientes especiales.
Un decreto del presidente Fernando Henrique Cardoso autorizó la venta del Bamerindus al HSBC por 1.000 millones de dólares, tras la intervención del Banco Central. El lunes el banco reanuda sus actividades con el hombre de HSBC-Bamerindus.
La decisión, anunciada el miércoles en la tarde, aprovechó el prolongado feriado bancario de jueves a domingo, para dar tiempo a la absorción de la noticia por el público, especialmente sus 2,6 millones de clientes y 25.000 funcionarios.
Para ganar la confianza de los que tienen dinero depositado en el viejo Bamerindus y evitar una carrera, el presidente del HSBC, Michael Geoghegan, trató de divulgar que su banco es "el mayor del mundo", con activos de 402.000 millones de dólares y utilidades líquidas de 4.861 millones en 1996.
Y prometió que el nuevo banco será el mayor de Brasil en poco tiempo y se extenderá al Mercosur, por ampliación de su propia red o compra de otras instituciones.
El presidente del Banco Central, Gustavo Loyola, también tranquilizó a los usuarios, asegurándoles que todo permanece igual, pese al cambio de nombre y de dueños del Bamerindus el lunes.
Fundado en 1952 en el sureño Estado de Paraná, en cuya capital, Curitiba, debe seguir su sede central, el Bamerindus creció y se destacó en el mercado por su agresividad y creatividad en la oferta de nuevos servicios. Desde hace dos años, sin embargo, presenta abultadas pérdidas.
Su principal controlador, el senador José Eduardo Andrade Vieira, era el ministro de Agricultura hasta mediados del año pasado, cuando dejó el cargo para intentar recuperar su banco o venderlo parcialmente, sin perder el control.
Sintiéndose "traicionado" por el Banco Central, reaccionó diciendo que intentará anular en la justicia la venta al HSBC y especialmente el bloqueo de sus bienes, una medida que siempre se adopta en esos casos.
El Banco Central destinará 5.700 millones de dólares para la operación de saneamiento y salvación del Bamerindus. Al HSBC se vendió sólo la parte sana, la actividad netamente bancaria, con negocios que suman unos 10.000 millones de dólares, de un total de 18.200 millones.
Bajo intervención de la autoridad monetaria y de bancos estatales, como la Caja Económica Federal, quedarán la "parte podrida", como la cartera de crédito inmobiliario y una industria de papel, para saneamiento y una posible venta en el futuro.
Con esa solución para el Bamerindus, parece concluida la reestruración del sector bancario privado, en crisis por el fin de las elevadas ganancias propiciadas por la inflación, al estabilizarse la moneda nacional desde 1994.
El costo fue elevadísimo, unos 20.000 millones de dólares en créditos del Banco Central, de los cuales 90 por ciento para salvar y transferir el control de tres grandes bancos nacionales, el Económico, el Nacional y el Bamerindus, por orden de quiebra y de sumas requeridas.
Loyola, el conductor ese proceso como presidente del Banco Central desde hace dos años, aún no puede respirar tranquilo. Tiene pendiente una solución definitiva, que considera ser la privatización, de bancos estatales de los estados, algunos grandes como los de Sao Paulo y Río de Janeiro.
Además, enfrenta crecientes críticas por la lentitud o ineficacia de la autoridad monetaria en la fiscalización del mercado financiero. El escándalo de títulos públicos, lanzados y negociados irregularmente por gobiernos estaduales y municipales en los últimos años, también amenaza su credibilidad.
Como el Bamerindus representaba mucho para la economía de Paraná, los políticos de ese estado se alzan contra la decisión del Banco Central. Fue una "donación" con derroche de dinero público, acusó el senador Roberto Requiao, ex gobernador del estado.
El diputado Delfim Netto, ex ministro de Hacienda, opinó que los "elevados subsidios a un banco extranjero" y la futura expatriación de utilidades se habrían evitado con una solución un año atrás, con menos recursos y mantención del Bamerindus en manos nacionales. (FIN/IPS/mo/ag/if/97