Los banyamulenge, tutsis nacidos en Zaire a quienes se niega la ciudadanía por descender de emigrados, son considerados víctimas o agresores, según se vea, en un nuevo conflicto étnico que surge en Africa central.
Unos 220.000 refugiados (143.000 originarios de Burundi y 75.000, de Ruanda) abandonaron en los últimos días 12 campamentos ubicados en la zona de Uvira, la ciudad zaireña que se levanta sobre la costa septentrional del lago Tanganika, cerca de límite con Burundi.
La estampida humana fue provocada por el agravamiento de los combates que libran desde hace más de una semana tropas del ejército zaireño y combatientes banyamulenges, que son apenas 400.000.
Gatumba es una extensa comuna a unos 25 kilómetros al oeste de Bujumbura, la capital de Burundi, y se encuentra a un kilómetro del puesto donde los soldados armados con rifles AK-47 custodian la frontera.
Desde aquí se ven fácilmente los techos de Uvira, un grupo de viviendas diseminados al pie de las imponentes montañas Mitumba, en territorio de Zaire. Hace pocas semanas, casi nadie en el mundo exterior conocía la existencia de este poblado. Hoy, cobró fama debido al conflicto étnico en Burundi.
"El pueblo está bajo control del ejército de Zaire, mientras los banyamulenge están en las montañas", dijo un europeo que trabaja para un organismo internacional de asistencia en Bujumbura.
Los banyamulenge son tutsis originarios de los actuales territorios de Ruanda y Burundi y llegaron a lo que hoy es Zaire oriental en sucesivas migraciones que comenzaron hace más de 200 años.
Esta minoría se estableció en las tierras altas cercanas a la ciudad de Uvira entre los siglos XVI y XIX. Su situación es precaria desde 1981, cuando una ley les negó la nacionalidad zaireña.
El gobierno de Zaire afirma que milicias banyamulenge recibieron entrenamiento de los militares de Ruanda, predominantemente pertenecientes a la etnia tutsi.
Este fue el argumento empleado por las autoridades para explicar los arrestos arbitrarios y otras atrocidades contra esta comunidad, de acuerdo con informes de varias organizaciones humanitarias y otras fuentes.
Refugiados hutus procedentes de Burundi y Ruanda, apoyados por civiles y el ejército regular, se lanzaron a principios de este año contra la comunidad banyamulenge.
Unos 300 banyamulenge fueron asesinados en las últimas semanas. Según la organización humanitaria Amnistía Internacional, 50 desaparecieron tras ser detenidos por el ejército.
Amnistía Internacional y otras organizaciones exhortaron este martes a Gran Bretaña que efectúe un reclamo en favor de los banyabulenge, en coincidencia con la presencia en Londres del primer ministro de Zaire, Kengo wa Dondo, que el lunes empezó una visita de tres días a Londres.
"Hemos solicitado al gobierno británico que haga uso de su influencia sobre el régimen de Zaire para acabar con la violación de los derechos humanos", informó Godfrey Byaruhanga, portavoz de Amnistía Internacional.
A comienzos de octubre, la población de refugiados en la región de los grandes lagos (Zaire, Ruanda, Burundi y Tanzania) ascendía a 1.892.253 personas.
El relator especial de la ONU sobre los derechos humanos en Zaire, Roberto Garretón, evaluó que la violencia desencadenada en ese país es apenas una prolongación de las matanzas étnicas de Ruanda y Burundi, donde perecieron más de medio millón de personas desde 1994.
La alta comisionada de Naciones Unidas para los refugiados, Sadako Ogata, informó el día 7 que "redadas a los dos lados de la frontera que apuntan a sobrevivientes del genocidio en Ruanda y ataques contra residentes tutsi en Kivu, Zaire, provocaron una resistencia armada y más muertes".
El vicegobernador de Kivu Meridional, Lwasi Ngabo Lwabangi, exigió a los banyamulenge que bajen de las montañas. De lo contrario, advirtió, la guerra será total. "No aceptaremos que haya dos ejércitos en territorio de Zaire", dijo.
Lwabangi aseguró que los rebeldes banyamulenge atacaron el día 6 el poblado de Lemera, entre Bukavu y Uvira, y asesinaron a personal médico y pacientes del centro de asistencia local.
Aubin Mulaga, un médico que logró escapar ileso, dijo a los periodistas que los rebeldes "mataron a 28 pacientes en sus camas, cuatro enfermeros y dos médicos".
El profesional atribuyó el ataque al tratamiento que recibían allí hutus de Ruanda que ayudaron el ejército de Zaire a combatir a los banyamulenge.
Dos días después de la masacre, soldados zaireños irrumpieron en Uvira, se incautaron de vehículos pertenecientes a la organización humanitaria Care International y asaltaron a sus funcionarios a punta de pistola, según Chris Anderson, perteneciente al grupo.
Uvira fue el segundo distrito de Zaire oriental conmocionado por los conflictos étnicos este años. Hace pocos meses, miles de banyarwanda, zaireños de origen tutsi, fueron obligados a huir de Masisi hacia Ruanda y Uganda, en el norte.
Los banyarwanda fueron víctimas de persecuciones de refugiados hutu armados y de otros grupos étnicos, en los que supuestamente participaron militares de Zaire.
Mientras Zaire acusó a Ruanda de brindar entrenamiento y armas a banyamulengue y banyarwanda, el gobierno en Kigali afirmó que Kinshasa respalda al antiguo ejército de Ruanda derrotado por el Ejército Patriótico de Ruanda en 1994.
El viejo ejército, junto a milicias hutu que participaron en el genocidio en Ruanda entre abril y julio de 1994, huyó con sus armas a Zaire. Hasta ahora, no han entregado sus armas, e incluso recibieron más de Europa oriental en sus campos en el este de Zaire.
La tensión entre Zaire y Ruanda llegó a punto de ebullición a finales del mes pasado, cuando tropas zaireñas en Bukavu se intercambiaron disparos con soldados del Ejército Patriótico de Ruanda a través de la frontera.
A inicios de este mes, unos 500 refugiados banyamulenge cruzaron a Ruanda, pero el presidente de ese país, Pasteur Bizimbungu, dijo que solo aceptaría a mujeres y niños.
"Le diremos a los hombres que regresen a Zaire. Kinshasa debe aceptar que los banyamulenge también son zaireños", dijo Bizimbungu.
Informes sin confirmar sostienen que soldados banyamulenge desertan en masa del ejército de Zaire para unirse a las milicias en las montañas Mitumba.
Unos 18.000 tutsis, muchos de ellos nacidos en Zaire, fueron expulsados del país por el ejército en los últimos dos meses, y la mayoría viven ahora como refugiados em Burundi y Ruanda, según Amnistía Internacional.
"Todo parece indicar que el conflicto entre el ejército de Zaire y los banyamulenge armados no acabará pronto y traerá más inseguridad a Uvira", según un informe del Programa Mundial de Alimentación (WFP).
ACNUR informó en Ginebra que más de 50 funcionarios de agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de organizaciones no gubernamentales pudieron abandonar las oficinas de Uvira donde estaban recluidos. (FIN/IPS/tra-en/mn/kb/mj/ip pr/96