Estados Unidos exigió Burundi, Ruanda y Uganda que se abstengan de apoyar la rebelión en el este de Zaire, aunque el Departamento de Estado (cancillería) no dispone aún de planes para aliviar la tensión en la zona de los Grandes Lagos de Africa.
Washington advirtió a los tres países que deben "permanecer fuera de Zaire y no involucrarse en la lucha" entre los insurgentes banyamulenge y los mercenarios que respaldan al ejército de ese país, conflicto que originó una grave crisis de refugiados.
La explícita advertencia fue lanzada un día después de que la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, discutió la crisis de Zaire con el presidente de Uganda, Yoweri Museveni.
También sucedió a la exhortación del portavoz del Departamento de Estado, Nicholas Burns, para que todos los países de la región y "los grupos mercenarios" eviten toda participación en el conflicto estallado en el este de Zaire.
Burns señaló que la intervención de fuerzas extranjeras solo provocaría la escalada de la violencia y el aumento de bajas entre los civiles.
Las fuerzas rebeldes continúan su avance y ganan la adhesión de habitantes del oriente del país. Desde septiembre, cuando estalló el conflicto, han logrado el control de una franja de territorio de 1.000 kilómetros que atraviesa cuatro de las nueve provincias de Zaire.
Las victorias de los insurgentes podrían derivar en la fractura de Zaire, país de 45 millones de habitantes y tercero en Africa por extensión territorial.
Burns reiteró el respaldo de Estados Unidos a la integridad territorial de ese país. Washington "no desea ver desmembrado a Zaire" y "no apoya a los grupos rebeldes", dijo el día 4 el portavoz del Departamento de Estado.
Albright también se reunió el día 5 con el canciller de Bélgica, Erick Derycke, quien ha criticado la denunciada intervención de Ruanda y Uganda en el conflicto de Zaire.
Derycke solicitó a Albright apoyo a sus gestiones para que se celebren elecciones democráticas en Zaire y a la realización de una conferencia internacional para resolver la crisis en la región de los Grandes Lagos.
Dirigentes políticos estadounidenses se pronunciaron a favor de la convocatoria a la conferencia internacional, aunque con la condición de prepararla adecuadamente.
El gobierno de Zaire ha acusado a Burundi, Ruanda y Uganda de intervenir directamente en apoyo de la rebelión, que tuvo foco en la zona fronteriza entre los cuatro países.
Los banyamulenge, emparentados con los tutsis, la etnia minoritaria que controla los gobiernos de Burundi y Ruanda, denunciaron que el gobierno de Zaire les negó derechos cívicos e intentaba expulsarlos del país, como extranjeros, a pesar de que viven en su territorio hace 200 años.
Aliados con otros grupos insurgentes, los banyamulenges también afirman que luchan por derrocar a "la dictadura corrompida" de Mobutu Sese Seko, que lleva 30 años en el poder.
Los tres países acusados negaron tener tropas en Zaire. Ruanda y Uganda sólo admitieron haber realizado operaciones militares más allá de sus fronteras en respuesta a incursiones o bombardeos del ejército zaireño.
Los informes recibidos del oriente de Zaire difieren en cuanto a la medida en que los insurgentes dependen de Ruanda y de otros apoyos en el exterior.
En cualquier caso, los vecinos de Zaire no ocultaron su satisfacción ante la retirada de los grupos armados hutus ruandeses del este de ese país, obligada por el avance de los rebeldes.
Se trata de soldados y milicianos acusados del genocidio de 1994 en Ruanda, que se reorganizaban en los campamentos de refugiados en Zaire.
Burundi, Ruanda y Uganda solicitaron varias veces en los últimos tres años al gobierno de Zaire que impidiera las operaciones de los grupos hutus más allá de la frontera, pero su petición nunca fue atendida.
El embajador de Ruanda ante la ONU, Gideon Kayinamura, denunció el día 3 la existencia de una "cruzada de desinformación" protagonizada por el ministro de Relaciones Exteriores de Zaire, Kamanda Wa Kamanda, quien acusó a su país de involucrarse en la crisis.
Kamanda visitó Nueva York, Washington y París en procura de apoyo internacional para sus acusaciones contra Ruanda y Uganda, que, afirmó, invadieron Zaire.
Esta rebelión generó nuevos dilemas al gobierno de Estados Unidos, que ya enfrentaban una serie de crisis políticas, económicas, de derechos humanos y de asistencia humanitaria en Africa central.
Durante tres decenios, el vínculo entre Estados Unidos y Zaire estuvo signada por la guerra fría. Mobutu, quien encabeza una dictadura de un solo partido, se proclamó anticomunista para obtener el respaldo financiero y militar de Washington.
Solo al fin de la guerra fría, a comienzos de los años 90, Estados Unidos comenzó a presionar al régimen para que estableciera una democracia multipartidaria y respetara los derechos humanos.
El genocidio de 1994 en Ruanda desató una intensa corriente de refugiados hacia Zaire, lo cual interrumpió las gestiones de Washington, pues la actitud de Mobutu permitió el ingreso de ayuda humanitaria.
La directora de Asuntos Africanos del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Susan Rice, dijo que los objetivos de su país en Zaire son acabar con la guerra a través del diálogo, evitar que empeore y se amplíe la crisis humanitaria en la región y "promover una transición" a una "democracia verdadera".
Varios funcionarios estadounidenses, entre ellos el embajador en Zaire, Daniel Simpson, afirman que Uganda y Ruanda son los principales instigadores de la insurgencia en el oriente del país.
Otros creen que, a pesar de eventuales intervenciones externas, los rebeldes tienen una genuina y creciente base de respaldo popular en las zonas bajo su control.
El gobierno de Zaire rechaza la posibilidad de negociar antes de recuperar las áreas en manos de insurgentes, para lo cual reclutó mercenarios, entre los que figuran serbios, croatas, belgas y franceses.
El subsecretario de Estado para Asuntos Africanos de Estados Unidos, George Moose, reclamó a Kamanda el 31 de enero una solución negociada.
La Unión por la Democracia y el Progreso Social de Zaire (UPDS), principal partido de oposición, llamó a negociaciones tripartitas entre Mobutu, su propio líder, Etienne Tshisekedi, y el comandante rebelde Laurent Desire Kabila.
El diálogo tendría como finalidad el cese del fuego, la fijación de una fecha para elecciones democráticas y la formación de un gobierno de transición de unidad nacional hasta los comicios.
Los funcionarios estadounidenses dudan si es posible que se celebren elecciones verdaderamente democráticas antes de julio, como se estableció originalmente, o si deberán ser postergadas por la insuficiente preparación a causa del conflicto en el este.
Sin un acuerdo de paz, los habitantes de las zonas bajo control rebelde, donde predomina la opoisicón, no podrían participar en el acto electoral. (FIN/IPS/tra-en/cc/yjc/ff-mj/ip/97