ARGENTINA: Menem y la comezón de su séptimo año

El presidente argentino Carlos Menem, reelegido por 50 por ciento de los votantes hace apenas 15 meses, enfrenta actualmente uno de los capítulos más críticos de su gestión que ya cumplió siete años, y podría estar pasando el umbral que lo coloca en la barranca del desgaste.

Así lo advirtien algunos analistas políticos como Rosendo Fraga, un hombre cercano al oficialismo, quien observó que en Estados Unidos, donde los períodos presidenciales duran cuatro años con posibilidad de reelección, "el séptimo suele ser el año en que comienza el deterioro".

Para Horacio Verbitsky, columista del diario independiente Página 12, hay una serie de fenómenos políticos, económicos y sociales en Argentina que están precipitando al país hacia lo que denominó el "postmenemismo", un concepto que refiere al futuro sin Menem cuando al presidente le restan tres años de gobierno.

Menem asumió en 1989 por seis años, pero 18 meses antes del fin de su mandato comenzó una fuerte campaña para conseguir una reforma constitucional que habilitara la reelección por un período que, desde entonces, sería solo de cuatro años. Así permanecería en el cargo por una década hasta 1999.

Pero poco tiempo después de conseguir la reelección, más exactamente en el séptimo año, enfrenta el peor momento del modelo de estabilidad que tanto contribuyó a su permanencia, y asiste con cierta negación a un clima de agotamiento social que desde este mes está siendo capitalizado por el sindicalismo.

La tan mentada volatilidad de la economía no parece indulgente tampoco con el mercado político, donde el día 8 cerca de 40 por ciento de los votantes de Menem adhirió a la más contundente huelga general que debió soportar el menemismo contra el ajuste económico y el desempleo, que está en 17,1 por ciento.

La gestión presidencial tiene un nivel de adhesión que apenas supera 18 por ciento según una encuesta del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría. La consultora Sofres-Ibope lo ubica en 17,4 por ciento.

Ese porcentaje coincide con el respaldo que tuvo el oficialismo en los últimos comicios, realizados en junio en la capital argentina para elegir a un jefe comunal, una derrota que fue minimizada entonces por el gobierno.

La sangría de respaldos populares a la figura de Menem amenaza su estabilidad como representante de la alianza social que lo sostiene en el poder desde 1989.

"Si el menemismo ya no es capaz de aportar votos para sostener el modelo, el poder económico ?tendrá interés en seguir apoyándolo?", se preguntaba este miércoles el comentarista poltico Carlos Eichelbaum dos días después del lanzamiento de un paquete fiscal considerado el más severo de los últimos años.

La amenaza de ruptura de esa alianza ya se observa en la distancia que procura tomar la Confederación General del Trabajo – enrolada en el oficialista Partido Justicialista- del que hasta ahora fue "su" gobierno.

Los líderes sindicales, pese al desprestigio que se ganaron entre sus representados, recuperan poder a medida que se alejan del presidente y su nuevo equipo económico integrado por los mejores alumnos argentinos de la neoliberal Universidad de Chicago.

Esta percepción al ex cantante y ex gobernador de la provincia de Tucumán Ramón "Palito" Ortega a tomar distancia del Partido Justicialista, a pesar de sus intenciones de postularse como uno de los candidatos a presidente por el oficialismo en 1999.

"No puedo opinar ni participar y tengo que poner la cara por un plan económico que es un desastre. No pienso hundirme con ellos. Me voy", dijo el autor de la canción "La felicidad" a un grupo de amigos.

Pocos días después almorzó con un dos dirigentes que en distintos momentos abandonaron el barco justicialista.

Uno de ellos es el ex senador José Octavio Bordón, que se fue del justicialismo y fundó el centroizquierdista Frente País Solidario, con el que consiguió el segundo lugar en los comicios presidenciales de 1995. Bordón rompió este año con el Frente y ahora busca aliados para seguir en la oposición.

Otro es Gustavo Béliz, un ex ministro de Menem que se fue en 1996 del justicialismo, formó partido propio en la capital y se presentó a las elecciones para jefe comunal.

Obtuvo 14 por ciento de votos, un resultado más que auspicioso para un partido nuevo desprendido de un oficialismo que sólo consiguió 18 por ciento.

El gran ausente del triple encuentro es el ahora ex ministro de Economía Domingo Cavallo, padre del modelo, quien en sus últimos años de gestión coqueteó con Ortega y con Béliz mirando hacia 1999, aunque ahora prefiera un prudente ostracismo hasta que su caída sea asimilada por los mercados.

En el contexto de crisis económica y malestar social, las denuncias de corrupción, que se suceden una a otra en los ámbitos, legislativo y judicial y en el gabinete de ministros, tampoco contribuyen a aquietar los ánimos, sino al contrario.

Durante la última huelga, además de las críticas al modelo económico y a la falta de empleo, las protestas más insistentes de los manifestantes fueron contra la corrupción, que no era el eslogan principal de la convocatoria.

Los legisladores del oficialismo, que son mayoría en ambas cámaras, aceptan con disciplina la receta que prescriben los acreedores externos y que asume como propia el presidente Menem, pero algunos ya agitaron la sombra de un fantasma.

En 1987, el entonces presidente Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical, recibió un golpe tan duro en los comicios legislativos que debió terminar su mandato seis meses antes, cuando entregó el poder a Menem.

En 1997, 10 años después de aquella debacle del rtadicalismo, el justicialismo deberá enfrentar elecciones parlamentarias en un trance similar. (FIN/IPS/mv/dg/ip/96)

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