Las indígenas de Venezuela asumieron hoy comandar "una guerra" contra todos los intentos de aculturación e incluso de extinción a que son sometidos los 38 pueblos nativos censados en el país, durante su primer encuentro nacional.
"Esta es una guerra de mujeres", resumió Isoris Tovar, al analizar cómo revertir problemas de nutrición, despojo de tierras, falta de educación bilingüe, imposición de religiones "blancas", ausencia o mala presencia del Estado, alcoholismo, violencia sexual y presencia del narcotráfico que sufren las comunidades.
En Venezuela hay 316.000 indígenas (49,9 por ciento de los cuales son mujeres) diseminados en 10 de los 22 estados en que está dividido el país.
El pueblo más numeroso es el wuayuu, con 180.000 personas en la parte venezolana y un número similar en Colombia, según un censo especial de 1992. La población total es de 22 millones.
Las dirigentes culminarán este viernes su encuentro de dos días con la creación de una red de mujeres indígenas, acciones concretas para enfrentar los problemas de las distintas etnias, una campaña en favor de una presencia propia en las leyes de la mujer y el niño nativos y un manifiesto para el Estado y la población.
Las decenas de indígenas llegadas a Caracas para el encuentro – muchas viajando varios días y participando con sus hijos menores en la cita- recibieron también información sobre las decisiones en favor a sus derechos que se adoptaron en la Conferencia sobre la Mujer de Beijing, en septiembre de 1995.
En la jornada inagural de este jueves, los informes por estados de las representantes de las diferentes etnias mostraron el surgimiento de nuevos problemas que acechan la cultura y forma de vida indígenas, junto con una renovada voluntad de las mujeres de liderar el rescate de su identidad y derechos ancestrales.
Tovar, de la etnia Pume, asentada en el occidental y fronterizo estado de Apure, resaltó el matriarcado que ancestralmente ha regido a los wayuu y otros pueblos nativos, la uniforme presencia de la madre tierra como origen y fin de la vida y la cultura indígenas y la existencia de numerosas diosas mujeres.
Otras dirigentes detallaron que cuando se agrede el ambiente la mujer es la primera afectada, porque, por ejemplo, debe caminar mucho más para buscar leña para el fuego, el hombre tiene más dificultades en encontrar animales de caza, la nutrición familiar empeora y las enfermedades y la emigración prosperan.
"Somos pueblos de paz pero nos declaramos en guerra por nuestra sobrevivencia", concluyeron las congresistas.
Tovar contó que el narcotráfico campea en las abandonadas áreas indígenas de Apure, mientras por falta de alternativas económicas las mujeres aceptan trabajos de criadas en haciendas (explotaciones ganaderas), donde son violadas por trabajadores y dueños, con una secuela de hijos y un "mestizaje forzado".
Funcionarios públicos de áreas de defensa del indiíena también han caído en la agresión sexual, denunció, lo que fue confirmado por delegados del gobierno en el encuentro.
La presencia de Nuevas Tribus, una secta religiosa de Estados Unidos que fue oficialmente expulsada en la década de los 70 y a la que se denuncia por los intereses económicos que esconde su apostolado, provoca "el indeseado bilingüismo de indígenas que no conocen ya su lengua madre y hablan el inglés".
El alcoholismo en los hombres es un fenómeno en aumento en la medida que se desarraigan las comunidades, coincidieron las indígenas, mientras que en el estado petrolero y fronterizo de Zulia, centro wuayuu, la captación de las mujeres como mulas del tráfico de drogas se suma a la lista de nuevos problemas.
En la principal cárcel zuliana hay en la actualidad 75 mujeres wuayuu, 80 por ciento capturadas cuando transportaban droga, llegada de la vecina Colombia, detalló Zeneida Fernández, economista wuayuu.
Mientras, algo totalmente antinatural en las interrelaciones indígenas comienza a llegar a sus pueblos: el maltrato físico de la mujer por el hombre, incluso en la matriarcal etnia wuayuu.
En el oriental estado de Monagas, con ricos y nuevos yacimientos petroleros y próspera agricultura, los kariñas tienen una dificultad esencial: se les niega la existencia por parte de las autoridades regionales, según dijo Adelaida García.
Su pueblo y los waraos que habitan al sur del estado tienen cada vez más problemas para mantenerse en sus tierras ancestrales, después que una decisión municipal las declaró baldías por extinción indígena, pese a que el censo de 1992 diga otra cosa.
Un reclamo ante la Corte Suprema de Justicia se mantiene sin respuesta desde hace años, así como una demanda de los 19 pueblos indígenas del sureño estado de Amazonas, cuya nueva división municipal fue realizada sin tener en cuenta los asentamientos nativos, pese a la obligación constitucional en ese sentido.
El petróleo y la minería en general, y también el turismo, acosan a los indígenas y sus tierras, cuyaa tenencia es reconocida por diferentes leyes.
La capitana general del pueblo pemon en la Gran Sabana, Emilia Castro, denunció cómo pese a ser el área un intocable parque nacional del estado de Bolívar se han dado los dos últimos años permisos para grandes desarrollos turísticos, frente a los que nada han podido hacer los 18 pueblos indígenas del estado.
Esteban Monsonyi, el mayor especialista en lenguas nativas de Venezuela, consideró que las etnias del país viven un momento especialmente malo porque el gobierno de Rafael Caldera es "antiindigenista y antiambientalista".
Recordó en ese sentido que ministros han dicho públicamente que el movimiento indigenista "es peligroso, porque pretende crear un estado dentro de otro estado", pese a que la constitución de 1961 es muy clara en la preservación de los derechos de las etnias ancestrales.
Eso sucede cuando "todos los nacidos en el país tienen su gota india", como gusta decir la gran impulsora del encuentro, Noeli Pocaterra, wuayuu vicepresidenta del Consejo Mundial de Pueblos Indígenas. "Hagamos de esa gota un torrente", plantearon indigenas y "aligonas" (no indígenas). (FIN/IPS/eg/dg/pr/96