AFGANISTAN: Victoria de Talibán es un triunfo de Pakistán

La inesperada victoria de las milicias islámicas Talibán sobre el gobierno del presidente Borhan al Din Rabbani en Kabul, capital de Afganistán, provocará un radical realineamiento en la región.

Asia central, el subcontinente indio e Irán se verán afectados, mientras Pakistán emerge como el ganador, a costas de todos los restantes países.

La instauración de un régimen islámico radical en Kabul mejorará la suerte de la oposición radical musulmana no solo en las vecinas Uzbekistán y Tajikistán, sino también en Kashmir, en territorio de India, lo cual implica una derrota política y diplomática para esos países.

Más allá de la región, los intereses de Rusia y Estados Unidos se erosionarán a medida que los nuevos triunfadores en Kabul consoliden su poder y ganen influencia entre los islámicos radicales en Chechenia y el mundo árabe.

Los talibán (término que significa "estudiantes religiosos") obtuvieron su primera victoria militar hace apenas dos años, pero quedan pocas dudas acerca de su intención de instaurar un régimen islámico tal como el instaurado en los territorios que han conquistado desde entonces.

Se trata de la más estricta "sharia" o "ley islámica", consistente en la observancia del Corán y el "hadiz", relato de los dichos y hechos del profeta Mahoma. Entre otras cosas, estos textos ordenan el uso de velo en las mujeres y desalientan la educación en las familias.

Los talibán, liderados por el teólogo Maulavi Muhammad Omar, aplican el estricto código Hanafi, predominante entre los sunnitas, mientras en Irán rige el código Jaafari debido a que el país es predominantemente chiíta.

Los talibanes pertenecen en su mayoría a la etnia pushtun o patana, que constituye 40 por ciento de la población de Afganistán, y se concentran en las regiones meridional y central del país.

Pero en la etnia mongoloide hazara, que abarca 12 por ciento de los habitantes del país, predomina el Islam chiíta.

Tradicionalmente, los patanes, grupo al que perteneció la monarquía afgana, monopolizaron el poder desde el establecimiento del estado moderno en 1880 y a lo largo de una centuria, hasta que fueron derrotados en una guerra civil.

Como resultado del conflicto aún no acabado, salieron a la superficie otros grupos étnicos, en especial los tajiks, que constituyen alrededor de 25 por ciento de la población y residen en el norte, y los uzbekos del noroeste, 15 por ciento.

Rabbani, el presidente derrocado, es un tajik y mantuvo una relaciones de amistad con Tajikistán, a pesar de que grupos armados de la fuerte oposición musulmana de esa república ex soviética recibían armas y entrenamiento dentro de Afganistán.

Eso no cambiará. Con un líder patán comprometido con la exportación de la revolución islámica al mando en Kabul, las relaciones entre Tajikistán y Afganistán se deteriorarán severamente.

Las relaciones entre Afganistán y Rusia también se verán perjudicadas, pues Tajikistán depende del aporte de Moscú para su supervivencia económica y el mantenimiento de la seguridad. Muchas armas pesadas en uso en Afganistán son de origen soviético y la obtención de repuestos es un factor importante.

El surgimiento de cualquier movimiento fundamentalista musulmán es considerado una amenaza a los intereses occidentales y, por lo tanto, Washington verá el ascenso de Talibán en Afganistán como un retroceso de su poder e influencia.

Estados Unidos no puede permanecer indiferente a lo que suceda en Afganistán, pues de ese país proceden dos tercios de la heroína que se consume en la nación norteamericana.

Para Kabul fue sumamente difícil controlar el narcotráfico debido a la prolongada y sangrienta guerra civil que provocó el surgimiento de zares de la droga. Pero es posible un cambio si un nuevo régimen se desempeña con energía.

Se prevé que Talibán arrancará de raíz el comercio de heroína debido a la estricta prohibición de las drogas que rige bajo la sharia. El régimen seguiría el ejemplo de Irán, donde el narcotráfico se castiga con la horca.

Pero las drogas son la casi única fuente de divisas extranjeras de Afganistán, especialmente dólares estadounidenses. Ese dinero fue empleado por los bandos en pugna, incluso Talibán, para la compra de armas y municiones.

La instauración de un fuerte gobierno central en Kabul mejorará la economía y alentará el comercio regional. El principal beneficiado por esta situación será, sin dudas, Pakistán.

El colapso de la Unión Soviética provocó la eclosión de cinco repúblicas independientes predominantemente musulmanas en Asia central hace casi seis años. Pakistán ha desarrollado fuertes vínculos comerciales con esos países, tres de los cuales son fronterizos con Afganistán.

Las fábricas textiles de Pakistán sufren escasez crónica de algodón, materia prima que Turkmenistán y Uzbekistán producen en exceso y desean exportar. Por eso, Islamabad pretende abrir una ruta terrestre hacia esos países.

Poco después de que Talibán conquistó el sur de Afganistán hace dos años, Pakistán comenzó a proyectar la construcción de una carretera entre Quetta, capital de la provincia de Baluchistán, y Turkmenistán a través de Afganistán.

Los combatientes y comandantes de Talibán son en su mayoría hijos de refugiados afganos en Pakistán durante la ocupación soviética, estudiantes de escuelas de teología en ese país. Por eso, se prevé que los vínculos entre Kabul e Islamabad se estrecharán.

La situación actual se mantendrá mientras Talibán no decida atacar a la Alianza del Norte, conducida por el general Abdul Rashid Dostum, quien controla las provincias fronterizas con Uzbekistán, y las fuerzas de Rabbani no contraataquen Kabul

Pero en las arenas movedizas de la política afgana, cualquiera de esos factores, o ambos, podría cambiar. (FIN/IPS/tra- en/dh/fn/mj/mm ip/96

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