Más de 1,3 millones de haitianos aún esperan un techo

Rosie Benjamin es una entre las más de 1,3 millones de personas que viven en los 1.354 campamentos para desplazados por el terremoto de enero en Haití.

Residentes del campamento de Sentra Park. Crédito: Haiti Grassroots Watch
Residentes del campamento de Sentra Park. Crédito: Haiti Grassroots Watch

Ella y otras 1.200 personas se encuentran hacinadas en 300 tiendas de campaña y casuchas de plástico en un campo de fútbol de la sureña ciudad de Grand Goave.

Como ocurre en alrededor de 70 por ciento de los campamentos en este país, los residentes de Grand Goave están a su propia suerte. Aparte del suministro de agua, no reciben nada del gobierno ni de organizaciones de ayuda humanitaria. No hay comida, no hay empleos y no tienen noticias sobre su futuro.

«Fuimos al municipio pero no pudimos saber nada. Fuimos a (la organización) Terre des Hommes, pero nada», se quejó Benjamin. «Hasta ahora no hemos recibido nada. Estamos aquí sentados sin saber lo que están pensando» hacer.

Benjamin y sus vecinos viven del dinero que envían sus familiares en el exterior, comparten la comida y, cada tanto, reciben trigo bulgur o aceite vegetal de alguna organización no gubernamental (ONG), pero eso es todo.
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Algunos niños y niñas, muchos de los cuales no irán a la escuela este año, presentan una pigmentación anaranjada en el cabello.

Consultada sobre esta obvia señal de desnutrición, Deborah Hyde, del Grupo de Refugio –equipo con mandato de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para coordinar la tarea de dar albergue a los afectados— dijo que la mayoría de las iniciativas de distribución de alimentos de las ONG se detuvieron en marzo por orden del gobierno haitiano.

«La desnutrición es algo que, lamentablemente, ha estado aquí desde los años 80», añadió.

Hyde sostuvo que muchos residentes contaban con otro lugar donde vivir, o podían encontrar uno, pero preferían quedarse en el campamento. «Para ser franca, tienen miedo de perder una (eventual) distribución» de comida o ayuda, dijo.

Pero Benjamin y sus vecinos aseguran que nada podría estar más alejado de la verdad. Algunos residentes tienen su propia casa, pero no cuentan con medios para sacar los escombros dejados por el terremoto o reconstruir las partes destruidas. Otros son inquilinos.

Benjamin, como casi dos tercios de los haitianos, alquila su vivienda. Eso significa que no podrá volver a ella hasta que el propietario haga las reparaciones.

Esta mujer asegura que nadie está en el campamento por elección propia. Y no sería extraño, considerando los informes sobre un creciente número de delitos, casos de explotación sexual y condiciones de vida insalubres en el refugio.

La mayoría de los haitianos afectados por el sismo del 12 de enero se encuentran hoy en el mismo lugar que el día posterior a la tragedia, a pesar de las donaciones recibidas por las agencias humanitarias, tanto de parte de privados como de gobiernos.

El terremoto, de siete grados en la escala de Richter, mató a unas 300.000 personas y devastó la capital y otras importantes ciudades haitianas.

Los desplazados viven hacinados en tugurios de cartón, lonas y plástico, expuestos al ardiente sol y a frecuentes tormentas en las infames temporadas de lluvias de Haití.

El mes pasado, una tormenta azotó a Puerto Príncipe, matando a seis personas y destruyendo 8.000 tiendas de campaña.

El aparente estancamiento de los esfuerzos para reubicar a los afectados llevó a muchos residentes como Benjamin a asumir que no había planes concretos para ellos. Pero sí los hay.

Una investigación realizada durante tres semanas por el grupo Ayiti Kale Je/Haiti Grassroots Watch, dedicado a vigilar los esfuerzos de reconstrucción, descubrió uno. Sin embargo, no ha sido divulgado al público, está mal coordinado y no es supervisado por ningún ministerio haitiano.

Elaborado por agencias de la ONU y grupos de la sociedad civil, el plan está conformado por tres partes: llevar de regreso a un grupo de los afectados a sus barrios de origen pero en casas mejor construidas y ubicadas, convencer a otros de que se muden al campo, y colocar al resto en nuevas viviendas en otros lugares.

En el papel, el plan parece sólido. Mientras se construyen las nuevas estructuras, se colocaría a las familias en refugios transitorios, de madera o plástico.

Pero el plan afronta muchos desafíos, incluyendo el hecho de que, hasta ahora, el gobierno todavía no lo ha aprobado oficialmente.

Gehard Tauscher, coordinador de refugios en Haití, dijo que la falta de conexión y participación a nivel nacional es el principal obstáculo, e indicó que deseaba que «todos los estratos del gobierno se unieran y hablaran con una sola voz».

«Desearía que los encerraran en un bello lugar por un fin de semana –a la ONU y al gobierno nacional—y no los dejaran salir hasta que tomaran decisiones», afirmó.

Pero hay muchos otros escollos. Casi todos los pasos del plan parecen difíciles, sino imposibles de implementar.

Hay más de 300.000 familias que necesitarían refugios temporales, pero las agencias y las ONG planean construir apenas 135.000. Tampoco está claro dónde se ubicarían. Esto lleva a otro inconveniente: el «problema de la tierra» de Haití.

El sistema de tenencia de tierras en este país «es un burdel, un completo desorden que tiene ya 200 años», dijo Bernard Etheart, director del Instituto Nacional de Reforma Agraria.

Desde la independencia haitiana, en 1804, muchos gobernantes han robado, vendido o regalado tierras a familiares o aliados. Muchos «propietarios» no cuentan con los títulos correspondientes, y otras parcelas tienen dos o tres dueños con papeles «legales».

Además del problema de la tierra existe otro obstáculo, bastante literal: se estima que hay entre 20 y 30 millones de toneladas cúbicas de escombros en la capital y en pequeñas ciudades afectadas. Según expertos, tomará años removerlos.

* Lea la serie completa, vea los vídeos que la acompañan y escuche los audios en Haiti Grassroots Watch – http://www.haitigrassrootswatch.org. Ayiti Kale Je/Haiti Grassroots Watch es una iniciativa de colaboración de dos organizaciones de medios comunitarios haitianos: Groupe Medialternatif/Alterpresse (http://www.alterpresse.org/) y la Sociedad para la Animación de la Comunicación Social (SAKS – http://www.saks-haiti.org/), junto a la red de radiodifusoras comunitarias de mujeres (REFRAKA) y la Asociación de Medios Comunitarios Haitianos (AMEKA).

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