Los problemas comerciales bilaterales y la presencia militar de Estados Unidos en Japón serán abordados este viernes por el primer ministro de este país, Ryutaro Hashimoto, en su primera visita al presidente Bill Clinton en Washington.
Este será el primer viaje de Hashimoto al extranjero desde que asumió el cargo en enero. Cuando aún era ministro de Comercio, en 1995, salió bien parado de las ásperas negociaciones sobre comercio de automóviles que asumió personalmente.
Fuentes del gobierno de Japón afirman que esta visita de tres días es la oportunidad para que Hashimoto repare las relaciones bilaterales, tensionadas por disputas comerciales, y establezca lazos estrechos con Clinton antes de que el presidente de Estados Unidos viaje a Japón en abril.
Pero es más fácil decirlo que hacerlo, según los analistas en Tokio. El viaje del primer ministro, decidido en forma repentina, refleja más bien el momento delicado que atraviesa la relación entre los dos países, dijo el comentarista Minoru Tada.
Hashimoto y Clinton deberán discutir el futuro del acuerdo bilateral sobre comercio de semiconductores, que expirará en julio. Japón aspira a que no se renueve el tratado, firmado hace una década, y argumenta que los productos fabricados en Estados Unidos representan la cuarta parte del mercado nipón.
Otro elemento irritante en las relaciones es la presencia militar de Estados Unidos en Japón. Los reclamos a favor de la clausura de las bases en la isla suroriental de Okinawa se incrementaron desde la supuesta violación de una joven japonesa por un soldado estadounidense.
Los observadores perciben la decisión de Hashimoto de viajar a Washington como un intento de reformular el pacto de seguridad entre Japón y Estados Unidos, por el cual se instaló en el archipiélago el mayor contingente militar de la potencia en Asia en 1963, en el clímax de la guerra fría.
El principal desafío de Hashimoto es persuadir a Estados Unidos de que atienda los reclamos de los pobladores de Okinawa y reduzca la presencia militar en la isla aprovechando la desaparición de la Unión Soviética, indicó el diario Tokyo Shimbun.
Las autoridades militares de Japón están de acuerdo con mantener las bases estadounidenses, pues esta presencia contribuye a distender los conflictos económicos, pero se ven forzadas a considerar su reducción por las demandas populares.
En cierto sentido, el acuerdo de seguridad contuvo la animadversión de muchas naciones asiáticas que aún abrigan sospechas del país que colonizó la mayor parte de la región durante la segunda guerra mundial.
Gracias al pacto, la defensa de Japón quedó asegurada bajo el poderío nuclear de Estados Unidos, que permitió al país asiático reconstruir su economía después de su derrota en la guerra. El acuerdo es considerado la columna vertebral de la relación bilateral.
Pero expertos estadounidenses opinan que el pacto, de hecho, distorsiona el equilibrio en Asia en favor de Japón tras el fin de la amenaza que representaba la antigua Unión Soviética, y advierten que, irónicamente, podría generar conflictos explosivos en la región.
Los funcionarios que piensan así urgen a Clinton para que extienda el tratado a una organización regional en materia de seguridad que reconozca los intereses económicos y tecnológicos de cada país participante tanto como sus legítimas preocupaciones militares.
Pero los funcionarios del gobierno y los políticos de Japón desean que el proceso se desarrolle lentamente.
Una de las principales preocupaciones de Tokio es un posible conflicto territorial con Corea del Sur y China, con quienes mantiene contenciosos respecto de islas en los mares del Japón y de China.
La amenaza que Corea del Norte representa en Asia oriental es otra cuestión que Japón no está preparado para enfrentar solo. Los expertos sostienen que ésta es la principal razón por la que Tokio desea fortalecer su alianza militar con Washington. (FIN/IPS/tra- eng/sk/lnh/mj/ip-if/96)