Los peces se atreven a entrar en la bahía y las aguas de la principal rada de Cuba parecen recuperar su color azul, pero los daños ocasionados al ecosistema durante más de un siglo podrían ser irreversibles.
"Veo de vez en vez algún sábalo saltando o alguna que otra liseta fajándole (atacando) a las sardinas, y eso sí que no se veía desde hace mucho tiempo", dijo Pablo Olivares, un asturiano de 70 años que hace 40 vive muy cerca del puerto de La Habana.
Para Olivares, las aguas son mucho más limpias que hace unos años, pero, ni se parecen a las que él conoció cuando como miles de españoles llegó a Cuba sin saber que se quedaría para siempre.
Mientras la superficie de las aguas es la mejor prueba de la disminución de la contaminación por la menor presencia de hidrocarburos, informes especializados aseguran que ahora el verdadero peligro se encuentra en el fondo marino.
Cientos de miles de metros cúbicos de sedimentos de materia orgánica reposan en el lecho, tan contaminante como el petróleo y sus derivados, pero mucho menos visibles, advirtió el semanario Granma Internacional, edición en cinco idiomas del diario oficial del Partido Comunista de Cuba.
Considerada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como una de las 10 bahías más contaminadas del mundo, la ensenada de La Habana es hoy la imagen viva de la acción depredadora del ser humano sobre el medio natural.
Con 5,2 kilómetros cuadrados de superficie y 47 millones de metros cúbicos de agua, la bahía afecta directamente a 20.000 trabajadores que laboran en la zona y a miles de personas que viven en sus alrededores.
Expertos locales puntualizan que cualquier acción para salvar la rada habanera de la contaminación no eliminaría daños ya irreparables y estaría dirigida a evitar una mayor agresión y disminuir los niveles actuales.
"Los peces podrán volver. Pero no creo que alguna vez los habaneros volvamos a bañarnos en esas aguas como se hacía en el siglo XVIII", dijo Iramis Valdéz, historiadora de 38 años que vive a solo unos metros de la entrada de la bahía.
El interés científico por el deterioro de la bahía se remonta a 1886, pero no fue hasta 1974 que la especialista Regla Cañas Pérez identificó fuentes contaminantes y sugirió medidas para el mejoramiento ambiental.
Fuentes del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente aseguran que entre 1986 y 1994 se verificó una sustancial mejoría en la calidad de las aguas.
El oxígeno disuelto en la superficie era de 0,60 milígramos por litro de agua entre 1986 y 1990, y en 1994 ascendió a 6,53 milígramos por litros, según el Ministerio.
El oxígeno disuelto en el fondo de la bahía aumentó de 2,42 a 4,96 milígramos por litro y, al mismo tiempo, se anunció el descenso de la concentración de sulfuro de hidrógeno, hidrocarburos totales y coliformes fecales.
De acuerdo con los especialistas, el vertido de hidrocarburos y las operaciones portuarias ya no son los principales responsables de la contaminación de la bahía habanera.
Estudios realizados en la pasada década cuantificaron la descarga diaria de desechos orgánicos en 105 toneladas, procedentes de fábricas, drenajes pluviales y de la red de alcantarillado.
La bahía recibe los desechos de una refinería de petróleo, de varias centrales eléctricas, de una fábrica de gas y de una interminable lista de mataderos, puertos pesqueros y destilerías.
Según el ingeniero Eduardo Normand Cabrera, un proyecto de planificación y manejo ambiental de bahías y zonas costeras fuertemente contaminadas ayudó a reducir el vertido de hidrocarburos y posibilitó la reaparición de especies marinas.
"Al disminuir el derramamiento de hidrocarburos han menguado las extensas manchas oleaginosas que niegan la entrada de oxígeno y ofrecen, al oxidarse, un nauseabundo aspecto de putrefacción", indicó Granma Internacional.
El Ministerio de Ciencia informó que la concentración de hidrocarburos pasó de 0,34 milígramos por litro en el período 1986- 1990 a 1,3 entre 1991-1993, y desde 1994 se mantiene en 0,30, una proporción considerada "no significativa".
Las causas de esa disminución pueden buscarse en la caída de la actividad industrial registrada en la isla a consecuencia de la crisis económica de los últimos seis años.
Pero, además de los efectos espontáneos de la crisis, la mejoría de las aguas responde también a una serie de iniciativas del gobierno que, entre 1986 y 1989, invirtió seis millones de dólares en beneficio de la bahía.
La rcuperación de la bahía es prioritaria para las autoridades, que prohibieron el lavado de los buques en la rada y recomiendan inversiones en el tratamiento y control de aguas residuales.
La Organización de las Naciones Unidas aportó 400.000 dólares para estudios de factibilidad y preinversión, que deben dar lugar a proyectos ejecutivos para enfrentar y reducir la contaminación.
"Esa bahía exige gigantescos trabajos para terminar con su contaminación, evaluados en miles de millones de dólares", dijo un ejecutivo de la Comisión Nacional de Protección del Medio Ambiente.
El funcionario reconoció que la crisis económica hace "imposible" invertir los recursos necesario para la limpieza de la bahía. (FIN/IPS/da/ff/en/96