No existen pasos apresurados en una transición a la economía de mercado, pero China está demostrando como puede lograrse ese pasaje en la forma más indolora posible, expresó el Banco Asiático de Desarrollo en un nuevo informe.
Tanto en Asia como en la extinta Unión Soviética, las economías en transición han tropezado a menudo con graves problemas como inflación, desempleo, dislocación comercial, cortes en gastos sociales y bajas en los indicadores de educación y salud.
Sin embargo el banco, con sede en Manila, apuntó que hay maneras de aliviar los dolores de transición para nueve naciones en desarrollo del Sudeste y el Centro de Asia. Los estados bajo ese proceso son China, Vietnam, Camboya, Laos, Birmania, Mongolia, Kazajstán, la República Kirguiz y Uzbekistán.
"Así como construir una economía planificada toma décadas de lucha política y experimentación, el camino a la inversa tambien es largo y arduo", dijo el banco en una sección sobre economías en transición de su informe anual 1995.
Hasta ahora, China ha tenido el proceso más prolongado y exitoso de transición iniciado en 1978, y su experiencia enseña algunas lecciones a otros países.
En primer lugar, el gradualismo puede transformar economías planificadas en otras orientadas al libre mercado, evitando los sacudones socioeconómicos causados por las llamadas "terapias de choque". Además, China demostró que fué positiva su opción de iniciar la apertura de su economía al comercio mundial.
Un acercamiento más gradual y cauteloso permite emerger a corto y mediano plazo una "economía dual", en la cual la economía de mercado se hace cargo lentamente mientras se desvanece aquella planificada, explicó el banco.
En contraste, la terapia de choque adoptada por Mongolia, las repúblicas centroasiáticas y algunos países de Europa Oriental involucró inmediata liberación de precios, remoción del control estatal sobre ubicación de recursos y rápida privatización.
"El modelo distinto en las economíass asiáticas en transición es el acercamiento gradual avanzado por China y adoptado por Laos y Vietnam", apuntó la institución.
Mediante una reducción paso a paso del control estatal, China revirtió la mayor parte de su economía a las fuerzas de mercado. A mediados de los '90, la parte del Producto Interno Bruto (PIB) generada por el sector estatal chino cayó a menos del 20 por ciento y las empresas públicas produjeron menos del 45 por ciento del total industrial.
Al mismo tiempo, China logró un crecimiento promedio del 9,6 por ciento desde 1985 hasta 1992 y del 10,2 por ciento el año pasado, en tanto las exportaciones se elevaron a más del 20 del PIB.
"También es importante señalar que el promedio de los ciudadanos chinos ha gozado de una relativa estabilidad de precios e impresionantes mejorías en su nivel de vida, matizada con estables aumentos de las expectativas de vida y de los indicadores socioeconómicos", dijo el banco.
Las economías asiáticas en transición, muchas de las cuales han estado cerradas al comercio internacional, tambien han engranado su marcha para atraer capitales foráneos que ayuden al crecimiento y las inversiones.
"China ha manejado exitosamente su comercio como un motor de crecimiento", aprovechando su proximidad y lazos culturales con Hong Kong y Taiwán, indicó el banco.
En efecto, el pasaje chino de una economía planificada autárquica a otra con un vibrante sector exportador puede ser el "modelo aproximado" para el proceso de transición de otras economías.
Las economías en transición del Sudeste Asiático como Vietnam, Camboya, Laos y Birmania están buscando integrarse al comercio mundial. Vietnam, con su abundante y calificada mano de obra está compitiendo con China en la exportaciones de textiles y tejidos. Laos sigue estrechando sus vínculos con la vecina Tailandia.
Sin embargo, son las repúblicas centroasiáticas las que tropezarán con más obstáculos comerciales.
"La integración al comercio mundial será más difícil para las repúblicas centroasiáticas debido a su posición geográfica, su deficiente sistema de transporte y las malas comunicaciones, excepto con Rusia, en una región con lento crecimiento y perturbada por luchas políticas", analizó el banco.
El informe aconsejó a las naciones centroasiáticas a diversificar los mercados respecto a los que fueron propios de la Unión Soviética, para romper así los lazos económicos y diferenciarlos de aquellos de la pasada era socialista.
Las dificultades de las repúblicas centroasiáticas se debieron sobre todo a las diferencias en sus estructuras ecomnómicas.
El colapso de la Unión Soviética en 1991 y el fín de los vínculos interbloque "provoco una sacudida sísmica en las repúblicas centroasiáticas, sumergidas en el triple propósito de construir una nueva nación, encontrar nuevos socios comerciales y, al mismo tiempo, transformar sus economías", dijo el banco.
La transición tuvo dolorosos efectos colaterales porque la mortalidad en Mongolia se duplicó de 120 decesos por cada 100.000 nacidos vivos en 1991, a 240 en 1993, mientras el desempleo en las áreas urbanas vietnamitas llegó al 25 por ciento. En el centro de Asia, cayó dramaticamente el índice de empleo e ingresos de las mujeres, mientras los servicios sociales desaparecieron.
El banco concluyó que serán fenómenos a corto plazo, resultantes de la crisis fiscal y las interrupciones en las reformas en marcha, que posiblemente se detendrán y revertirán una vez que se instalen las nuevas estructuras de mercado y aquellas institucionales. (FIN/IPS/tra-en/js/cpg/ego/if).
= 04171415 DAP007