Los ríos sagrados de India, celebrados desde tiempos inmemoriales, en cuyas aguas desean sumergirse millones, más que una bendición ofrecen ahora enfermedades infecciosas y suciedad.
"Oh Ganga y Yamuna, que vuestras aguas fluyan sobre mí", dice la oración. En Vrindavan, un pueblo al que llegan peregrinos del Yamuna, la población local considera al río como su propia madre.
Cuando toman un baño ritual, las personas rezan pidiendo perdón por poner sus pies en el agua, ya que tocar un objeto sagrado con los pies se considera una ofensa.
Pero ahora, siendo los ríos indios receptáculos de aguas servidas y desechos tóxicos, cualquiera que se atreva a meter un pie en el Yamuna, que corre a través de Nueva Delhi, a 150 kilómetros de Vrindavan, lo sacará negro de suciedad.
Donde una vez las aguas sagradas eran utilizadas para oraciones en el templo y bebidas por los piadosos, el agua del Yamuna ofrece ahora cólera y otras enfermedades transmitidas en el agua.
La proporción de bacilos coliformes de desechos humanos y animales en el área de Nueva Delhi, por ejemplo, es 1.000 veces mayor que los niveles de seguridad determinados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Debido a los desechos de 50.000 industrias y saneamiento de ocho millones de habitantes que viven en las orillas del río originado en el Himalaya, el Yamuna, al igual que muchos ríos de India, se convirtió en un gran caño colector.
Hace miles de años, según la mitología hindú, el Yamuna también estaba contaminado, pero a causa de un dragón acuático llamado Kaliya, cuyos vapores tóxicos mataban los peces, hacían caer a los pájaros en vuelo y al ganado.
El niño-dios Krishna, pastor de vacas, saltó a las aguas y dominó a la serpiente danzando en su cabeza, y la obligó a salir del río.
Hoy sólo se recuerda la leyenda. Los famosos selvas y manglares de Vrindavan han desaparecido. Su río sagrado y reservas de agua subterránea se agotaron y están contaminados con aguas de saneamiento.
Su suelo erosionado, cubierto con excremento y basura recogida por cerdos, perros callejeros y vacas son señales de un ambiente presionado y maltratado por miles de peregrinos que lo visitan cada año.
En julio de 1991, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y otras partes interesadas comenzaron a trabajar con los residentes de Vrindavan para movilizar e intentar salvar lo que queda del ecosistema.
El objetivo del programa es la restauración y conservación con la participación de la comunidad. El progreso ha sido lento, y los críticos acusaron al personal local de WWF de llenarse los bolsillos con fondos de la organización con sede en Suiza.
El centro del plan es la ruta de peregrinaje "parikrama" que encierra Vrindavan, casi vacío de árboles y manglares.
En un típico fin de semana, tras la partida de los piadosos acampantes de regreso a Nueva Delhi, un manto de bolsas plásticas y basura cubre el "parikrama".
Es entonces cuando voluntarios de la comunidad local, entre ellos alumnos de escuelas primarias, recogen la basura diseminada.
Los niños de Vrindavan han sido la mayor fuerza de respaldo a la campaña por un ambiente más limpio. La encargada de educación de WWF Devendra Kumar Sharma, visita sin descanso las escuelas del área, intentando educar a maestros y estudiantes sobre la necesidad de la responsabilidad ambiental.
WWF India creó programas educativos especiales, incluyendo concursos de arte, debates y obras teatrales que lograron el respaldo de las comunidades.
La estrategia centrada en los niños se debe, en parte, según admitió Anup Sharma, director del proyecto, a un intento de "hacer frente a la apatía y la falta de conciencia de la comunidad".
"Señalamos a los niños que Krishna fue el conservacionista original, quien limpió el agua contaminada y el aire, y rezó a la tierra y la montaña Goverdhan", dijo Sharma. (FIN/IPS/tra-en/dh/an/lp/en/97