Nueva brecha abierta en Sahara Occidental

«Este muro es nuevo, estamos construyendo muchos últimamente», explica Ahmed Salem, comandante del Frente Polisario, mientras conduce su vehículo 4×4 por el desierto de Tinduf, en el sudoeste de Argelia.

Pero puede que las medidas de seguridad introducidas recientemente sean insuficientes para proteger a los miles de saharauis refugiados en la zona.

Salem rodea la nueva empalizada de tierra y arena hasta encontrar la entrada a Rabuni, la capital administrativa de los campamentos de refugiados saharauis en Argelia.

Justo donde trabaja incansable una excavadora, un retén gestionado por hombres del Frente Polisario (Frente Popular de Liberación de Saguía al Hamra y Río de Oro) en uniforme de camuflaje controlan el acceso a la localidad.

A escasos kilómetros de la frontera mauritana, este mar de casas de adobe y techo de uralita es lo más parecido a un hogar para más de 200.000 personas. El Sahara Occidental fue víctima de un proceso de descolonización interrumpido en febrero de 1976, cuando España, su potencia colonial, entregó el territorio en manos de Marruecos y Mauritania.
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Desde el alto al fuego en vigor desde 1991, Rabat controla la casi totalidad del territorio, incluida la orilla que baña el océano Atlántico, mientras que una exigua franja oriental permanece bajo control del Polisario.

Allí es donde la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) proclamó su independencia en 1976, un territorio que hoy reconocen 82 países. Desde entonces, el desierto de Argelia ha servido de refugio a casi la totalidad del pueblo saharaui.

"Dependemos totalmente de la ayuda internacional, sobre todo de la que viene de España. No podemos permitir que ocurra otro incidente de este tipo o moriremos de hambre y sed en este desierto", asegura Salem, en referencia al secuestro de tres cooperantes europeos hace siete meses.

Las nuevas medidas de seguridad se antojan draconianas para muchos: toque de queda para extranjeros a partir de las 19:00 horas; escolta militar obligatoria para cualquier desplazamiento por carretera y una red de muros en cuya construcción también participa el ejército argelino, con la instalación de radares y torres de vigilancia.

"Los medios marroquíes no tardarán en difundir que estamos restringiendo las visitas de los extranjeros, pero todo esto es por su seguridad", añade Salem.

Este ingeniero militar graduado en Cuba recuerda que fue precisamente Rabat la que construyó el muro militar más largo del mundo: una obra de más de 2.500 kilómetros ideado por Francia y construido en el Sahara Occidental en los años 80.

Muchos apuntan a que el primer y único secuestro en territorio bajo supervisión del Frente Polisario podría desequilibrar un conflicto que dura ya 37 años.

Los cooperantes españoles Ainhoa Fernández, Enric Gonyalons y la italiana Rosella Urru fueron secuestrados del campamento internacional de Rabuni el 22 de octubre de 2011.

Se trata de una acción que un grupo desconocido hasta entonces reivindicaría semanas más tarde, y por cauces nada habituales. Ali Mohamed Ahmed, trabajador del centro y testigo de la agresión, manifestó a IPS que los asaltantes "no eran de la región sino, muy probablemente, de origen tuareg".

La disminución del número de visitantes extranjeros es patente en Rabuni desde el triple secuestro. Con capacidad para acoger a más de 200 visitantes, durante la visita de IPS al lugar apenas aloja a media docena de ellos.

"Cualquier atentado contra extranjeros, bien sea un secuestro, un explosivo de carretera o una simple agresión física puede traer consecuencias impredecibles para el futuro de los refugiados. Es ciertamente el punto más vulnerable del pueblo saharaui", explica desde el complejo Andoni Berriotxoa.

Este periodista especializado en la zona coordina un proyecto de construcción de pozos de agua en Bir Lehlu, la capital de los territorios saharauis bajo control del Polisario.

Nuevas hipótesis

Altos representantes del Polisario han pedido el cese del alto al fuego durante una conferencia celebrada en el campo de refugiados de Dajla, a 170 kilómetros de Rabuni. Uno de ellos es Salem Lebsir, miembro de la ejecutiva del Polisario y gobernador del distrito, comparte con IPS su visión de los hechos.

"Tanto Al Qaeda como el movimiento tuareg de Mali se desmarcaron desde un principio del secuestro y tenemos razones fundadas para pensar que los secuestradores estaban financiados por Rabat", asegura Lebsir.

Entre otros indicios, fuentes del aparato militar manifestaron a IPS que habían interceptado comunicaciones en las que el día del secuestro, supuestamente, un oficial superior marroquí pedía permitir el paso de dos individuos entre la frontera de Mauritania y Marruecos.

"El número de visitas se han reducido drásticamente en los últimos siete meses pero, además del miedo, también influye la crisis financiera en Europa y sobre todo, en España", matiza Lebsir.

"Sin ir más lejos, el número de niños acogidos en España durante el verano (boreal) se ha reducido a la mitad en el último año. Las familias españolas simplemente no pueden cubrir los gastos", explica.

De vuelta en Rabuni, Jatri Aduh, presidente del parlamento y representante del Polisario en las negociaciones con Marruecos, habla de un conflicto "que ninguna de las dos partes es capaz de ganar".

Asimismo, muestra su decepción ante la inacción de España y de la Organizaciones de las Naciones Unidas (ONU), así como por el apoyo incondicional que Rabat obtiene de Francia.

"Como miembros de pleno derecho de la Unión Africana, asumimos nuestro compromiso con la seguridad en la región y no vamos a escatimar esfuerzos", añade el alto representante político, que evita comentar sobre la supuesta participación de Marruecos en el secuestro.

A pesar de su sólido discurso, Aduh no disimula su preocupación ante la creciente inestabilidad en la región.

En el extremo sur de Argelia y a medio camino entre las fronteras de Mali, Mauritania y el territorio saharaui controlado por el Polisario, las casas de adobe y uralita se hunden sobre una cruce de caminos para el tráfico de drogas, combatientes de Al Qaeda y los rebeldes tuareg del autoproclamado estado islámico de Azawad, en el norte de Mali.

"Los desafíos de cara al futuro más próximo son inabarcables, tanto es así que incuso hemos tendido la mano a Marruecos para colaborar en materia de seguridad. Lamentablemente, por el momento no hemos recibido ninguna respuesta", indica.

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