Mientras se acercan las elecciones en Israel, una película corta preparada por el opositor partido Likud aborda frontalmente la delicada cuestión de la influencia palestina en la consulta.
En una secuencia, un palestino con ciudadanía israelí habla frente a la cámara, mientras una voz fuera de imágen previene al espectador que el voto árabe podría decidir el próximo primer ministro de Israel.
El palestino no es un árabe-israelí cualquiera, sino se trata del doctor Ahmed Tibi, un ginecólogo de Galilea que fué uno de los principales asesores del presidente palestino Yasser Arafat hasta que renunció al cargo para postularse a un escaño en el Knesset (parlamento israelí) por la nueva lista Movimiento Arabe por el Cambio.
El partido de Tibi, pequeño y mal preparado cuando el primer ministro israelí Shimon Peres convocó las elecciones para el 29 de mayo, podría no alcanzar la cifra necesaria de votos para entrar en el Knesset de 120 bancas.
Sin embargo, para los votantes derechistas de Israel, es la idea lo que cuenta.
Arabes-israelíes tiene tradicionalmente un alto caudal de sufragios, cerca del 70 por ciento, y este año cuentan con tres nuevos partidos para atraer más votantes, incluyendo, por primera vez, una agrupación islámica.
"Están presentando al electorado árabe como una amenaza interna", declaró Marwan Darweish, un prominente analista árabe- israelí que trabaja para un grupo de estudios llamado Centro Palestino-Israelí para Investigación e Información, con sede en Jerusalén, que se ocupa de la campaña proselitista Likud.
"Alimenta los temores del israelí-promedio", dijo. "Piensan que no es suficiente que haya un gobierno palestino, porque aquí tenemos un peligro interno, más grave, dentro del Estado".
Con Peres y su rival del Likud, Benyamin Netanyahu, corriendo cabeza a cabeza en los sondeos judíos de opinión, es la minoría árabe -uno de cada cinco israelíes es un árabe- la que decidirá quién será el primer ministro.
Las nuevas leyes electorales de Israel permiten a cada votante tomar dos boletas, una para el primer ministro y otra para el partido. Por primera vez, una dividida comunidad árabe que en el pasado desparramó sus votos en todo el espectro político, estará capacitada para concentrar su poder en las urnas.
En una irónica vuelta del destino, podría ser la minoría árabe la que empuje a Peres a recuperar el cargo y timonear el futuro de los acuerdos de Oslo con los hermanos palestinos árabes-israelíes en Gaza y la Márgen Occidental.
Darweish estima que el 80 por ciento de los árabes-israelíes apoya el acuerdo de paz firmado con los palestinos. Otro 95 por ciento está a favor de la creación de un estado palestino en la Márgen Occidental y Gaza, algo que la derecha israelí trata afanosamente de evitar y a lo cual Netanyahu se opone.
Muy probablemente, esto significará que votarán por Peres, cuyo partido laborista cambió recientemente plataforma para incluir la posibilidad que un estado palestino emerja a la conclusión de las negociaciones de paz entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), previstas para 1999.
Sin embargo, un voto por Peres por parte de los arabes- israelíes no es necesariamente algo descontado, dijeron muchos de los más prominentes árabes de Israel. Furiosos por la reciente acción de Tel Aviv en El Líbano, especialmente la matanza de 100 civiles libaneses en un refugio de la ONU bombardeado por Israel, muchos pidieron a sus prosélitos de abstenerse.
Peres repondió diciendo que podría considerar el nombramiento de un árabe en el gabinete, si lograba formar el próximo ejecutivo. Sin embargo, un airado electorado árabe, cansado que su apoyo se dé por descontado en cuestiones de paz con los palestinos mientras sus comunidades obtienen poco y nada en cambio, se muestra escéptico.
"Existe una preferencia para que Peres maneje toda la cuestión palestina", declaró Sa'id Zeedani, un árabe-israelí que enseña ciencias políticas en la Universidad Birzeit de la Márgen Occidental, una de las personalidades detrás de la creación de la Coalición Demócrata Nacional.
"Comprenden la importancia (de votar a Peres para continuar el proceso de paz de Oslo), pero tienen impulsos contradictorios", declaró Zeedani. "El sentido de solidaridad (con los palestinos) es muy claro y apoyan a los laboristas porque indirectamente respaldan a sus hermanos palestinos. Pero no todo se puede subordinar al proceso de paz".
La Coalición es una fuerza pequeña que inmediatamente se alineó con el combativo partido comunista Hadash. Abarca muchas voces de la comunidad árabe-israelí que, en el pasado, rechazaron la solución de dos estados en el conflicto palestino-israelí en favor de un estado secular y democrático, en el cual no domine una sola religión en particular.
Zeedani dijo que los árabes-israelíes quieren sobre todo sentirse iguales a los judíos israelíes en todas las facetas diarias de la vida, sin discriminación ni prejuicios. No obstante, tambien quieren preservar su identidad nacional y cultura.
Según Zeedani, esa es una dicotomía que convierte en esquizofrénicos a los árabes-israelíes. Son ciudadanos israelíes, son palestinos, forman parte de la vasta comunidad árabe y tienen fuerzas para influir sobre esas identidades a las que son fieles.
Tanto Zeedani como Darweish dijeron que la voz arabe-israelí se ha hecho más fuerte, especialmente desde que el nacionalismo palestino en la Márgen Occidental y Gaza dió lugar a la intifada, la revuelta de siete años contra la ocupación militar de Israel.
"Como su voces y su número han aumentado, lo mismo ocurrió con la definición de sí mismos y sus demandas por una parte activa en la política de Israel", apuntó Zeedani. (FIN/IPS/tra- en/dh/fn/ego/ip).
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