América Latina, con 60 por ciento de los recursos fitogenéticos del planeta, comienza a erigir un muro institucional ante el despojo de sus semillas desde el Norte.
Durante siglos de vida colonial hubo despojo e intercambio entre el Viejo y el Nuevo Mundo, en una relación desigual que favoreció siempre al más fuerte, al más rico o al más hábil, sin variaciones hasta nuestros días.
El algodón de colores, propio del Perú, ha sido llevado a plantaciones de Estados Unidos sin retribución alguna para quienes lo cuidaron por siglos en el país sudamericano, y está en proceso de lucir patente estadounidense.
Emulo de Indiana Jones o Cocodrilo Dundee, un investigador australiano emprendía el regreso a su país desde la calurosa ciudad de Maracaibo, oeste de Venezuela, cuando llamó su atención la maleza que crecía junto a las pistas del aeropuerto.
Guardó unos manojos en sus bolsillos, y ese germoplasma derivó en "cultivo de verano", propagado en Australia como forraje para la millonaria ganadería en el país-continente.
"Pero si nosotros queremos un pasto nuevo para engordar nuestro ganado, tendremos que importar la semilla y pagar el precio por el desarrollo tecnológico de la variedad", observó a IPS el investigador Antonio Leone, director de desarrollo del Sistema Económico Latinoamericano (SELA).
El SELA apoya que América Latina y el Caribe adopten un foro o mecanismo permanente, para consulta y coordinación sobre el uso y acceso a sus recursos genéticos, un tema que debatirán autoridades de la región en Bogotá la próxima semana.
Esa reunión es preparatoria de la cuarta conferencia técnica internacional sobre recursos genéticos, convocada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, para junio en Leipzig, Alemania.
La conferencia de Leipzig adoptaría un plan de acción sobre la preservación, estudio, acceso y utilización de los recursos de la biodiversidad, y América Latina tendrá allí una oportunidad de oro para imponer el peso de su riqueza vegetal.
"Un solo árbol de la selva de Darién (Colombia) puede tener tanta biodiversidad como toda Suiza", comentó un experto venezolano en derechos de propiedad, Francisco Astudillo.
Los Andes y la Amazonia tienen más de la mitad de especies de flora y fauna del planeta. Hasta ahora, hay registro de 438.000 variedades de plantas de interés económico y social en la región.
Con noción de su riqueza fitogenética, América Latina impulsó la adopción en 1992, en el marco de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Ese convenio reconoció el derecho de los países de origen de la biodiversidad a establecer su soberanía sobre ella, al mismo tiempo que obligaba a su consrevación, con freno a la noción del "libre acceso" a los recursos por Estados o empresas.
"Lo primero es un inventario de recursos, insuficiente y difícil por escasez de recursos", sostuvo Leone, pues "un laboratorio de un país industrializado puede tomar una planta y hacerle un screening (cernido) completo. En la región no abundan tales laboratorios".
Aún si los hubiera, es un proceso costoso. "La investigación que precede el lanzamiento al mercado de un nuevo medicamento extraído de un vegetal puede costar 250 millones de dólares", subrayó Astudillo a IPS.
El experto sostiene que la posición latinoamericana no debe ser ni percibirse como de traba para que sus recursos genéticos se utilicen en provecho de la humanidad "sino como búsqueda de participación en los beneficios".
Apuntando a Leipzig, los latinoamericanos "compartimos con Africa la demanda de que los beneficios del desarrollo genético de nuestra biodiversidad lleguen a las comunidades aborígenes y campesinas que la cuidaron, y al país en desarrollo que la aporta", sostuvo Astudillo.
Insistió en que "no cabe el intercambio con el Norte de biodiversidad nuestra por la suya, porque continuaría el principio que la considera bien de libre disposición por la humanidad. El 'trueque' debe ser de recursos fitogenéticos por tecnología y capital para desarrollarlos".
Como "ejemplo cooperativo", Astudillo mencionó el del laboratorio estadounidense Merck y el Instituto de Biodiversidad de Costa Rica para la búsqueda de recursos en ese país centroamericano, con trabajo y beneficios compartidos.
El Norte seguirá su búsqueda, a partir de sus propios estimados de crecimiento con nuevas metas agrícolas, por ejemplo: hasta el 2005, los cultivadores quieren aumentar en 1,8 toneladas/año por hectárea la producciónn de maíz y en una tonelada anual la de papa.
Leone y Astudillo subrayaron que a partir de sus propias necesidades de alimentación, con casi 200 millones de pobres, los países latinoamericanos deben desarrollar una estrategia que los haga co-propietarios de las variedades genéticas más rendidoras.
El Grupo Andino (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) ha buscado un régimen normativo común para regular el acceso y uso de sus recursos fitogenéticos, y el tema ha prendido en otros de la cuenca amazónica (Brasil, Guyana, Suriname), con impulso desde el Parlamento Amazónico.
"Es importante que los países andinos y amazónicos establezcan normas concordantes para evitar una competencia desleal", pues tienen áreas comunes y semejantes en biodiversidad, dijo Astudillo.
América Latina, con la consigna de "no más semillas gratis", debe dotarse de un plan regional con el que mejore el uso de los recursos fitogenéticos para ayudar a su desarrollo, concluyeron los expertos. (FIN/IPS/hm/jc/dv-sc/96)