AFGANISTAN: La ciudad más grande del país está en Pakistán

En el centro de Peshawar, una ciudad paquistaní fronteriza con Afganistán, se encuentra la Puerta de Kabul, que conducía de ese bastión amurallado al Paso de Khyber y, por último, a la capital afgana.

Hoy, ocho años después de la retirada del ejército soviético de Afganistán, Peshawar es más afgana que paquistaní, e incluso tiene una población afgana superior a la propia Kabul, destruida por la guerra civil entre los mujaidines.

Hay un millón de afganos en la ciudad o en sus alrededores, y de esa nacionalidad son la gran mayoría de los vendedores callejeros que festonean el bazar (mercado) de Khyber, ofreciendo desde cepillos dentales hasta teléfonos inalámbricos, juguetes y ropa.

Los vendedores comparten la calle con cambistas informales, y como éstos, son hostigados con frecuencia por la policía paquistaní, y a menudo pierden sus mercancías.

"La policía es mala", lamentó Samiullah, de 13 años, un afgano que nació y ha pasado toda su vida en campamentos de refugiados.

"Sin ningún motivo, la policía pide su pasaporte a todo afgano que encuentra en las calles. y a quien no tiene documentos le exigen dinero", dijo Samiullah.

Como los refugiados en otras regiones del mundo, los afganos son chivos expiatorios en Pakistán, especialmente luego de la explosión de un coche bomba en una atestada área comercial de Peshawar, el último año, que dio muerte a 75 personas .

De haber ocurrido en Islamabad, ese atentado habría sido seguramente endilgado a India. Pero en Peshawar el problema son los refugiados procedentes del vecino Afganistán y cientos de ellos fueron detenidos y sometidos a interrogatorio, provocando la protesta del consulado afgano.

Los residentes paquistaníes toleraban a los refugiados afganos cuando la presencia de éstos atraía una masiva asistencia militar y apoyo humanitario de Occidente. El comercio prosperó en Peshawar en los años 80, mientras la guerra arrasaba Afganistán.

Pero los mujaidines ya no luchan contra la intervención extranjera, sino entre sí. Y los afganos son culpados en Peshawar del tráfico de heroína, de la fácil disponibilidad de armas en las calles y de varios delitos.

Pakistán apoya a la milicia radical islámica Talibán, que tomó Kabul hace seis meses y lucha contra el gobierno depuesto, que resiste con apoyo de ex aliados de los soviéticos.

Los refugiados afganos eran recibidos con los brazos abiertos en Peshawar en tiempos de la intervención militar de la Unión Soviética en su país.

Se vivía aún la guerra fría y Estados Unidos y sus aliados árabes bombeaban miles de millones de dólares para la resistencia afgana, casi siempre a través de Islamabad y Peshawar, y varios intermediarios se enriquecían en la ruta del dinero.

El caudal de recursos del exterior se agotó súbitamente, cuando las tropas rusas abandonaron Kabul y la guerra fría tocó a su fin.

Los mujaidines entrenados por Estados Unidos, que conitnuaron la guerra, fueron reclasificados como "terroristas islámicos", tras ser considerados luchadores por la libertad.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados recortó el último año 85 por ciento su ayuda a los afganos refugiados en Pakistán y ahora sólo asiste a los más vulnerables, como las viudas, los huérfanos y los incapacitados.

Mientras, el Programa Mundial de Alimentos puso fin a su entrega de víveres, y los afganos se convirtieron en huéspedes indeseados en Pakistán.

Pakistán intentó en 1994 cerrar sus fronteras, pero la ofensiva de Talibán sobre Kabul precipitó la huida de miles de pobladores, que desbordaron los controles limítrofes y entraron en territorio paquistaní.

La caída de Kabul en manos del movimiento Talibán determinó otra ola de refugiados. Pakistán confía en que los afganos regresen finalmente a su país, aunque el éxodo de pobladores de Kabul todavía continúa.

Cando la ayuda extranjera se convirtió en débil goteo, la policía de Peshawar comenzó a atribuir a los refugiados afganos participación en asesinatos, secuestros, robo de automóviles y prostitución.

También fueron acusados de introducir en Pakistán fusiles de guerra y la cultura de la droga, pese a que tanto las armas como los estupefacientes fueron financiados con dinero de Occidente.

Mientras varios señores de la guerra afganos habitan mansiones en áreas suburbanas de Peshawar, la mayoría de los refugiados están hundidos en la extrema pobreza y viven en las viviendas de adobe de campamentos infestados de moscas.

La ruina de la economía afgana se expresa en la incesante depreciación del afganí, la moneda nacional, que se cambia a razón de 330 unidades por cada rupia de Pakistán.

Más allá de la Puerta de Kabul tiene su pequeño quisco Amanullah, un cambista afgano. "Intento emigrar con mi familia. Australia rechazó nuestra solicutud de visa, pero no volveremos a Kabul, aunque se logre la paz", declaró.

Los observadores creen improbable un acuerdo de paz entre el movimiento Talibán y las fuerzas de Burhanuddin Rabbani, que se enfrentan con la misma ferocidad con que los mujaidines combatieron a los soviéticos. (FIN/IPS/tra-en/dh/kd/an/ff/pr/97

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