AMERICA LATINA: Viejos fantasmas salen del cajón

Dos viejos fantasmas del pasado reciente de América Latina, la violencia rural y el cuartelazo militar, salieron del cajón de la historia, provocando remezones políticos en Brasil y Paraguay.

Una masacre de campesinos en el norte de Brasil puso en jaque la retórica de modernidad del presidente Fernando Henrique Cardoso, al recordar a los brasileños la olvidada cuestión de la desigualdad en la distribución de la tierra en un país que busca aparecer como el polo industrial más dinámico del continente.

El general Lino Oviedo amenazó a su vez a la frágil democracia paraguaya con el fin de quitar de su camino a un presidente civil que insiste en seguir reglas democráticas mínimas en un país recién salido de casi cinco décadas de dictadura personalista del general Alfredo Stroessner.

La matanza y el fracasado cuartelazo no lograron cambiar radicalmente el cuadro político en eses dos países del Mercosur pero echaron un balde de agua fría en la retórica de la modernidad.

También mostraron que el salto hacia el futuro depende de la solución de problemas que los gobernantes de Paraguay y Brasil pensaban resolver por el olvido.

Los dos casos permitieron extraer lecciones muy interesantes.

En Brasil, la discusión sobre la reforma agraria sufrió un giro importante.

Contrastando con su actitud tradicional, la gran prensa y los formadores de opinión no recurrieron a la estrategia de ideologizar la protesta campesina reprimida brutalmente por la policía. De forma casi unánime plantearon la urgencia de la reforma agraria, una expresión que, hasta hace muy poco, era políticamente explosiva.

Los datos divulgados por la prensa de Rio de Janeiro y Sao Paulo dejaron muy en claro la importancia del pequeño productor agrícola y la desigualdad en la distribución de propiedades rurales en el país del continente que cuenta con la mayor extensión de tierras aptas para la agricultura.

La imagen proyectada por los periódicos y por los principales voceros de la elite brasileña fue que la concentración de tierras es un problema de especulación financiera.

Finalmente los dirigentes brasileños parecen dispuestos a desideologizar la reforma agraria, lo que constituye un paso significativo hacia la búsqueda de una solución para el conflicto entre latifundistas y campesinos sin tierra, casi tan antiguo como la historia del país.

En Paraguay, el presidente Juan Carlos Wasmosy fue salvado de un cuartelazo tradicional por una rápida y eficaz maniobra diplomática de los demás gobiernos de los países del Mercosur (Argentina, Brasil y Uruguay) y de Estados Unidos.

Hay datos seguros que indican que los golpistas sólo retrocedieron después de tomar conciencia de que no lograrían gobernar una semana en un país política y económicamente aislado.

La rapidez de la acción externa evito la repetición en el cono sur de una crisis al estilo de Haití y mostró que el viejo principio de la no intervención en asuntos internos de otros países quedó al margen del camino cuando los intereses de la integración comercial pasaron a ser más importantes.

El presidente Cardoso descubrió que no basta con hacer una eficaz propaganda de que Brasil volvió a la senda del crecimiento económico, porque una matanza de 19 campesinos sin tierra puede echar por tierra todo el esfuerzo por construir una imagen de modernidad.

Wasmosy está por su lado ante el reto de imponer de una vez por todas el liderazgo civil sobre los militares aún renuentes a acatar las reglas democráticas, principalmente en materia electoral.

El jefe de Estado de Paraguay también tiene el deber moral de aclarar las dudas surgidas en torno a negocios privados de su empresa, supuestamente beneficiada en la construcción de la represa de Itaipú, en la frontera con Brasil y una de las más grandes del mundo.

Tanto la desideologización de la reforma agraria en Brasil como la nueva coyuntura diplomática señalan cambios muy importantes en el cuadro tradicional de América Latina, en especial en el Cono Sur.

Pero los viejos fantasmas persisten y es cada vez más difícil colocarlos nuevamente en el cajón del olvido. (FIN/IPS/cc/dg/ip/96)

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