La dirigencia de China debió volver hoy a la realidad, con la tarea de organizar el legado de Deng Xiaoping y sintonizar con su política de reformas, en un momento en que queda expuesto el flanco débil del país, tras la visita de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright.
El despertar a la realidad tras los funerales de Deng incluye hacer frente a nuevos brotes de violencia en la región occidental de Xinjiang, donde la minoría uigur demanda mayor autonomía de Beijing. En una dramática escalada de violencia, tres bombas explotaron este martes en Urumqi, la capital de Xinjiang.
Además de la economía, Xinjiang y Tibet continúan siendo los puntos de mayor tensión para el presidente Jiang Zeming y los sucesores de Deng, en el interés de mantener los territorios alejados integrados al imperio.
Tibet también tiene repercusiones internacionales para Beijing. El importante respaldo de legisladores e incluso actores de Hollywood a los exiliados tibetanos tienen en Estados Unidos ha influido sobre gobiernos estadounidenses, los que a su vez presionaron a Beijing.
La visita de la nueva secretaria de Estado de Estados Unidos a Bejing, que coincidió con el funeral de Deng, planteó el tema de los derechos humanos, la propiedad intelectual y las fricciones comerciales que empantanaron las relaciones entre ambos países.
Aunque el momento no fue apropiado para que Albright planteara la cuestión de los derechos humanos, según indicaron sus asesores antes de la llegada a Beijing este lunes, la dirigencia china estará atenta a sus reacciones.
Durante las próximas semanas, el énfasis del gobierno chino estará en la continuidad, la estabilidad y el consenso de la dirigencia, dijo un portavoz de la secretaria de Estado, sugieriendo que Estados Unidos no hará olas.
La visita de Albright y la muerte de Deng, ocurrida el 19 de febrero, se produjeron poco antes de la reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que entre el 10 de marzo y el 10 de abril considerará en Ginebra una resolución sobre supuestas violaciones de derechos humanos en China.
Washington coimpulsa esta moción de censura desde hace siete años. China logró impedir la resolución cada vez, aunque cada debate y votación en Ginebra implicaron una considerable pérdida de imagen para Beijing.
Esta vez, se espera que Beijing y Washington avancen en conversaciones hacia un acuerdo, bajo las cuales China podría firmar dos convenciones clave sobre derechos humanos de la ONU, liberar hasta ocho prisioneros políticos, y reanudar el diálogo con el Comité Internacional de la Cruz roja, para determinar el estatuto de los prisioneros de conciencia en China.
La semana pasada, asesores de Clinton indicaron que, sin un avance de las negociaciones, Washington seguiría adelante con sus planes de respaldar la resolución este año, durante la reunión de la comisión.
No obstante, la declaración oficial tras las reuniones de Albright con el presidente Jiang Zemin, el primer ministro Li Peng y el canciller Qian Qichen, anunció que los temas discutidos incluyeron las posiciones de ambas partes sobre el estatuto de Taiwan.
También se habló sobre la no proliferación de armas, el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio y la entrega de Hong Kong el 1 de julio.
Simbólicamente, la escala de 24 horas de Albright en Beijing coincidió con los preparativos del funeral de Deng, y con el 25 aniversario del acuerdo entre Estados Unidos y China que condujo a la normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países.
En un simposio el fin de semana, en conmemoración del pacto de 1972, el embajador chino en Washington, Li Daoyu, dijo que "es tiempo de que China y Estados Unidos intensifiquen el diálogo y aumenten la cooperación".
El comunicado firmado hace 25 años por el entonces presidente de Estados Unidos Richard Nixon y el presidente Mao Zedong detalló la posición de ambas partes en relación a Taiwan. Este tema, según Li Daoyu, continúa siendo el "más importante y sensible" en las relaciones.
La clave para mejorar las relaciones entre Beijing y Washington es Taiwan, y la buena diplomacia entre ambos es clave para mantener la paz y la prosperidad en el este de Asia, algo que ambos no pierden de vista.
Señales preliminares de progreso en temas como el ingreso de China a la OMC ya son tangibles, y Beijing dejaría de insistir en que, como país en desarrollo, tiene derecho a más tiempo para implementar las reglas de comercio del organismo mundial. (FIN/ISP/tra-en/ab/kd/lp/ip/97