Una gran rueda de acero, de 14 metros de diámetro y 1,3 metros de ancho, puede ser la solución energética del futuro cercano, al generar 3,5 megavatios de forma permanente, suficiente para abastecer a una ciudad de 30.000 habitantes, según se expuso en la capital amazónica de Brasil.
Un fluido interno, que se expande por una reacción química en contacto con una tinta, impulsa la rotación que produce la electricidad sin interrupción por al menos cinco años, aseguran ejecutivos de Eletro Roda, una empresa de esta ciudad de Manaus que comercializa el invento y está construyendo su primera unidad de demostración.
“Su instalación cuesta menos de la mitad que una central solar equivalente y ocupa un área de solo 200 metros cuadrados, contra 50.000 metros cuadrados de la solar y 5.000 de la eólica”, comparó a IPS el director y socio de la empresa, Fernando Lindoso.
Es decir, en el área de una central eólica con potencia de 3,5 megavatios (MW) se podrían instalar 25 electro-ruedas, multiplicando por 25 la capacidad generadora.
Además con la ventaja de una generación estable, “sin la intermitencia de otras fuentes”, acotó Lindoso, quien estimó en cerca de cinco millones de dólares el costo de cada unidad de 3,5 MW, un precio que se reduce para proyectos sociales.
Hay interesados en Japón, India, otros países asiáticos, europeos y de Medio Oriente, con base en prototipos anteriores que no llegaron a ser comerciados, informó.
Habrá una versión menor, de un MW, “30 por ciento más barata”, de dimensiones idénticas, pero con tres toneladas del fluido que es biodegradable, en lugar de las cuatro del otro modelo.
Esa fue una de las alternativas presentadas en la Feria y Simposio de Soluciones Energéticas para Comunidades de la Amazonia, que reunió entre el 25 y el 28 de marzo a más de 500 participantes y 39 empresas e instituciones expositoras en Manaus, la capital del estado de Amazonas, en el noroeste de Brasil.
“Mi preferido es el barco solar, un buen ejemplo de cómo buscar soluciones”, comentó Sam Passmore, director del Programa Ambiental de la estadounidense Fundación Charles Stewart Mott, una de las ocho patrocinadoras internacionales del encuentro.
Una alianza por el transporte solar en la Amazonia propone la Fundación Kara Solar, del pueblo indígena ecuatoriano achuar, que desde 2017 construyeron dos embarcaciones impulsadas por la electricidad de placas fotovoltaicas que le sirven de techo. Son barcos para hasta 18 pasajeros.
Kara significa sueño en la lengua achuar y se trata de mantener la cultura sostenible del transporte fluvial, en oposición a “las carreteras que amenazan nuestro territorio, presentadas como si fueran desarrollo”, explicó a IPS durante la feria el coordinador del proyecto, Nantu Canelos.
“Queremos construir 300, 400 barcos solares”, acotó Milton Callera, responsable técnico de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica).
Pobladores ribereños e indígenas brasileños también buscan “solarizar” sus embarcaciones, especialmente las pequeñas, dedicadas a la pesca y al transporte de de pocas personas. El problema es donde poner las placas fotovoltaicas en las llamadas barcas voladoras, sin reducir su velocidad.
Los debates en el simposio, sin embargo, se concentraron la necesidad de universalizar la energía. “Aún hay 500.000 personas, o 100.000 familias, sin acceso a la electricidad en la Amazonia brasileña”, según Paulo Cerqueira, coordinador de Políticas Sociales del Ministerio de Minas y Energía.
El Programa Luz para Todos, iniciado en 2003, benefició a más de 16 millones de personas, según el ministerio, en un país de 208 millones de personas. Pero hasta ahora han quedado excluidas las comunidades aisladas y remotas, donde no llegan los cables de la distribución tradicional.
Hay también millones de familias que sí disponen de electricidad, pero están fuera del Sistema Integrado Nacional, incluso todo el estado de Roraima, en el noreste, con 580.000 habitantes, en la frontera con Venezuela, de donde recibía la mayor parte de la electricidad hasta la crisis de suministro que estalló en marzo en el vecino país.
En las urbes y comunidades aisladas operan principalmente las generadoras a diesel u otros derivados de petróleo.
La consigna para esos casos es sustituir los combustibles fósiles, con un transporte costoso, lento e incierto por los ríos amazónicos, y priorizar las fuentes limpias. La energía solar se presenta como la solución más factible, ya que los vientos no son favorables en un bioma forestal como el amazónico.
La excepción es Roraima, donde los indígenas, numerosos en ese estado, estudian la adopción de centrales eólicas incluso para evitar, también para defenderse de los impactos de la crisis venezolana.
Proliferan en la Amazonia proyectos autonómos de generación solar, en aldeas indígenas y asentamientos ribereños, a veces financiadas por instituciones no gubernamentales y la asistencia internacional, como la de la Agencia Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) y la Fundación Rainforest de Noruega.
En consecuencia, empresas como Fabortec Solar, que instala sistemas fotovoltaicos y vende equipos, se especializaron en diseñar y ofrecer proyectos llamados “off-grid” (fuera de la red), incorporando baterías y equipos que aseguran la operación y el mantenimiento por los propios usuarios.
“El amazónico es un gran mercado para quienes aceptan largos viajes y el trabajo en localidades de difícil acceso”, señaló un técnico de la empresa a IPS.
La expansión de la energía solar en muchas partes de Brasil, no solo en la Amazonia, impulsó a Willi Seilert a diseñar un plan para fomentar mil microfábricas de placas fotovoltaicas por todo el territorio de este país de dimensiones continentales.[related_articles]
Así se podría abaratar el producto y facilitar el acceso de familias y comunidades pobres a la energía solar, además de capacitar, emplear y generar ingresos a cerca de 20.000 personas en el país, estimó.
Para eso fundó el Instituto I9SOL, donde el 9 simboliza innovación.
Una oficina de 50 metros cuadrados, al menos 10 personas capacitadas por dos instructores, una mesa de tapa de vidrio, un horno hogareño y algunas herramientas son suficientes para producir pequeñas placas, sostuvo en diálogo con IPS.
“El principal obstáculo es la importación de células fotovoltaicas, que Brasil no produce y que por una rara medida legal de 2012, tiene que pagar un arancel demasiado elevado”, lamentó.
A eso se suman dos procesos industriales, para procesar el silicio y “el resto es trabajo de empaquetamiento que las personas entrenadas pueden cumplir sin dificultades”, aseguró, antes de recordar que así era y sigue siendo en China e India, lo que brinda empleo a millones de trabajadores, especialmente mujeres.
Su proyecto debe ponerse en marcha en Teófilo Otoni, una ciudad de 140.000 habitantes en el suroriental estado de Minas Gerais, cuyo alcalde piensa emplear en la actividad a prisioneros en cumplimiento de la parte final de su condena, afirmó Seilert.
Más alternativas contribuyen a la energía amazónica. Experiencias con el uso de aceite de babasú (Attalea speciosa), una palmera abundante en la Amazonia y áreas vecinas, y de andiroba (Carapa guianensis), un árbol con semillas oleaginosas, para generación eléctrica fueron detalladas en el simposio.
Railton de Lima, el inventor de la Eletro Roda, que él denominó “motor voluntario para generación de energía mecánica”, también desarrolló un sistema para convertir basura urbana en briquetas de carbón, para generar electricidad, facilitando el reciclaje de metales.
Es una tecnología ya usada en varias ciudades brasileñas, incluso en Manaus. De los 28 inventos de Lima, más de la mitad ya son aprovechados en el mercado, y hay otros con fines energéticos en desarrollo.
La creatividad, que ayuda a buscar alternativas más adecuadas, también ocurre en las comunidades pobres.
“La idea del derecho a la energía es poderosa”, estimula soluciones, comentó Passmore, de la Fundación Mott. En el mismo sentido apunta la diversidad de pueblos y comunidades representadas en el encuentro de Manaus, “un factor muy positivo”, concluyó.
Edición: Estrella Gutiérrez