La falta de acuerdos que preserven a la economía mundial de bruscas sacudidas monetarias y la ausencia de amplios consensos para insertarse de modo autónomo en el conjunto son las mayores trabas de procesos de integración en América, coincidieron expertos.
La marcha de la economía regional y mundial fue centro de una reunión celebrada este miércoles en Cualiacán, ciudad del Pacífico mexicano.
El economista peruano Carlos Pomareda dijo a IPS que la crisis mexicana estallada en diciembre de 1994, con su secuela internacional conocida como "efecto tequila", dejó como enseñanza que no se puede emprender proyectos de integración sin prever equilibrios macroeconómicos.
Pomareda, miembro de la Federación de Entidades Privadas de Centroamérica y Panamá, con sede en San José de Costa Rica, recordó que la devaluación a la mitad del peso mexicano ante el dólar conmocionó la economía regional e intranquilizó al sistema internacional en su conjunto.
El experto, que también preside la Asociación Latinoamericana de Economía Agrícola, puso como ejemplo que en 1995 se esperaba triplicar las ventas costarricenses a México y en cambio se redujeron.
Al mismo tiempo se quintuplicaron las compras de productos mexicanos por Costa Rica, lo que no estaba previsto, todo ello debido al sismo que afectó al peso mexicano.
Según Pomareda, otro requisito básico para alcanzar reales procesos de integración, en lugar de la simple fagocitación de economías pobres por los grandes polos mundiales de desarrollo, es la existencia de planes autónomos consensuados a nivel regional y nacional.
"No negociamos bien porque no tenemos proyecto y entonces sólo nos queda plegarnos a los tres principales bloques planetarios", adujo.
"Eso explica que México se oriente hacia el bloque norteamericano, el Mercosur busque nexos con Europa, el Pacto Andino encalle en disputas internas mientras mira al Pacífico y América Central coquetee un poco con todos", señaló.
Hasta para una integración dependiente es necesario tener proyectos propios, que no pueden surgir más que de amplios consensos, y eso deberían exigir las grandes economías centrales si quieren acuerdos sólidos, sostuvo Pomareda.
A su vez Gustavo Vega, de El Colegio de México, atribuyó a "los errores monetarios de diciembre de 1994' en este país el freno a los fenómenos positivos, a su juicio, desatados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).
En su opinión, la severa crisis mexicana pudo evitarse con una política económica más prudente que eludiera los riesgos de una sobrevaluación del peso.
Para Vega el incremento anual de 20 por ciento en el comercio entre los tres países del TLC (Canadá, Estados Unidos y México) desde su puesta en marcha hace 29 meses es el mayor éxito del acuerdo.
En diálogo con IPS, aclaró sin embargo que a partir de la crisis el aumento del intercambio mexicano con sus socios se debió más a la devaluación del peso que al TLC.
Vega estimó "estancado, con razón, el proceso expansivo del TLC hacia el sur con vistas a un acuerdo continental de libre comercio, debido a que es preciso profundizar y consolidar internamente el marco integrador nortemericano".
Lawrence Taylor, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, también de México, afirmó que la principal virtud del TLC fue impulsar el desarrrollo de la franja fronteriza Estados Unidos- México.
Explicó que las cifras de incremento productivo y los flujos demográficos muestran mejoras de la economía a ambos lados de la línea limítrofe de 3.200 kilómetros que separa a ambos países.
El sur es la zona más pobre de estados Unidos y el norte la más rica de México pero ambas se están fusionando en un proceso dinámico que sólo es frenado por la excesiva centralización del sistema político mexicano, afirmó Taylor.
"Pero un TLC seguro depende de la estabilidad tanto de las cotizaciones monetarias como de otros índices y marcos macroeconómicos", concluyó. (FIN/IPS/emv/dg/if/96)