Rusia no plantea obstáculos reales para la ratificación de la Convención de Armas Químicas (CWC), aunque varios factores anticipan un retraso, entre ellos el tiempo necesario para su aprobación en un dividido parlamento.
Aunque Rusia y Estados Unidos son los países con los mayores arsenales de armas químicas del mundo, todo indica que no serán los que permitan la entrada en vigor de la convención, 180 días después de la 65 ratificación.
Unos 160 países firmaron la CWC en enero de 1993, pero hasta ahora sólo 64 la ratificaron. Camerún y Portugal fueron los últimos.
Sergei Kisilev, consejero de la embajada rusa en La Haya y subdirector de la delegación rusa a la Comisión Preparatoria de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW), señaló que las intenciones de Estados Unidos en este tema son obviamente un factor político en el razonamiento de Rusia.
No obstante, aseguró, no serán el elemento decisivo en la determinación de la fecha fijada por Moscú para la ratificación.
"La convención deberá ser discutida en varios comités de la Duma (cámara baja del parlamento), incluyendo los que se ocupan de las relaciones internacionales, la defensa y los temas ecológicos", explicó el diplomático.
Otros temas prácticos como la capacidad de Rusia para destruir sus arsenales de armas químicas dentro de los plazos previstos por la CWC también deberán ser discutidos.
El mayor problema que enfrenta Rusia es encontrar los fondos necesarios para financiar el programa de destrucción de armas químicas adoptado por el gobierno a comienzos de este año, cuyo costo se estima en unos 3.600 millones de dólares.
Aunque el año pasado el parlamento asumió la entrega de ciertas sumas para el programa, sólo parte de estas fueron desembolsadas por el Ministerio de Finanzas.
Otro problema es la necesidad de destruir el armamento cumpliendo ciertas normas ambientales y asegurando que la tecnología sea segura.
Rusia necesita, por motivos económicos, convertir al uso civil su anterior producción de armas químicas, teniendo en cuenta que no tiene sentido destruir infraestructura básica utilizable con otros fines, señaló Kisilev.
La destrucción de unas 40.000 toneladas de agentes nerviosos y versiones actualizadas del gas mostaza utilizado en la primera guerra mundial y Lewisito, un compuesto en base al arsénico, se prevé en un proceso en dos etapas.
En la primera, el agente químico será destoxificado y convertido a una reacción en masa, usualmente en estado líquido.
El producto será después solidificado y desechado de modo que cumpla los requisitos ambientales. En el caso de los agentes nerviosos, serán tratados con monoetanolamino, para producir una reacción en masa. Luego serán bituminizados en ladrillos y descartados en un vertedero industrial.
El gas mostaza seguirá un procedimiento especial, pero todos los agentes que contengan lewisito pasarán primero por la electrólisis, para retirar el arsénico que luego podrá ser utilizado en otras industrias.
Alemania, Estados Unidos y Europa colaboran en la construcción de algunas instalaciones para la destrucción, y, según Kisilev, "están dispuestos a considerar otras propuestas". (FIN/IPS/tra-en/jmp/rj/lp/ip/96