Fernando García tiene 60 años y migra con su familia a Perú, tras una vida dedicada al pequeño comercio, con negocios que han ido desde la venta de aparatos de telecomunicaciones, como walkie-talkies y otros similares, hasta de alimentación, como pescado o comida elaborada.
Parte de su familia ya se fue a Lima, todos por tierra, como hará él, en un trayecto de 5.600 kilómetros, en que se demora entre seis y siete días. En la capital de Perú están ya su esposa, que ha sido su colaboradora en los pequeños negocios con que han mantenido la familia, su hija (que estudió medicina integral comunitaria, una especie de carrera técnica creada por el fallecido Hugo Chávez, el líder que gobernó el país entre 1999 y 2013 y con el que la familia simpatizó en el pasado), su yerno y sus dos nietas.
Fernando espera en Cúa, una de las ciudades dormitorio cercana a Caracas, a 65 kilómetros de la capital venezolana, donde ha tenido su hogar por años, con su hijo menor a que este termine el liceo, para entonces reunirse con la familia, que ya compró un carrito para vender comida en la calle, comenzando con perritos calientes “al estilo venezolano”.
Con lo que él logre de la venta de enseres y otras pertenencias, su deseo es adquirir un segundo carrito. Su esposa también se ha dedicado a cuidar adultos mayores, mientras todos esperan que llegue Fernando y consoliden el negocio de preparar y vender comida, gracias a su experiencia.
En total, siete miembros de la familia García, de clase media-baja, buscan una nueva vida en Lima.
Fernando García contó a IPS las razones del éxodo, en su vivienda en Cuá. Se cuentan por cientos de miles los que podrían contar historias parecidas.