Un tratado internacional firmado hoy, que dispone el fin de las pruebas nucleares en el océano Pacífico, trajo alivio a la región, pero mientras los países más grandes evalúan los posibles beneficios económicos, los más pequeños aún reclaman compensaciones.
Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña firmaron este lunes los protocolos del Tratado de Rarotonga Zona Libre Nuclear en el Pacífico Sur en una ceremonia celebrada en Suva, capital de Fiji. China y la antigua Unión Soviética los habían suscripto en 1986.
Las pruebas nucleares subterráneas realizadas por Francia en sus dominios de la Polinesia, finalizadas en enero, provocaron una disminución del comercio entre el país europeo y los del Pacífico.
Los isleños afectados por décadas de pruebas nucleares, apoyados por organizaciones ambientalistas incluso de Francia, mantienen la presión sobre París para obtener una compensación por el daño provocado a su salud y el ambiente.
"Que Francia venga y se lleve su suciedad. Mi nación no debería sufrir en haras de la seguridad francesa", dijo a IPS Nelson Ortas, vocero del movimiento por la independencia de Tahití.
"Lo que el Pacífico quiere no es apenas el fin de las pruebas nucleares, sino también una limpieza (de sus efectos) y un programa de compensaciones para el pueblo de Tahití, así como un tratado sobre la eliminación de las armas nucleares", dijo Stephanie Mills, de la filial neozelandesa de Greenpeace.
"Esto es un paso en la dirección correcta. Estamos contentos", dijo Jean-Louis Demarets, a cargo del control de radiación subterránea de la francesa Comisión Independiente para la Investigación e Información sobre la Radiactividad.
Francia afirma que las mediciones en los atolones de Mururoa y Fangataufa, donde se realizaron las pruebas, no revelaron radiaciones peligrosas. Por lo tanto, París sostiene que no es necesario un plan de rehabilitación.
Bruno Barrillot, del Centro de Documentación e Investigación sobre Paz y Conflicto con sede en París, dijo que el control de los atolones por parte de la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU, anunciado por el primer ministro de Francia, Jacques Chirac, no es suficiente.
Barrillot y Demarets cuestionaron la capacidad de la agencia para elaborar un informe imparcial, pues una de sus finalidades es el desarrollo de energía nuclear.
Barrillot manifestó sus dudas sobre la voluntad de mirar más allá de las recientes pruebas nucleares y considerar los efectos de 30 años de pruebas de Francia en el océano Pacífico.
"Es necesaria una misión científica verdaderamente independiente", dijo. En ese sentido, un grupo organizada por iglesias locales, organizaciones no gubernamentales y médicos europeos expertos en radiactividad de bajo nivel comenzarán su trabajo en junio.
Pero Demarets dijo que muchos de los estudios no serán efectivos, pues Francia rechazó la posibilidad de realizar mediciones de radiactividad previos a las pruebas nucleares para comparar los resultados con controles posteriores.
"Lo que surge de la firma del tratado de Rarotonga por parte de Francia es la poca credibilidad de su adhesión en estas condiciones", agregó.
El protocolo, propuesto en agosto de 1985 por los 13 países integrantes del Foro del Pacífico Sur, compromete a las naciones firmantes contra el despliegue, uso o pruebas de armas nucleares en la región. Francia realizó 197 pruebas de su arsenal en la zona desde 1960.
"Francia mantiene sus bases militares en el Pacífico y sus submarinos armados con misiles nucleares parecen en patrullaje constante. Eso está prohibido pro el tratado, y Francia debería respetarlo", dijo Barrillot.
Nueva Zelanda manifestó a mediados de la década del 80, cuando se propuso la firma del tratado de Rarotonga, que el acuerdo prohibiría el paso de embarcaciones o submarinos nucleares por la región.
La firma del tratado por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña impidió el estacionamiento de armas nucleares en Australia, donde el gobierno conservador recientemente electo manifestó su voluntad de permitirlo.
Las operaciones secretas de submarinos armados son frecuentes y sería imposible verificar el cumplimiento del acuerdo en el mar.
De todos modos, los ambientalistas consideraron la firma de este acuerdo como otro paso crucial hacia la firma del tratado que prohibirá las pruebas nucleares, prevista para fines de este año.
"Los que vivimos y viajamos por la región nos sentimos aliviados por la firma del protocolo, que marca el fin de un tenso y agitado período en que fuimos terreno de pruebas nucleares", dijo el presidente dle Foro del Pacífico Sur, Julian Chan, primer ministro de Nueva Guinea.
El primer ministro de Nueva Zelanda, Jim Bolger, reiteró su respaldo a los pedidos de compensación elevados por los indígenas, pero también aprovechó la oportunidad para enmendar los lazos económicos y comerciales con Francia, dañados por las pruebas.
Las relaciones entre ambos países llegaron a su punto más bajo cuando agentes secretos de Francia que intentaban prevenir protestas contra pruebas nucleares bombardearon en 1985 un bote de Greenpeace en Nueva Zelanda, lo que provocó la muerte de un ambientalista. (FIN/IPS/tra-en/kc/ao/cpg/rj/mj/en ip/96)