El frente regional de Medio Oriente contra las fuerzas de Talibán en Afganistán, aunque proyecta una imagen de fuerza, es débil en términos de capacidad estratégica y étnica frente a Arabia Saudita y Pakistán, los cuales respaldaron la creación de las milicias fundamentalistas.
La frágil alianza de Irán, las repúblicas del centro de Asia, Rusia e India tiene pocos elementos de cohesión para enfrentar el avance de las milicias, que ahora controlan 70 por ciento del territorio de Afganistán, incluyendo Kabul, su capital.
Aunque Irán tiene una extensa frontera con Afganistán, su población es mayoritariamente chiíta, y el régimen no atrae a los afganos, predominantemente sunitas.
La minoría étnica hazara en Afganistán, seguidora del Islam Chiíta, se distingue del resto de la población, ya que pertenece al grupo étnico mongol.
De las tres repúblicas centroasiáticas limítrofes con Afganistán, dos no están interesadas en inmiscuirse en la crisis afgana.
En Tajikistán, con un conflicto de baja intensidad entre el régimen secular, respaldado por Rusia, y la oposición armada islámica, el gobierno de Dushanbe no está en posición de volcarse a una alianza contra Talibán.
En el caso de Turkmenistán, mientras el régimen secular del presidente Sapramurad Niyazov se une públicamente a otras repúblicas centroasiáticas de mayoría musulmana para alertar sobre el peligro de que la guerra civil afgana se extienda a los países vecinos, no está dispuesto a involucrarse en el respaldo a quienes combaten en Afganistán.
Solamente Uzbekistán, gobernado por el presidente secularista Islam Karimov, tiene la voluntad da canalizar ayuda militar y económica a las fuerzas antitalibán. Además, tiene la posibilidad logística y política de hacerlo.
Hay varios caminos que cruzan las fronteras entre Uzbekistán y Afganistán. El general Abdul Rashid Dostum, presidente de la Alianza Norte, que comprende a seis provincias del noreste de Afganistán y tiene su capital en Mazare Sharif, pertenece a la etnia uzbeka.
Desde la caída del presidente comunista Muhammad Najibullah en Kabul en abril de 1992, Dostum, ex comunista, mantiene lazos con Islam Karimov, presidente de Uzbekistán, también ex comunista.
Ambos líderes se proponen contener a los extremistas islámicos. Dostum criticó algunos de los edictos religiosos impuestos por Talibán en Kabul desde septiembre, en especial la prohibición de las mujeres a estudiar y trabajar.
Irán, -en una medida que resulta interesante- también criticó la acción de Talibán contra las mujeres, sosteniendo que se opone a las enseñanzas del Corán, el cual hace un llamado a todos los creyentes, independientemente del sexo, a adquirir conocimiento.
Aunque Rusia no tiene frontera común con Afganistán, el gobierno en Moscú es consciente de la importancia estratégica de las repúblicas de mayoría musulmana a lo largo de su frontera sur, tres de las cuales actúan como colchón entre el país y Afganistán.
También es consciente de los musulmanes dentro de sus propias fronteras. Aunque sólo son 10 por ciento de la población, se concentran en la región caucásica en el sur, incluyendo la problemática Chechenia.
Por todo esto, Moscú se plantea detener a Talibán, aunque sea a través de sus aliados en las capitales centroasiáticas.
Al igual que Rusia, India no comparte sus fronteras con Afganistán, y también tiene presente el impacto del monopolio de poder de Talibán en Afganistán sobre sus ciudadanos musulmanes, que constituyen 13 por ciento de la población nacional.
Más específicamente, Nueva Delhi está preocupada por las implicaciones de la supremacía de Talibán para la población musulmana de la región de Cachemira, donde desde 1989 hay un violento movimiento separatista armado por Pakistán y los partisanos islámicos de Afganistán.
Pakistán, que envió al ministro del Interior, Naseerullah Babar, para mediar entre Talibán y las fuerzas del ex gobierno en Kabul, tiene varias ventajas sobre sus rivales, y está involucrado en los asuntos de Afganistán desde 1973, cuando Muhammad Daud Khan desplazó a su sobrino, el rey Zahir Shah, y declaró una república.
Tras la intervención militar soviética en diciembre de 1979 para reforzar el régimen militar de izquierda que tomó el poder en abril de 1978, Pakistán se convirtió en un país de primera línea en la guerra fría entre Occidente y el bloque soviético, y parte integrante de la lucha armada de los mujaidines afganos contra Kabul y Moscú.
Pakistán también se convirtió en un santuario para refugiados afganos, hasta tres millones de los cuales educaron a sus hijos en escuelas islámicas sunitas financiadas por Arabia Saudita.
Estos estudiantes serían luego entrenados y armados por los Interservicios de Inteligencia de Pakistán, para formar el núcleo de las milicias Talibán (literalmente, "estudiantes religiosos").
Cansado de la violencia entre facciones afganas, Pakistán hizo entrar a Talibán en escena en julio de 1994, y ha observado con satisfacción el decidido avance hecho por sus fuerzas, cuyos cuarteles están instalados en Kandahar, al sur de Afganistán.
La primera delegación extranjera que llegó a Kabul tras su captura por Talibán fue de Pakistán, con Babar a la cabeza. Aunque el gobierno del presidente Borhanuddin Rabbani perdió la capital ante Talibán, aún es reconocido internacionalmente como el gobierno de Afganistán.
Este lunes las tropas de Rabbani se econtraban 20 kilómetros al norte de Kabul, tras dos días de avance. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/lp/ip-cr/96