Una de las pocas utopías sobrevivientes al terminar el siglo, la del pleno empleo, soporta todavía andanadas de críticas de los agoreros de un inminente "fin del trabajo".
Por ahora, la mayoría de los estados han decido ignorar a los escépticos del pleno empleo. Hace solo un año, la Cumbre de Desarrollo Social, reunida en Copenhague, ratificó el compromiso de alcanzar la ocupación total en el mundo.
La institución especializada, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), también desestimó el pesimismo al incluir la cuestión del empleo en el orden del día de la Conferencia Internacional del Trabajo, de junio próximo.
Pero la OIT no desconoce los cuestionamientos a la utopía pergeñada por los ilustres científicos británicos John Maynard Keynes y William Beveridge cuando el mundo aún no se recuperaba del trauma del desempleo masivo en la Gran Depresión de los años 30.
Con términos que en la crisis actual podrían parecer ingenuos, Beveridge describió en 1944 el pleno empleo como la situación en que existen "más puestos vacantes que personas desempleadas".
En ese cuadro ilusorio, insistía Beveridge, habría puestos de trabajo "a salarios libres, de tales características y localización, que debería esperarse que los desempleados los solicitaran".
La utopía de Keynes y Beveridge se materializó, por lo menos en los países más desarrollados, despues de la Segunda Guerra Mundial, entre 1950 y 1973.
Pero las tasas de desempleo, que apenas rozaban tres por ciento, se despeñaron con el advenimiento de la primera crisis petrolera, en 1973.
El último informe de la OIT sobre "El Empleo en el Mundo", verificó un nivel de desempleo en los países industrializados que oscilaba, en 1995, en 10 por ciento.
El mismo panorama mencionaba "un colapso del empleo en el sector moderno" de Africa subsahariana, con desocupación urbana creciente y fuerte caída de los salarios reales.
En América Latina empeoraron las condiciones de empleo durante el decenio de 1980. Solamente en Asia, en especial en las naciones de rápido crecimiento del oriente y sudeste del continente, han mejorado las condiciones de empleo.
En forma simultánea al deterioro del empleo, la economía atravesó por cambios significativos que incidieron en la estructura de producción y de ocupación.
La OIT estimó que el actual aumento del desempleo en los países desarrollados se debe al rápido incremento de la fuerza de trabajo y a la reducida tasa de crecimiento económico.
Por eso, afirmó, no hay razones para rechazar el objetivo de la plena ocupación laboral y reemplazarlo por nuevas instituciones sociales inventadas para adaptarse a futuras crisis de desempleo.
En un documento preparado para la conferencia de junio, la OIT proclamó que no debe modificarse la definición de pleno empleo, que significa "la ausencia de desempleo involuntario o la disponibilidad de ocupación para todos los postulantes".
El estudio observó que el concepto de pleno empleo excluye las ocupaciones que violan derechos básicos. Hasta ahora, el puesto de trabajo era simbolizado por la ocupación a tiempo completo de un hombre sostén de una familia.
La participación de la mujer en la fuerza de trabajo era tradicionalmente limitada y los criterios sobre la igualdad de género diferían de los actuales.
Con el ingreso masivo de la mujer al mercado de trabajo se registró un aumento marcado de las ocupaciones de medio tiempo, lo que ha sido un mecanismo importante para conciliar la demanda de trabajo con las responsabilidades familiares, opinó la OIT.
Al insistir en que el objetivo del pleno empleo todavía es relevante y realista, la OIT aconsejó a los países en desarrollo que establezcan tasas elevadas y estables de crecimiento.
En algunos países, en especial los menos desarrollados de Africa subsahariana, los requisitos para el crecimiento son la pacificación civil y un mínimo nivel de estabilidad macroeconómica. (FIN/IPS/pc/ff/lb/96)