DESARROLLO: PNUD responde en Tokio a Banco Mundial y FMI

Richard Jolly, principal autor del informe de 1996 del PNUD, respondió hoy a comentarios de autoridades del Banco Mundial y el FMI según las cuales el estudio es "antidesarrollo", y dijo que debe evitarse el "crecimiento sin empleo" que imposibilita el "desarrollo de los seres humanos".

"Nuestra mayor batalla es contra la ortodoxia que ha puesto demasiado énfasis en el mercado. Lo más duro de reconocer es que la compasión no existe en la economía de mercado. Nuestro mensaje es duro de aceptar en la práctica", sostuvo Jolly.

El ascenso de Japón a lo alto del pedestal económico fue resultado de una astuta inversión gubernamental, tanto en el sector industrial como en el desarrollo humano, señaló el experto del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

En particular, el énfasis de los gobiernos japoneses de la posguerra en la educación demostró ser la garantía del crecimiento económico de largo plazo y un alto nivel de vida para la mayoría de su población.

Jolly señaló que "no existe una relación automática entre el crecimiento económico y el desarrolo humano", y añadió que "el vínculo son las políticas sensibles de los gobiernos que subrayan el desarrollo humano para asegurar el crecimiento económico".

En esta orientación Japón y Suecia lograron alto puntaje, por lo cual se escogió la capital japonesa para lanzar este miércoles el Informe sobre Desarrollo Humano de 1996.

En muchos aspectos, el modelo japonés combinó el crecimiento con el empleo y el desarrollo humano.

El presupuesto del sector social, especialmente después de la segunda guerra mundial, se centró en drásticas reformas de la educación y la salud, las cuales resultaron en altos niveles de educación secundaria y terciaria y la disminución de los índices de mortalidad.

Aunque la economía japonesa es liderada por el sector privado, fue la inversión inicial del gobierno en educación y salud lo que generó el personal calificado que ahora dirige las empresas.

Desde fines de la década de 1950, el índice de mortalidad infantil de Japón cayó casi diez veces, de 40 cada 1.000 nacimientos vivos a 4,3 en la década actual, siendo uno de los más bajos del mundo.

El gasto en educación en los años '60 y '70 fue de cinco por ciento del producto interno bruto (PIB), el más alto de cualquier otra área del presupuesto nacional.

Esta inversión, combinada con rápidos avances en la esfera tecnológica, resultaron en una fuerza de trabajo educada y profesional que permitió al empresariado expandir sus negocios.

Otra inversión clave se hizo en las pequeñas y medianas empresas y el sector agrícola, al cual se benefició con medidas que detuvieron el éxodo del campo a la ciudad.

Esto se compara favorablemente, por ejemplo, con la situación en el Sudeste Asiático, donde grandes flujos de inversión extranjera se dirigen a los centros urbanos, y sin apoyo del gobierno, decenas de miles de agricultores dejan sus tierras.

La política de brindar créditos accesibles a empresarios medianos y pequeños significó que gran parte de la población tuvo la oportunidad de iniciar su propio negocio, incrementando las oportunidades de empleo.

Ahora, entre 50 y 60 por ciento de los trabajadores japoneses laboran en empresas con menos de 100 empleados.

La reforma de la tierra y las políticas impositivas aseguraron que los sectores menos favorecidos tuvieran una vivienda, mientras fueron los más ricos quienes llenaron los cofres del gobierno.

Entre comienzos de los años '60 y mediados de los '80, el porcentaje del ingreso nacional recibido por el 20 por ciento de la población más rica cayó de 50 a 45 por ciento, mientras el del 20 por ciento más pobre creció de cinco a 10 por ciento. (FIN/IPS/tra-en/sk/cpg/lp/dv-if/96

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