El gobierno de Yoweri Museveni, presidente de Uganda, admitió dificultades en su campaña contra la insurgencia en el norte del país, pero descartó cualquier tipo de negociación con los rebeldes.
El general Salim Salem, a cargo de las tropas del norte, argumentó que resulta difícil poner fin a la guerra contra los rebeldes de la región, estallada en 1987, debido a las dificultades del terreno y a la debilidad del ejército.
"El ejército ha estado muy tranquilo", declaró a la prensa extranjera esta semana.
Los soldados no pueden patrullar la franja de tierra de 150 kilómetros entre Uganda y Sudán, porque "el terreno es muy amplio, y los rebeldes entran y salen sin ser notados", explicó Salem, medio hermano de Museveni.
El gobierno afirmó varias veces que el Ejército de Resistencia de los Lords (LRA) y sus aliados, los rebeldes del Frente de la Ribera Occidental del Nilo (WNBF), utilizan bases en Sudán como plataforma de lanzamiento para sus incursiones en Uganda.
Sudán rechazó las acusaciones y alegó que Uganda apoya al rebelde Ejército de Liberación Popular de Sudán, que lucha contra el gobierno en Jartum desde 1983.
El LRA inició su lucha contra el gobierno del Movimiento de Resistencia Nacional de Museveni en 1987, poco después del aplastamiento de una rebelión del Movimiento Espíritus Santos, encabezado por Alice Lakwena.
Los miembros del LRA pertenecen en su mayoría a la etnia acholi, que habita la frontera entre Uganda y Sudán, y su objetivo consiste en gobernar el país sobre la base de los 10 mandamientos bíblicos.
El "aliado" del LRA, el WNBF, está dominado por comunidades de la región del Nilo Occidental (madis, lubgaras, aringas y nubios), que formaban el grueso del ejército del ex dictador Idi Amín Dada, y el propio líder del grupo, el coronel Juma Oris, era un alto funcionario de su gobierno.
Tras el derrocamiento de Amín en 1979, muchos de sus seguidores huyeron a países vecinos, principalmente Sudán y Zaire, desde donde se infiltraron posteriormente en Uganda.
Con el fin de aplastar a los rebeldes, el presidente Museveni asumió personalmente el comando de la guerra y a fines del pasado año trasladó sus cuarteles desde Kampala a Gulu, una ciudad situada 200 kilómetros al norte de la capital ugandesa.
El secretario general del LRA, Dominic Wanyama, declaró que su grupo no se deja intimidar por la presencia del presidente en el norte.
Pese a la escalada de los combates, Museveni descartó cualquier negociación con los rebeldes, argumentando que ello sentaría un precedente para otros disidentes.
Mientras, el general Salem sostuvo que los rebeldes se niegan a hablar porque "creen que pueden conquistar el poder en Kampala", y se negó a involucrar a Sudán en cualquier eventual conversación con los rebeldes.
"Podemos resolver el problema sin tener que negociar con Sudán", manifestó. (FIN/IPS/tra-en/mn/pm/ml/ip/97