Ocho países musulmanes de dispar realidad se unieron en Estambul para hacer oir su voz las decisiones internacionales y promover la creación de un mercado común islámico, un viejo proyecto del primer ministro turco Necmettin Erbakan.
Los cancilleres de Bangladesh, Indonesia, Irán, Malasia, Nigeria, Pakistán y Turquía, y el vicecanciller de Egipto, formalizaron el sábado en Estambul la conformación del llamado grupo de los Ocho países en Desarrollo (D-8).
El D-8 contará con una secretaría, radicada en Estambul y financiada por Turquía. Entre sus tareas específicas, la secretaría deberá identificar áreas de cooperación económica entre los estados miembros y fijar fecha para una conferencia cumbre en los próximos seis meses.
Erbakan, líder del Partido Islámico del Bienestar, destacó ante los cancilleres asistentes a la reunión el concepto universal de justicia social y calificó la iniciativa de creación del D-8 de "paso histórico".
El primer ministro turco anunció que el D-8 buscará el diálogo con el Grupo de los Siete países de mayor desarrollo industrial (G- 7) y hacer escuchar su opinión sobre "el nuevo orden mundial".
También advirtió que las ocho naciones integrantes del nuevo grupo no aceptarán la práctica del Norte de abatir el precio de los productos básicos mientras aumenta la cotización de su propia producción industrial.
"Eso hace aún más pobres a los países pobres y más ricos a los ricos. Esa práctica debe acabar", dijo Erbakan, que exhortó a las naciones de mayoría musulmana a aumentar su mutua cooperación.
Según la canciller turca Tansu Ciller, la religión no es el cemento que une el D-8, aún cuando sus miembros fundadores sean musulmanes. "Esta organización va a crecer y admitirá a otros estados", expresó.
Las brechas son amplias entre los ocho países fundadores. Hay grandes diferencias entre el producto por habitante de Malasia, el país miembro más rico, y Bagladesh, el más pobre.
"El alto potencial de estos países, que reúnen una población de 800 millones de personas, no se ha trasladado a las relaciones comerciales entre ellas", y el D-8 "promoverá el comercio Sur- Sur", dijo Ciller.
El antecedente inmediato de la reunión de cancilleres fue una conferencia internacional de negocios realizada en noviembre, también en Estambul y con participación de 2.000 funcionarios de gobierno y empresarios musulmanes de 20 países.
El presidente de esa conferencia, Erol Yarar, propuso entonces la conformación de un bloque de comercio islámico y se convino la fecha del 2020 para su nacimiento.
Erbakan respaldó firmemente el acuerdo y exhortó a los estados islámicos a incrementar el comercio mutuo de su nivel actual de 10 por ciento a 90 por ciento de las exportaciones. Así mismo, propuso eliminar la práctica de usar el dólar como medio de pago exclusivo del comercio exterior.
Erbakan, un veterano político de 70 años, preconiza desde hace 20 años la creación de un mercado común islámico. Como secretario general de la Unión de Cámaras de Industria y Comercio, se opuso en 1963 a un acuerdo de asociación de Turquía con la entonces Comunidad Económica Europea (CEE, hoy Unión Europea).
A su juicio, la CEE fue "producto de la mentalidad de una nueva Cruzada", y la asociación de Turquía con ese bloque sólo perpetuaría la condición del país de subordinado del capitalismo occidental y cristiano.
Su prédica le costó el cargo. El primer ministro Suleyman Demirel (1965-1971) desalojó a Erbakan de la Unión de Cámaras de Industria y Comercio y le impidió presentar su candidatura para las elecciones de 1969 en las listas del entonces gobernante Partido de la Justicia.
Pero Erbakan logró ingresar en el parlamento como candidato independiente, y continuó su carrera política.
Hacia 1974, designado viceprimer ministro y ministro de Industria de un gobierno de coalición encabezado por el izquierdista Bulent Ecevit, propuso la integración económica de Turquía con los países árabes vecinos, que acumulaban fabulosas ganancias al multiplicarse por cuatro el precio del petróleo de 1973 a 1974.
Su proyecto no fue recogido por el gobierno de Ecevit, y Erbakan tampoco logró imponerlo en la administración siguiente, la segunda de Demirel, que se prolongó de 1975 a 1977 y en la que fue viceprimer ministro.
Designado primer ministro en julio de 1996, Erbakan ha vuelto a promover su visión de un mundo islámico unido por fuertes lazos de comercio y de cooperación económica.
En dos giras, la primera por el este, con escala en Irán, Indonesia, Pakistán, Bangladesh y Malasia, y la segunda al oeste, que lo llevó a Nigeria vía Egipto y Libia, intentó ganar apoyo para el proyecto de mercado común islámico. Al parecer, ha tenido éxito.
Los ocho países fundadores del D-8, entre los que se cuentan algunos de los más poblados del mundo, congregan a 640 millones de fieles islámicos, dos tercios de la población musulmana total.
Pero la iniciativa fue cuestionada en el área islámica y en otras regiones. Los críticos destacaron que ningún país musulmán de Asia central fue invitado a Estambul y expresan dudas acerca de la viabilidad del proyectado mercado común.
Entre sus argumentaciones, los objetores señalan que mientras Bangladesh figura entre las naciones de menor desarrollo del mundo, Malasia presenta una próspera economía capitalista, y el propósito de integrar a esas dos naciones en un único mercado es temerario.
Por otro lado, Irán y Nigeria son ricos en petróleo y gas natural, pero los países occidentales han decretado su ostracismo.
Hay amplias diferencias en materia de sistema de gobierno en el D-8, agregan los críticos. Indonesia y Egipto mantienen regímenes autoritarios y pro occidentales, y Nigeria es rechazada por Washington y Londres. Irán es constitucionalmente un estado islámico, y Turquía es una nación laica.
Pese a la resistencia de Erbakan, Turquía firmó hace un año un acuerdo de unión aduanera con la Unión Europea (UE), y el nuevo gobierno no ha retirado la solicitud de plena incorporación a ese bloque.
La contradicción de aspirar al ingreso en la UE con el proyecto de creación del mercado común islámico es demasiado flagrante para ser ignorada.
Los asistentes a la reunión realizada el sábado en Estambul son conscientes de los escollos e inconvenientes de su proyecto y del extendido escepticismo que éste provoca en varios ámbitos.
Egipto, el único país participante que no envió a su canciller a Estambul, es el más escéptico. También es cauteloso frente a toda iniciativa que pueda debilitar el papel de la Liga Arabe.
Del encuentro no surgió la fecha de la cumbre de los líderes del D-8, un hecho que, para algunos, insinúa la escasa firmeza del proyecto. Pero esa omisión se debió principalmente a la inminencia de las elecciones parlamentarias en Pakistán, un país administrado ahora por un gobierno interino.
Así mismo, los fundadores no se consideran miembros exclusivos del mercado común islámico, y se declararon abiertos a recibir nuevos integrantes.
Finalmente, Erbakan puntualizó desde el comienzo que la cooperación económica debe ser promovida activamente entre todos los países musulmanes, independientemente de la diversidad de formas de gobierno. Ese principio guía su política exterior. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/ff/ip/97