Un electorado cansado de las travesuras de los políticos podría convertir a las elecciones generales que Pakistán celebrará este lunes, en la votación más deslucida del último medio siglo.
La Corte Suprema de Justicia despejó el miércoles las últimas dudas sobre la efectiva realización de la votación para renovar el Parlamento, al rechazar el recurso presentado por Benazir Bhutto contra el decreto presidencial que la cesó en el cargo de primer ministro, disolvió las cámaras y llamó a elecciones.
No obstante, una encuesta de opinión pública reveló que la concurrencia a las urnas el 3 de febrero será la más baja jamás registrada en Pakistán, entre 30 y 35 por ciento.
Nunca ha sido tan alta la apatía del votante. Con una frase que se ha hecho común, los paquistaníes suelen preguntar: "Y si por fin hay elecciones, ¿para qué servirán?".
Ninguno de los últimos tres gobiernos ha durado un mandato completo, pero no por censuras parlamentarias sino por haber sido despedidos por el Presidente. El cese de Bhutto en noviembre pasado fue su segunda salida deshonrosa, dos años antes de la terminación de su mandato, que debió haber durado cinco años.
Al mantener las razones dadas por el presidente Faruk Leghari para destituir a Bhutto, el presidente de la Corte Suprema, juez Sajjad Alí Shah, expresó que "existen suficientes elementos para detectar corrupción, nepotismo y mal gobierno".
Pakistán está administrado desde noviembre pasado por un gobierno en funciones al que Leghari encargó organizar elecciones anticipadas, llamando a las urnas por cuarta vez desde 1988.
La mayoría de los políticos que disputarán las elecciones – simultáneas para la Asamblea Nacional y para las asambleas provinciales- estuvieron en la competencia electoral de 1993.
En esta oportunidad han vuelto a prometer empleos, viviendas y un futuro mejor, recurriendo a lealtades basadas en los vínculos feudales, tribales o "biradari" (comunitarios) para ganarse el apoyo de los votantes.
Lo mismo que en la última oportunidad, la batalla por la jefatura del gobierno se libra entre Bhutto -líder del Partido Popular de Pakistán (PPP)- y Nawaz Sharif, jefe de la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N).
Los dos son ex primeros ministros y los dos aspiran a volver a ese puesto, centro de poder real. El líder musulmán recorre el interior del país en su helicóptero de fabricación rusa.
Ante los dos favoritos se proyecta la figura sin experiencia política de Imran Jan, una leyenda del cricket, ahora convertido en político. En abril pasado lanzó el partido Tehrik-e-Insaaf (Movimiento por la Justicia), y su campaña está dedicada a combatir la corrupción.
Un reciente sondeo de opinión reveló que 40 por ciento de la muestra de 2.000 votantes adelantaron su voto en favor de Sharif, otorgándole un margen de 20 puntos porcentuales sobre Bhutto, mientras que Jan no conseguiría producir un impacto apreciable.
Pese a que la popularidad personal de Jan llega a 10 por ciento, la de sus candidatos a más de la mitad de la Asamblea Nacional no pasa de cinco por ciento.
La encuesta de Gallup Pakistán descubrió que la popularidad de Bhutto ha sido superada por la de su cuñada Ghinwa Bhutto, viuda del hermano menor de Benazir, Murtaza Bhutto, quien resultó muerto el año pasado en un tiroteo con la policía.
Lanzada ahora a la batalla electoral, Ghinwa culpa al marido de Bhutto, Asif Alí Zardari, de la muerte de su esposo. El propio Zardari -que fue ministro hasta la destitución de Benazir- se halla en prisión desde noviembre por denuncias de corrupción.
Ghinwa podría destruir las posibilidades de Bhutto en su propia provincia natal. La encuesta reveló que el medio rural del estado de Sindh se encuentra dividido en tres diferentes adhesiones, entre Benazir, Sharif y Ghinwa.
"Si las cosas prosiguen como estaban dos semanas antes de las elecciones, la PML-N vencería en Sindh rural", predijeron los encuestadores.
La capital del estado, Karachi, parece que va a seguir favoreciendo al Movimiento Mohajir Qaumi (MQM), un partido que dice representar a los musulmanes refugiados que vinieron de India cuando el subcontinente sur de Asia fue dividido.
La rivalidad entre el MQM y el PPP de Bhutto fue la causa de los derramamientos de sangre que tuvieron lugar en la ciudad en los últimos años.
La desilusión de los votantes es evidente a todos los niveles. Incluso el gobierno en funciones ha decepcionado. Lejos de limpiar el sistema político -como prometió Leghari- el gabinete no ha logrado sustanciar un solo caso de corrupción contra la impopular administración de Bhutto. (FIN/IPS/tra-en/bs/an/arl/ip/97