Musu Passaway, madre de cuatro hijos, vive en el edificio de un banco abandonado en el barrio financiero de la capital de Liberia, y utiliza estratégicamente su ubicación como vendedora callejera de alimentos.
La viuda desplazada vende una comida popular para mantener a sus hijos. Su esposo murió en 1990 tras ser capturado por rebeldes que lo tomaron por un miembro de las fuerzas armadas.
El hijo mayor de Musu, Jusu, se unió al Frente Nacional Patriótico de Liberia, pero entregó sus armas a ECOMOG, la fuerza de paz de Africa occidental.
El negocio de la comida le permite a Musu educar a sus hijos. El ex combatiente atiende un colegio comunitario de la capital, y una de las hijas terminará este año la escuela secundaria.
"La muerte de mi esposo me presentó muchos desafíos. Ahora debo cumplir la función de padre y madre a la vez", expresó.
No es fácil para Musu ser la única responsable del mantenimiento de la familia, pero aun así no tiene prisa para volver a casarse.
Musu es una de las miles de mujeres que enviudaron en el conflicto civil de Liberia y debieron valerse por sí mismas en un país donde tradicionalmente la mujer cumple un papel secundario.
"Cuando pienso en mi responsabilidad de mantener una familia, ya no me veo sólo como un ama de casa", manifestó Bendu Wesseh, otra viuda que trabaja como conserje en una empresa local.
Bendu perdió a su esposo en 1993 en una emboscada sobre la carretera Buchanan-Monrovia, cuando el matrimonio volvía a su hogar luego de comprar productos agrícolas.
Las mujeres liberianas tradicionalmente fueron consideradas contribuyentes de segunda categoría a la economía del hogar y la mayoría de ellas trabajan para complementar los ingresos del marido.
Pero la guerra civil ha cambiado la actitud de las mujeres, y aún las casadas comienzan a asumir un papel más activo fuera del hogar.
"Debemos estar preparadas porque no sabemos cuándo nos llegará la hora de quedarnos solas", declaró Janet Purse. "Si ya tienes un papel activo en la casa, estarás lista cuando la muerte le llegue a tu esposo", agregó.
Musu señaló que su experiencia le enseñó la importancia de aprender a valerse por sí misma antes de verse forzada a ello. En su opinión, todas las mujeres deberían iniciar su propio negocio.
"El negocio es la clave", afirmó. "Si una mujer tiene cierta preparación como yo, no debe apresurarse a encontrar otro hombre enseguida para casarse, sino iniciar una pequeña empresa", sugirió.
"Puede tratarse de jardinería, agricultura o cualquier otra actividad que no requiera un gran capital. Es sólo empezar, y luego los ingresos se multiplican", añadió.
Recordando su propia experiencia, Musu contó que inició su negocio de comida con 12 tazas de arroz proporcionadas por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.
Actualmente, cocina medio saco de arroz por día, en un país donde la comida callejera ha crecido en popularidad. "Antes me preocupaba mucho cómo podría mantener a mis hijos, pero Dios me encontró una salida que yo no podía ver", expresó.
Musu y la mayoría de las mujeres de Liberia esperan que esta vez la operación de desarme, que comenzó en noviembre y terminó el 31 de enero, finalmente conduzca a la paz y la estabilidad.
Las mujeres y los niños fueron los más afectados por el conflicto civil, que ya lleva ocho años. Cientos de miles de mujeres debieron huir de sus hogares en el campo, donde trabajaban la tierra, y en la ciudad no poseen casa ni familia, además de haber pocas oportunidades económicas para ellas.
Según las estimaciones, 49 por ciento de la población liberiana desplazada está constituida por mujeres. Más de 160.000 de los dos millones de habitantes del país murieron en la guerra civil. (FIN/IPS/tra-en/aj/pm/ml/pr-ip/97