Sin grandes carteles de la droga ni conocidos peces gordos del negocio, y pese a la radical presión de Washington con su política de descertificación, el narcotráfico en América Latina creció en 1996 estimulado por la siempre insatisfecha demanda de Estados Unidos.
Informes de la Agencia Estadounidense contra las Drogas (DEA) señalan que Estados Unidos gasta cerca de 50.000 millones de dólares anuales en drogas ilegales, entre las cuales las principales son la cocaína, la marihuana y la heroína, por el hábito de más de 12 millones de consumidores.
La carga más pesada en la producción de drogas aún recayó sobre las espaldas de Bolivia, Colombia y Perú, tres naciones andinas que concentran la totalidad de la producción de coca y cocaína en el mundo.
Otros países de la región como Brasil, Ecuador, México, Panamá, Uruguay y Venezuela se integraron a la cadena como territorios de tránsito de estupefacientes hacia el norte, según un sondeo de IPS recogido en varias capitales de la región.
Los esfuerzos por reducir el hasta ahora imparable negocio ilícito continúa moviéndose al ritmo de la política descertificadora de Estados Unidos, que cada 1 de marzo anuncia las buenas y las malas noticias para 12 países latinoamericanos que en su criterio colaboran o no en la lucha contra las drogas.
Durante el año que concluye, los elogios del zar antidrogas de Estados Unidos, Barry McCafrey, a los alumnos aplicados que producen droga alcanzó sólo a Bolivia y Perú, pero no a Colombia, que desaprobó en esta materia y recibió la "descertificación" del país del norte.
Ese retiro de confianza, sumado al posterior retiro de la visa de ingreso a Estados Unidos del presidente Ernesto Samper, acusado de tener vínculos con los jefes de los carteles de la droga, impulsó a COLOMBIA a emprender una tenaz persecución de organizaciones del narcotráfico.
En su intento por recuperar la confianza perdida de Estados Unidos y la certificación para el próximo 1 de marzo, el ejecutivo colombiano ha acompañado esas acciones con nuevas leyes para controlar las fortunas de los narcotraficantes.
Colombia, primer productor mundial de cocaína, controla junto con Bolivia y Perú más de 200.000 hectáreas de cultivos de coca utilizados en la fabricación de la droga.
BOLIVIA, segundo productor mundial de coca después de Perú y que tiene el objetivo de llegar al 2000 sin esta materia prima de la cocaína, tuvo un año exitoso en lucha al narcotráfico, según la evaluación de sus autoridades.
El gobierno de La Paz se aseguró una buena calificación en el examen de Washington porque este año erradicó 7.575 hectáreas de cultivos de coca, cifra superior a las 5.400 hectáreas exigidas por Estados Unidos.
El año que concluye, el gobierno de Bolivia aprendió la lección y apresuró la erradicación de coca para no sufrir un nuevo ultimátum de Washington, como ocurrió en 1995, pero aún quedan alrededor de 30.000 hectáreas del polémico cultivo.
La tradicionalmente radical resistencia campesina bajó la guardia este año y las violaciones a los derechos humanos -frecuentes en la región del Chapare, donde se produce coca y cocaína- disminuyeron aunque no desaparecieron.
Organizaciones independientes defensoras de los derechos humanos, como la Human Rights Watch, destacaron que este año las iniciativas antidroga del gobierno boliviano ya no se caracterizaron por las confrontaciones violentas entre productores de coca y policía, como ocurría hasta 1995.
En el plano de la corrupción por narcotráfico, la ira de Estados Unidos se descargó contra el ex presidente boliviano Jaime Paz Zamora (1989-1993) y toda la cúpula de su partido: el Departamento de Estado Norteamericano les retiró su visa de ingreso a ese país.
Paz Zamora y los principales dirigentes de su partido, el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), fueron acusados de haber recibido aportes del narcotraficante Isaac "Oso" Chavarría – fallecido en prisión en 1995- durante una campaña electoral.
En ese marco, el gobierno de Washington, a través de su embajada en Bolivia y la DEA, tuvo una influencia determinante en la sentencia a cuatro años de prisión del político Oscar Eid, segundo hombre del MIR y brazo derecho de Paz Zamora.
El caso de las visas de Paz Zamora y otros políticos en Bolivia, y Samper en Colombia, mereció el repudio de los gobiernos de la región, que lo consideraron una agresión peligrosa del país norteamericano que en el futuro puede afectar a cualquier mandatario que no sea de su simpatía.
En PERU, los éxitos represivos incluyeron este año el descubrimiento de mafias exportadoras en la marina y la Fuerza Aérea, y el enjuiciamiento por narcotráfico de 348 miembros de esas organizaciones militares.
Perú tiene aproximadamente 130.000 hectáreas de cultivos de coca, 15.000 más que en 1995, y en las políticas de erradicación se utilizan métodos de control biológico y aparentemente también defoliadores químicos lanzados desde el aire.
En forma paralela a la producción de cocaína, América Latina ha desplazado a Asia del dudoso honor de ser el primer proveedor ya no sólo de cocaína, sino también de heroína a Estados Unidos.
Según la DEA, 63 por ciento de la heroína incautada en Estados Unidos durante 1995 provino de América Latina, y se estima que en 1996 ese porcentaje será aún mayor, principalmente por la producción colombiana de esta droga.
En síntesis, 1996 fue un año en que paradójicamente los éxitos en la lucha a las drogas y la presión de Estados Unidos con la "descertificación" nada pudieron hacer para impedir que el negocio de las drogas continúe en ascenso.
No hay más peces gordos del narcotráfico: el negocio es ahora un trabajo de hormigas, porque la droga sale a los centros de consumo en forma dispersa y en pequeñas cantidades, pero su dimensión global parece advertir que aún está lejos el día en que el continente logre erradicar este problema. (FIN/IPS/jcr/jc/ip/96