MALASIA: Campaña contra indocumentados es xenófoba, según bengalíes

La campaña del gobierno de Malasia contra los trabajadores indocumentados es una píldora amarga para cientos de miles de inmigrantes que contribuyeron al crecimiento económico de ese país asiático.

"En el pasado los malasios nos recibían bien, pero este repentino rechazo hacia los trabajadores extranjeros, especialmente hacia los de Bangladesh, después de todo lo que contribuímos a la economía nacional, se asemeja a un sentimiento xenofóbo", expresó un bengalí residente en Bangkok.

Estimaciones oficiales revelan que los inmigrantes constituyen 10 por ciento de la población, de 20 millones, y se concentran en el sector de las plantaciones.

Los inmigrantes de Malasia proceden de unos 28 países de todo el mundo, principalmente de la vecina Indonesia y de Bangladesh, pero también de Nigeria, Sri Lanka e India, aunque no se conocen cifras exactas.

Los bengalíes se sienten particularmente agraviados por haberse convertido en el blanco principal de la campaña del gobierno, iniciada al concluir el plazo de una amnistía para los trabajadores ilegales que se entregaran a las autoridades por voluntad propia.

Desde comienzos de este año, más de 3.000 funcionarios de seguridad, entre ellos 1.000 soldados, patrullan las calles en busca de trabajadores ilegales, que sumarían 1,2 millones, según estimaciones.

Mientras, las cárceles fueron vaciadas para dar lugar a los trabajadores indocumentados, y las oficinas responsables fueron preparadas para el trabajo correspondiente.

El castigo para aquellos trabajadores sin permiso de trabajo o visa válida es la deportación, y para sus empleadores multas de hasta 12.000 dólares, pena de prisión de hasta cinco años e inclusive castigo con palmeta.

Tales medidas tendrán un impacto significativo sobre una economía que lucha por superar la escasez de empleo y proyecta adelantarse en los próximos años a otros "tigres" asiáticos como Singapur y Tailandia, según observadores.

La tasa de crecimiento económico se ha mantenido por encima de ocho por ciento anual en los últimos ocho años, un logro imposible de alcanzar en ausencia de mano de obra barata.

En Tailandia se produjeron sentimientos xenófobos similares el año pasado, tras el llamado del gobierno a la legalización de los trabajadores extranjeros indocumentados.

Aproximadamente dos millones de inmigrantes trabajan en Tailandia, proveyendo a los sectores agrícola, pesquero e industrial mano de obra barata y flexible sin recibir ningún tipo de beneficio social.

El llamado del gobierno tailandés, inducido por la presión de empresarios que buscan mano de obra de bajo costo, provocó la reacción de sindicatos que temen violencia contra los inmigrantes en el futuro.

Pero tanto en Tailandia como en Malasia, los inmigrantes, lejos de amenazar el medio de vida de la fuerza laboral local, como se afirma a menudo, cubrieron plazas en industrias consideradas sucias y empleos mal remunerados.

Así mismo, los dos países, de actividad industrial y agrícola en expansión y déficit de mano de obra, no demandan abiertamente, pero sí aceptan trabajadores de otras naciones del sur y el sudeste de Asia, más pobres y de mayor densidad de población.

Los salarios en Malasia son altos, incluso para los ilegales. Los trabajadores de la construcción, por ejemplo, perciben de 20 a 30 dólares por día, según su calificación.

Las ventajas para los empresarios consisten no sólo en que los ilegales pueden ser despedidos sin problemas, sino que en el caso de esos empleados, no están obligados a pagar el aporte anual que les exige el gobierno por cada trabajador contratado formalmente.

Las autoridades de Malasia toleran de hecho esas formas de eludir las leyes laborales, debido a la escasez de mano de obra. Pero en sus decisiones también influye la profunda división étnica de la sociedad.

La Bumiputra, o política "de los nativos del suelo" promovida por el primer ministro Mahathir Mohamad, favorece a los malasios en todas las áreas de la sociedad en detrimento de los chinos, indios y, especialmente, de los bengalíes.

La afirmación de los malasios de que los inmigrantes son ruidosos y pendencieros y tienen la "audacia" de casarse con mujeres nativas, ha puesto en guardia a los bengalíes y a otros trabajadores procedentes de Asia meridional.

El partido que representa a la comunidad india, el Congreso de Malasia, se ha unido a esa campaña, con panfletos en que advierte a las jóvenes malasias el peligro de contraer matrimonio con trabajadores extranjeros, especialmente con los que proceden de Bangladesh.

"Toda esa cháchara sobre conflicto cultural entre trabajadores bengalíes y malasios es un completo sin sentido, estimulado por los prejuicios raciales", observó el diario La Nación, de Bangkok.

"Si es cierto su propósito" de deportar trabajadores extranjeros ilegales, el gobierno malasio "no puede expulsar sólo a los bengalíes. La medida debería aplicarse a todos los inmigrantes, ya sean de India, Tailandia, Pakistán", observó un funcionario de la embajada de Bangladesh en Kuala Lumpur.

A diferencia de inmigrantes de otros países, la mayoría de los trabajadores begalíes radicados en Malasia carecen de cualificación laboral.

La campaña contra los bengalíes fue también estimulada por la dertención este año en Tailandia de más de 60 ciudadanos de esa nacionalidad que intentaban ingresar ilegalmente en Malasia.

"Haremos lo posible para proteger a nuestros connacionales y por ayudarlos a regresar a Bangladesh si son deportados. Y quien pretenda construir su economía con el sudor de los bengalíes, debe en primer lugar garantizarles sus derechos básicos", dijo la fuente de la embajada bengalí. (FIN/IPS/tra-en/tg/cpg/ml-ff/lb pr/97

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