Por lo menos 200.000 niños viven en Haití en condiciones infrahumanas y en situación de servidumbre doméstica, denunció un informe elaborado para la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En su investigación, el experto independiente Adama Dieng, de Senegal, pidió a la sociedad hatiana que luche por proteger a los niños y por eliminar progresivamente "esta práctica ancestral que obedece a consideraciones económicas, sociales y culturales".
Un estudio anterior del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) había estimado que el número de menores involucrados en esa forma de explotación puede ascender hasta 300.000.
El informe de Dieng, miembro de la Comisión Internacional de Juristas, describió que los padres de los niños, que a menudo proceden de las zonas rurales, "los colocan al servicio de familias más acomodadas", por lo general de centros urbanos.
Sin embargo, la Organización del Trabajo (OIT) ofreció otra versión al señalar que "muchas familias pobres venden a sus hijos a familias del medio urbano para trabajar en los servicios domésticos en condiciones próximas a la servidumbre".
El servicio es conocido como "restavek", un término de lengua creole que procede del francés, "rester avec", y significa "permanecer con".
La investigación del experto independiente para la ONU refirió que los padres entregan a sus hijos para evitar el gasto que les ocasiona su mantenimiento y garantizarles un mejor nivel de vida.
La práctica está tan arraigada en la cultura de Haití que se promulgó una ley especial para regularla, recordó Dieng.
La legislación define que el sistema consiste en confiar un niño a una familia que, a cambio de su ayuda no remunerada en tareas domésticas, recibe alojamiento, comida, educación y cuidados.
Pero Dieng comprobó que la supuesta familia de acogida, cuya función original era ocuparse del niño y darle una educación, en realidad explota a la criatura encomendándole todos los trabajos serviles de la casa.
El informe define que "el niño se convierte en un esclavo de la casa, puesto que no es un empleado y debe subvenir a todas las necesidades de la familia en condiciones a menudo deplorables y humillantes".
En observaciones dirigidas hace un año al gobierno de Haití, la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones de la OIT mencionó que "muchos niños estarían sometidos a una explotación física y sexual".
Agregó que "algunas muchachas que habrían sido "vendidas" como criadas siendo ninas no conocen su apellido ni el lugar de residencia de sus familias y no pueden por consiguiente regresar a sus hogares".
La OIT constató que "en la actualidad, muchos niños prefieren vivir en las calles de Puerto Príncipe, sin techo ni alimentos, a llevar una vida de servidumbre y de explotación".
El informe de Deng, que será evaluado por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU a partir del 18 de marzo, consignó que a cambio de su trabajo "el niño no recibe ni cuidados, ni educación ni cariños".
Agregó que 'únicamente se ve maltratado y rebajado en su dignidad y en su inocencia infantil. Para alimentarse sólo tiene derecho a los restos de la comida y generalmente duerme en el suelo".
Un estudio utilizado por el UNICEF para evaluar el problema mencionó casos de menores que no conocen a sus madres porque fueron separados de sus padres naturales a muy corta edad.
La política seguida por la representación de UNICEF en Puerto Príncipe coincide con las recomendaciones de Deng de "realizar una campaña de educación, información y sensibilización entre todos los estratos de la sociedad, tanto acomodados como desfavorecidos".
Mediante programas difundidos por radios y de televisoras del país caribeño se procura sensibilizar a las familias para que den buen trato a los menores.
Los expertos que enfrentan el problema en Haití advierten que la erradicación del "rastavek" será un largo proceso pues una mentalidad no se puede cambiar por ley. "Sería irrealista", afirman.
Organizaciones no gubernamentales, en su mayoría de carácter religioso, se ocupan de la atención de los niños explotados que abandonan las familias de acogida.
UNICEF coopera con esos grupos independientes con el aporte de alimentos, materiales educativos y a veces algunas máquinas pequeñas para producción de bienes sencillos, destinadas al adiestramiento de los menores.
Las organizaciones internacionales y los grupos independientes confían en que la consolidación de la democracia en Haití permitirá prestar mayor atención a las condiciones de semiesclavitud en que viven casi 300.000 menores. (FIN/IPS/pc/dg/hd/96)