Los hospitales públicos comenzaron a colapsar en Venezuela, en un "efecto dominó" que forzó a varios de ellos a cerrar sus puertas o cesar la asistencia por fallas de sus sistemas, escasez de materiales o huelgas de trabajadores.
Fernando Bianco, presidente de la Federación de Médicos, dijo que la salud en Venezuela "debe declarar un alerta roja" y el Estado asumir una media docena de medidas urgentes, la primera de las cuales es conseguir 100 millones de dólares para emergencias.
Varios de los más grandes hospitales, especialmente los que atienden mayor número de emergencias en la violenta Caracas, han cerrado sus puertas y las reabren muy parcialmente, por lo que una sobredemanda congestiona los que permanecen abiertos.
El principal hospital del populoso oeste caraqueño carecía este viernes de una cama o camilla vacía, la demanda de medicinas se cuadruplicó, y numerosos pacientes permanecen "hospitalizados" en camillas atravesadas en los pasillos.
El hospital atendía 10.000 pacientes mensuales "muchos de ellos víctimas de heridas de bala o accidentes de tránsito", y desde abril atiende 18.000, dijo su director Valmore Quintero mientras organizaba su personal para el fin de semana, cuando se desata la violencia criminal en Caracas.
"Pediremos a los familiares que traigan colchonetas -dijo en medio de los pasillos del que por momentos parece un hospital de guerra- pero recibiremos a los que vengan".
María Muller, directora de la principal maternidad, dijo que la capacidad de atención de ese centro apenas llega a 50 madres diarias, pero tiene que "multiplicarse y recibe a 150 parturientas cada día. Sin embargo, no puede cerrar".
El "Pérez Carreño", en el suroeste, que comenzó a funcionar hace 26 años como uno de los hospitales de vanguardia de América Latina, cerró sus puertas porque la junta de médicos consideró que la grave escasez de insumos impedía seguir las labores.
"Tenemos inyectadoras y suero, pero nada más. No hay laboratorio, radiografías, yeso, anestésicos y ni siquiera aspirinas, y el Isordil, medicamento básico para controlar el dolor de los infartados y cuesta medio dólar, tampoco existe", intentó resumir un portavoz de la junta.
El Pérez Carreño fue en 1976 el primer hospital del mundo donde, con uso de microcirugía, se colocó un clip directamente en el aneurisma de un paciente, y primero del país que hizo un trasplante de corazón (1987) y primero que usó una máquina de láser para neurocirugía.
Marcelo López, director médico del hospital, dijo que 200 pacientes aguardan por una operación a corazón abierto y 40, desde hace meses, esperan por el bisturí para sus aneurismas.
Junto con el Pérez Carreño cerró el hospital Magallanes (oeste de Caracas), por escasez de equipos y daños mayores e el sistema de aire acondicionado del quirófano, y hace dos semanas lo hizo el Universitario, el más importante de la ciudad, aunque reabrió parcialmente en los últimos días.
Revirtiendo la tendencia histórica, que atraía los enfermos del interior a los mejor equipados hospitales de la capital, cetenares de enfermos de Caracas se desplazaban a centros del vecino litoral Caribe, ahora congestionados en extremo.
Cuando el ministro de Salud, Pedro Rincón, visitó el jueves el hospital El Algodonal, también en Caracas y a punto de cierre, le rodearon centenares de trabajadores, con sueldo de 109 dólares mensuales, reclamando atrasos en sus pagos.
La salud pública en Venezuela depende del ministerio central, de gobernaciones regionales y del Instituto de Seguros Sociales, de cotización obligatoria y paradigma de despilfarro según comisiones reestructuradoras que se suceden desde hace años.
El Ministerio de Salud tiene un presupuesto de base de 425 millones de dólares y Rincón logró otros 11 millones en una reunión de emergencia este viernes con sus colegas de economía, en tanto los gobernadores de la región capital buscaban recursos propios para tratar de dotar los hospitales.
La cifra está sin embargo muy lejos de los 100 millones de dólares que según Bianco se necesitan sólo para dotar las salas de emergencia, y propuso confiar su fiscalización a una comisión del gobierno, el parlamento y el gremios que dirige.
Cercano a 30 dólares anuales por habitante, el gasto público en salud de Venezuela se distancia de los tres o cinco que alcanzan a invertir las naciones más pobres, pero dista mucho todavía de los 2.000 per cápita que gasta un Estado industrializado.
Junto con la cuantía del gasto, pesa su distribución, porque el sector tiene exceso de personal en sus nóminas, que deberían reducirse en uno o dos años entre 25 y 40 por ciento, según cálculos de la gobernación de Caracas y los ministerios de Planificación y Salud. (FIN/IPS/hm/dg/he/96)