MIGRACIONES: Los caminos llevan ahora a Praga, Budapest y España

Las corrientes migratorias adquieren derroteros curiosos, como los que convierten ahora a Praga y Budapest en dos centros de atracción, o inesperados, como la transformación gradual de España en un país de inmigración.

Otro dato del movimiento migratorio indica que sigue en disminución el número de solicitantes de asilo en Europa Occidental y en América del Norte. En 1996 sumarán probablemente unos 400.000, mientras que en 1992 ascendían a 825.000.

Esas tendencias surgen del último boletín sobre inmigraciones editado por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (NU/CEE), que incluye también a América del Norte.

La gran masa de población europea en movimiento continúa siendo la de bosnios. Cifras recogidas en septiembre pasado indicaron que 1.050.000 originarios de Bosnia Herzegovina se encontraban refugiados en el exterior. Los desplazados internos del país sumaban 1.250.000 personas.

En general, la afluencia de migrantes internacionales legales a Europa y América del Norte se mantuvo estable en la primera mitad de 1996. Estados Unidos figura a la cabeza de los receptores, con 440.000 personas en el período. Le siguen Alemania con 434.000 y Canadá con 101.000.

De todos modos, la inmigración declina en Alemania, al igual que en Francia, otro país donde la presencia de extranjeros ha suscitado agudos debates internos.

Pero el fenómeno más singular es el aumento significativo de residentes extranjeros en las capitales de los países en transición de Europa central.

El informe de la NU/CEE indicó que el cambio sobresalió en dos ciudades. En Praga, entre 9 y 11 por ciento de los residentes eran extranjeros en 1995. En Budapest, oscilaban entre 4 y 6 por ciento. En 1989, esa proporción era insignificante en las dos capitales.

Los nuevos vecinos de Praga y Budapest llegan a través de dos flujos bien diferenciados.

Una de las corrientes está integrada por jóvenes provenientes de Europa Central y Oriental y de Asia. Encuentran ocupación en sectores de trabajo intensivo, en casas de comidas y en mercadeo a pesar de que a veces cuentan con calificaciones universitarias.

El segundo grupo procede de Estados Unidos y de Europa Occidental. Se trata de universitarios relativamente jóvenes con buena formación profesional.

La atracción de Praga se relaciona con la expansión que vive la capital, que en 1995 registró un índice de desempleo del 0,3 por ciento, mientras en toda la República Checa ascendía a 3,8 por ciento.

El fenómeno ha sido acompañado por el desembarco de una oleada de capitales y de empresas extranjeras. A fines de 1994 había 11.300 firmas del exterior que operaban en Praga.

A fines de 1995 los residentes extranjeros llegaban a 53.000. A esa cifra debían sumarse los ilegales, que incluían a unos 20.000 chinos, 20.000 ucranianos, entre 20.000 y 30.000 norteamericanos y entre 5.000 y 10.000 europeos occidentales.

La mayoría de los migrantes occidentales en Praga son de origen norteamericano, muchos de ellos jóvenes, ocupados de consultores, docentes, profesores de inglés, empresarios y ejecutivos de firmas extranjeras.

En la afluencia de occidentales a Budapest incide el monto elevado de inversiones extranjeras directas arribadas a Hungría, que en 1995 se elevaron a 4.400 millones de dólares.

En total, los residentes extranjeros en Budapest ascienden a unos 150.000, comprendidos 46.712 con permiso por un año y los inmigrantes ilegales.

El caso de España muestra una transformación paulatina de país expulsor a receptor de población migrante.

El proceso comenzó en los años 70 con el flujo de víctimas de las dictaduras militares de América Latina y con el arribo de los primeros europeos que se instalaban en las costas de la península.

La proporción de residentes extranjeros legales en España, 1,3 por ciento sobre un total de 39,1 millones de pobladores en 1995, es baja en comparación a otros países europeos. Francia tenía 6,4 por ciento en 1991 y Alemania, 8,6 por ciento en 1994.

Pero lo llamativo del caso español es el índice de aumento, de 22 por ciento, registrado entre fines de 1993 y mediados de 1996, cuando los extranjeros legales sumaban 526.000.

Un número considerable proviene de países de la Unión Europea, en especial de Gran Bretaña (67.000) y Alemania (44.000), pero también de Estados Unidos (16.000). En su mayoría son retirados que no trabajan.

El número de migrantes económicos en España es estimado en unos 300.000. Un tercio proviene de Africa, en especial de Marruecos (78.000) y de Argelia, Gambia, Cabo Verde y Senegal. Este flujo se encuentra en aumento y consiste en mano de obra sin calificación profesional.

Otra parte proviene de América Latina. La primera corriente de esa región huía de las dictaduras del Cono Sur (Argentina y Chile). En la actualidad gozan de buena posición económica, se encuentran integrados y en su mayoría cuentan con nacionalidad española.

Pero en los últimos años, el flujo proviene de otros países de América Latina, como República Dominicana (17.000) y Perú (17.000). Tienen menor preparación profesional y se ocupan con frecuencia en tareas domésticas.

El informe observó que a pesar del alto nivel de desempleo entre los españoles, existe una demanda considerable de inmigrantes debido a la segmentación del mercado laboral.

Los inmigrantes aceptan remuneraciones inferiores y ocupaciones que los nacionales desechan, indicó. (FIN/IPS/pc/jc/pr/96

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