(Artes y Espectáculos) ESTADOS UNIDOS: El Doctor Funkenstein vuelve al quirófano

Con su dedo arrastrando una explosiva y sinuosa línea de contrabajo y una voz que parece un agudísimo gruñido, "Godfather of Superfunk" ("El Padrino del Superfunk") se mueve a un ritmo diferente.

La música que toca es el "funk", y el "padrino" es George Clinton, el "Doctor Funkenstein", acompañado por su P-Funk All Stars.

George Clinton tiene miríadas de seguidores en todo Estdos Unidos. Muchos recuerdan sus primeros años en el espectáculo y son algo mayores que la mayoría de sus fanáticos, estudiantes universitarios que enloquecen por su música.

"Dales 'funk' para ver qué cara ponen", chilla la locutora Melissa Weber, de la radio WWOZ de Nueva Orleans.

De gira por las universidades estadounidenses, Clinton introduce en los oídos melodías que oscilan entre el grito, el erotismo y el canto religioso.

De tanto en tanto, irrumpen los bronces para encajar rítmicas armonías y, persistente, el bajo mantiene el ritmo fresco y en movimiento.

"George Clinton no puede morir. Multiplica", anotó Barbara Beebe del diario The New Funk Times, sólo disponible en la red informática Internet.

En su último disco, T.A.P.O.A.F.O. ("The Awesome Power of a Fully Operational Mothership", o "El Venerable Poder de una Maternidad Plenamente Operativa"), la P-Funk All Stars va a todo trapo.

"Es hermético e infinitamente actualizado", sentenció Beebe, paradójicamente.

Canciones como "New Spaceship" ("Nueva nave espacial"), "Sloppy Seconds" ("Segundos desprolijos") y "Let's Get Funky" ("Vamos a 'funkear"') ofrecen lo mejor de Clinton y sus All Stars.

El disco es excelente, pero ver al grupo en acción sobre un escenario es como apreciar a través de ojos y oídos un animal completamente diferente. El golpeteo obsesivo del funk no cesa nunca en ninguna de las 14 canciones.

Las actuaciones en vivo son lo que atrae a los estudiantes universitarios. La música es maravillosa y la total entrega de Clinton y sus acompañantes en escena deja sin aliento a los espectadores.

No es inusual que los conciertos duren tres o cuatro horas y que los músicos se sustituyan unos a otros debido al cansancio y sin que el ritmo desfallezca. Un guitarra puede cambiar de manos siete u ocho veces.

"George Clinton no es de los que quedan satisfechos si rinden al cincuenta por ciento de su capacidad en un concierto. Excita a los espectadores y les contagia el frenesí del funk, y solo se detiene cuando el público y los músicos están absolutamente exhaustos", escribió Mark Kemp, de la revista Rolling Stone.

"La vida es una cuestión de estilo. Nadie es mejor que nadie. Tu estilo puede ser bueno y el mío, malo, y por un minuto estarás en la cumbre", dijo Clinton en una entrevista que concedió a The New Funk Times.

En comparación con sus primeros trabajos, Clinton y compañía aplacaron su funk original. Muchas de las canciones son, de cualquier manera, funkies, pero no tanto como las del primitivo padrino del género.

T.A.P.O.A.F.O.M. contiene esa firme y, al mismo tiempo, elástica cadencia de P-Funk, pero difícilmente se compare con el áspero estilo que caracterizó a Clinton hace años. Pero a él no le importa.

El propio músico dijo muchas veces que la cuestión no era estar de moda o fuera del candelero, sino dentro de su propia naturaleza. Para él, los críticos no existen mientras pueda tocar su música, hacer un buen trabajo y darse cuenta de que la audiencia lo admira.

"El negocio de la música corre en círculos. Los estilos regresan más rápidamente ahora. Y, una vez que un estilo regresa, todas las cosas que le acompañaron también vuelven. Si el mío se retrasa, me las arreglaré", sostuvo. (FIN/IPS/tra-en/mm/mj/cr/96

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