El ejército y milicianos de Zaire, apoyados por hutus exiliados de Ruanda, se lanzaron en persecución de la minoría étnica banyamulenge y los hechos preludian una matanza en gran escala, aseguraron refugiados zaireños en esta capital.
"Estoy horrorizado ante las atrocidades que he visto", declaró a IPS Joseph Sibomana, un sacerdote banyamulenge que huyó a Ruanda de la oriental localidad zaireña de Uvira.
Cientos de integrantes de la etnia banyamulenge, emparentada con los tutsis, buscaron refugio en Ruanda y Burundi tras abandonar Uvira, situada en la provincia de Kivú Meridional y centro de la "limpieza" étnica comenzada por el ejército de Zaire.
Según Sibomana, el genocidio perpetrado hace dos años en Ruanda, cuyas víctimas fueron tutsis y hutus moderados, se reproduce ahora en el áera de Uvira.
"La fobia contra los tutsis creció en nuestra región a partir de la guerra de Ruanda (abril-julio de 1994). Las relaciones con nuestros vecinos de otras etnias se agravaron gradualmente, hasta que ellos empezaron a calificar públicamente a los tutsis de indeseables", dijo Sibomana.
Los 300.000 banyamulenge de Zaire son parientes de sangre de los tutsis de Burundi y Ruanda. Descienden de inmigrantes llegados a Kivú Meridional entre los siglos XVI y XIX.
La mayoría están radicados en las montañas de Mitumba, que se elevan en torno de Uvira, y otros viven en el valle del río Rusizi, que separa Zaire de Ruanda y Burundi, junto con otros grupos étnicos, como los bavira, bafulero, balega y bashi.
La tensión en la zona aumentó con el arribo a Bukavu, localidad ubicada al norte de Uvira, de 300.000 hutus que escaparon de Ruanda cuando en julio de 1994, las fuerzas insurgentes controladas por los tutsis tomaron el poder.
A los soldados y milicianos hutus responsables del genocidio de Ruanda se sumaron en Bukavu hutus procedentes de Burundi. De acuerdo con la versión de Sibomana, comenzó entonces una campaña de odio contra los banyamulenge y contra tutsis ruandeses residentes en Zaire desde los años 60.
"Algunos banyamulenge fueron apedreados, mientras se distribuían panfletos llamando al asesinato de monjas y a la expulsión de los tutsis", agregó el sacerdote.
Entre los promotores de la campaña se contaron un diácono conocido como el Hermano Stanley, que procedía de la localidad ruandesa de Butare, y militares y civiles zaireños, siempre según Sibomana.
"Hay que expulsarlos a Etiopía, de donde proceden", rezaban los panfletos distribuidos en Uvira.
La misma exhortación habían lanzado en Ruanda los organizadores de la matanza de 1994, que incitaron a los hutus a asesinar a los tutsis.
Los responsables de la sangrienta limpieza étnica de Ruanda aseguraban que los tutsis son "extranjeros", procedentes de Etiopía, una errónea teoría propagada por los primeros europeos que arribaron a la región de los Grandes Lagos de Africa.
El régimen extremista hutu impuesto en Ruanda hasta julio de 1994 instaba a la población a devolver a los tutsis a Etiopía "por la vía rápida". Eso es, matándolos y arrojando los cadáveres a los ríos que desembocan en el Nilo.
Dos años después, funcionarios zaireños utilizan un lenguaje semejante contra los banyamulenge, a quienes llaman "víboras", como los hutus a los tutsis en la guerra civil de Ruanda.
"No compren el ganado" de los banyamulenge, "que no son zaireños. Dejemos que mueran de hambre", propuso en un acto público el gobernador de Kivú Meridional, Pastor Kemwa Wa Lumona.
"¿Qué debemos hacer si una víbora entra en nuestra casa?", preguntó Shweka Mutabazi II, comisionado de zona del distrito de Uvira, ante una concentración de 30.000 personas. "Matarla", respondió la multitud.
Según la refugiada banyamulenge que narró en Kigali ese episodio, ocurrido el 18 de agosto, Mutabazi exhortó a la población a matar a todos los tutsis, del mismo modo como se mata a las víboras.
Pocos días más tarde, Mutabazi expulsó a dos organizaciones no gubernamentales que asistían a los banyamulenge radicados en las montañas de Mitumba.
La situación de los banyamulenge residentes en Uvira y el valle aledaño empeoró al saberse que los habitantes de las montañas se habían armado. El ejército entró en las viviendas de los banyamulenge de la localidad en busca de armas.
"Comenzó entonces la caza de tutsis" en Uvira. "Milicias formadas por otras etnias y refugiados hutus procedentes de Burundi y Ruanda atacaron y saquearon viviendas, golpearon a mujeres y niños y detuvieron a centenares de hombres", aseguró Sibomana.
Representantes en Bukavu del Comité Internacional de la Cruz Roja y del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados lograron la libertad de los detenidos, algunos de los cuales fueron transportados a Kamanyora, en la frontera de Ruanda.
Entonces, soldados del vecino campamento de Luberezi despojaron de todas sus pertenencias a los banyamulenge llegados a Kamanyora, entre quienes se contaba Sibomana.
El sacerdote logró escapar junto con otras personas y, según su relato, cruzó la frontera bajo una lluvia de balas.
Refugiados llegados a Kigali aseguraron que otro sacerdote, Alexandre Kalinda, fue capturado y linchado por un grupo de milicianos cuando intentaba atravesar el río Rusizi para refugiarse en Ruanda.
Fuentes oficiales informaron este miércoles en Kigali que continúa el ingreso en Ruanda de refugiados procedentes de Zaire. La mayoría son mujeres y niños, según el corresoponsal de la Agencia Ruandesa de Prensa en la localidad limítrofe de Cyangugu.
Casi todos los asesinatos fueron perpetrados en Uvira y su área circundante, ya que las tropas zaireñas temen internarse en las montañas de Mitumba, consideradas bastión de los banyamulenge.
Zaire ha acusado a Ruanda y Burundi de armar y entrenar a unos 3.000 banyamulenge, una denuncia rechazada por las autoridades ruandesas.
"Lo único cierto son la violencia y los actos de genocidio en Kivú Meridional", advirtió el canciller de Ruanda, Anastase Gasana. (FIN/IPS/tra-en/kbk/kb/ff/hd/96