ARGENTINA: La familia tradicional se repliega y pierde peso

El presidente de Argentina, Carlos Menem, condiciona una tercera gestión a los deseos de su hija soltera. Un gobernador confiesa que evita declaraciones políticas que lo enemisten con su esposa, y el astro Diego Maradona volvería a jugar fútbol si se lo pidieran sus hijas.

Pero más allá de la retórica, la familia, una institución que tuvo tradicionalmente enorme gravitación en la vida social de este país de inmigrantes, en su mayoría católicos, está en crisis, según coinciden sociólogos, psicólogos y demógrafos, además de los propios involucrados: padres e hijos.

Las estadísticas revelan que en los últimos años se redujo el número de matrimonios y el de nacimientos legales. Sólo aumentan las uniones sin contrato, los divorcios, los hijos nacidos fuera del matrimonio y la soltería, que se alarga bajo el techo paterno por razones de conveniencia más que de buena convivencia.

Según los últimos censos, realizados en 1980 y 1991, las parejas que optan por el matrimonio se redujeron 9,6 por ciento, mientras las uniones sin papeles aumentaron 55 por ciento. Incluso, muchos de los que se casan ante la ley admiten pasaron primero por un período de concubinato.

La edad promedio de los que deciden casarse saltó de 25,9 años a 28,2 de 1980 a 1995. La soltería entre los que tienen 20 a 24 años aumentó cinco por ciento en el mismo período y seis por ciento entre la población de 25 a 29 años. Así y todo, quienes viven solos, o solas, son minoría.

El número de hijos solteros jóvenes que viven con sus padres aumentó 49 por ciento entre 1980 y 1991. Pero el apego a la familia no es la principal razón de esa continuidad, sino que influyen especialmente en ella la falta de empleo, que afecta actualmente a 41,8 por ciento de quienes tienen entre 15 y 19 años, y una cierta permisividad.

"En mi época, para tener sexo había que hacerlo a escondidas, en un hotel para parejas o en el auto", recuerda Jorge Aronián, un abogado de 52 años. "Ahora, algunas mañanas me encuentro con mis hijos y sus acompañantes desayunando en mi cocina", protesta resignado.

Además, los hijos que componían la llamada familia tipo de la clase media argentina, representada por "Mafalda" en la célebre historieta creada por Quino hace 33 años, llegan al matrimonio en "menos cantidades" que antes.

De 25 nacimientos por 1.000 habitantes en 1980 se bajó a 19,3 por 1.000 en 1995. El ideal de un hijo varón y una mujer, como mínimo aporte demográfico, está en revisión.

No se trata sólo de una caída de la natalidad. Los hijos nacidos fuera del matrimonio, que fueron 29 por ciento de los nacidos en 1980, llegaron a 43,6 por ciento en 1995. No obstante, la demógrafa Susana Torrado asegura que el tamaño medio de las familias se achica sin remedio.

El mayor empleo de métodos anticonceptivos, el aumento de la cantidad de parejas que no desean tener hijos, las razones económicas que obligan a ampliar el plazo entre un hijo y otro, y el incremento de la edad de las mujeres para ser madres, todo influye para disminuir el número de niños.

La cantidad de hijos por cada mujer es de 2,6, apenas por encima del mínimo requerido para el recambio generacional. En los años 70, el promedio de hijos era de 3,1 por mujer.

"La familia está echando agua por todos lados", declaró a IPS la socióloga Silvia Chester. La experta consideró que el discurso feminista de los últimos años derribó algunas supuestas verdades y puso en evidencia debilidades e hipocresías de la institución.

La violencia doméstica, el abuso incestuoso de menores o la infidelidad, ponen en duda la idea de la familia como refugio.

"Una prueba de que ya no existe ese ideal es el creciente número de mujeres jefas de hogar. Ya no es imprescindible un hombre para mantener una familia", destacó Chester.

La socióloga aludió así a otro fenómeno familiar en aumento. El número de hogares con una mujer como jefe de familia pasó de 16,9 por ciento en 1970 a 23 por ciento en la actualidad. Se trata de mujeres separadas, que mantienen solas o con alguna ayuda económica a los hijos menores que viven con ellas.

"El paradigma de la familia tradicional está desapareciendo, y surge en cambio un conjunto de personas de distintas familias" explica Torrado, para referirse a las parejas unidas de hecho, que forman el nuevo hogar con hijos de anteriores cónyuges.

La presencia de esos hijos en la casa familiar no es permanente. "Laura, la hija de mi marido, venía los martes, jueves y domingos. Pero ahora conseguimos cambiar el régimen de visitas, para que (ella) esté los sábados y pueda jugar con mi hija de su misma edad, que los domingos está con su padre", dijo a IPS Susana Repeto, una psicóloga de 36 años.

El abanico de parientes que proceden de distintas familias se diversifica aún más cuando se incluye a tíos y abuelos. Antes, esos parientes eran únicos y definitivos, y, hasta hace algunas décadas podían vivir junto al núcleo familiar de padres e hijos.

Hoy, con el incremento de la esperanza de vida a 73 años, no es común que los ancianos participen de la crianza de nietos y bisnietos bajo un mismo techo, como ocurría a mitad de siglo. "El casado, casa quiere", reza un refrán popular, y tampoco los mayores están cómodos viviendo con los hiperocupados hijos.

Para Torrado, no es sólo un cambio de costumbres. El ajuste económico y la falta de empleo en los últimos cinco años fueron decisivos para que muchas parejas optasen por postergar su unión legal y el nacimiento de hijos.

Así, las condiciones económicas, sociales y culturales delinean nuevas formas de nucleamiento. La familia ideal, una de las más influyentes instituciones sociales de Argentina a la hora de las decisiones políticas y económicas, ya no tiene el mismo peso. (FIN/IPS/mv/ff/pr/97

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