DESAFÍOS 2008: Sierra Leona ante una batalla diferente

Durante muchos años, la economía de Sierra Leona dependió fuertemente del sector minero, en particular de los diamantes. Pero la brutal guerra civil que entre 1991 y 2000 devastó este estado del occidente africano perjudicó seriamente esta actividad.

Siete años después de haberse declarado el fin de la guerra, el país todavía se esfuerza por reactivar su economía de antaño, pese a los elogios del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) por sus progresos durante la transición post-conflicto.

Antes de la guerra civil, Sierra Leona ganó divisas extranjeras con materias primas agrícolas como cocoa, café, nuez de palmera, caucho y jengibre, entre otras. Hoy la situación cambió drásticamente, y sólo la cocoa aparece como una exportación significativa, junto con exportaciones de garri (harina de mandioca), aceite de palma y arroz al resto de la región.

Según los expertos, Sierra Leona posee los recursos necesarios —tierra arable, agua y clima— para convertirse nuevamente en un exportador agrícola, pero la guerra civil golpeó de modo desastroso a un sector ya débil.

Ahora, la infraestructura está arruinada, hay una pobreza rural crónica e inseguridad alimentaria, y el sector privado parece carecer de la confianza para acometer inversiones a largo plazo. La guerra también aceleró el éxodo de hombres jóvenes desde la agricultura, generando escasez de recursos humanos en las áreas rurales.

El nuevo presidente de Sierra Leona, Ernest Bai Koroma, es consciente de la urgente necesidad de revitalizar la economía, como pudo notarse en su discurso de asunción, a comienzos de octubre.

"Mi gobierno, con la participación del sector privado, mejorará la productividad agrícola proveyendo de los necesarios insumos agrícolas, alquiler de maquinaria y servicios de extensión agrícola a los cultivadores", dijo entonces.

"También alentaremos un viraje de la agricultura de subsistencia a la agricultura comercial. La producción de cultivos comerciales es un importante componente del compromiso general de mi gobierno para robustecer la economía nacional", declaró.

Aunque el sector minero puede ser más importante en términos del valor de las exportaciones, los beneficios económicos de las exportaciones agrícolas podrían ser más amplios. Según cifras del Ministerio de Agricultura y Seguridad Alimentaria, la agricultura contribuye con alrededor de 45 por ciento del producto interno bruto del país.

También se calcula que 75 por ciento de la población está directa o indirectamente involucrada con la agricultura. Para algunos, esto significa que el desarrollo de las exportaciones agrícolas será crítico para mejorar los medios de vida rurales, al hacer ingresar a comunidades agrícolas a la economía de mercado.

La cocoa y el café son, históricamente, los dos principales cultivos comerciales. También se exporta aceite de palma a países vecinos. Datos disponibles del Ministerio de Comercio e Industria sugieren que alrededor de 67.000 hectáreas se dedican al café, 42.000 hectáreas a la cocoa y 18.000 hectáreas a palma aceitera.

Además, hay una cantidad sustancial de tierras en la producción de palma aceitera de pequeños agricultores, tal vez 32.000 hectáreas. Casi toda la producción actualmente tiene lugar en plantaciones de minifundistas que ocupan, en promedio, entre una y 2,5 hectáreas.

Sin embargo, muchos de los huertos son antiguos y la guerra causó un amplio abandono, del cual es testigo la producción ínfima de café. Alrededor de 85 por ciento de la cocoa es cultivada en los orientales distritos de Kenema y Kailahun.

La distribución de la producción cafetalera es similar. La de palma aceitera es mucho más amplia.

La agricultura enfrenta una montaña de restricciones. Cada faceta de la operación en el país está plagada de corrupción. El país se ubica como el quinto más corrupto del mundo, según la organización Transparencia Internacional.

Como ejemplo, el ex ministro de Agricultura Harry Will aparentemente se embolsó 1,5 millones de dólares que estaban destinados a la compra de semillas de arroz para los productores rurales en 1997. Según registros de la Suprema Corte, Will fue condenado pero sólo tuvo que pagar una multa de 180 dólares.

Comerciantes y agricultores enfrentan problemas básicos, como tener que depender de la transmisión oral de la información del mercado en lo relativo a los precios, estándares y falta de acceso al mercado. Por ejemplo, los cultivadores tienen poco o ningún conocimiento del precio que tienen en el mercado mundial la cocoa y otros cultivos de exportación.

Además, la tecnología es necesaria para producir y procesar arroz, mandioca, palma aceitera, castañas y otros productos. Los remanentes de esa tecnología son evidentes en el equipamiento herrumbrado, quemado y destartalado que se encuentra abandonado en todas las zonas rurales.

"Lo que se necesita es sistemas de distribución para hacer disponible este equipamiento, brindar acceso a servicios y a partes sueltas y darles a los productores y procesadores los medios financieros para comprarlos o arrendarlos", dijo a IPS Morie Lamin, comerciante de cocoa y café en el oriental pueblo de Kenema.

Lo mismo vale para los insumos. Más que a través de proyectos no gubernamentales y financiados por donantes, casi no hay disponibles fertilizantes, productos químicos y otros insumos agrícolas fuera de Freetown.

El desastroso estado de las carreteras en el interior no sólo impacta directamente en el costo de comercialización de los productos agrícolas, sino que también tiene consecuencias indirectas significativas al agregarse al costo y la dificultad de suministrar alimentos e insumos agrícolas en las áreas rurales.

La cantidad de tiempo que lleva hacer que los productos e insumos lleguen y salgan del mercado se resta al tiempo que de otro modo podría usarse para cultivar con fines comerciales.

Antes del estallido de la guerra civil en 1991, los créditos agrícolas subsidiados estaban disponibles a través de bancos especializados, proyectos y otras instituciones. Estos créditos generalmente eran racionados e iban, de modo desproporcionado, a grandes productores y procesadores.

Buena parte de ellos nunca fueron devueltos. El resultado fue un colapso de estas instituciones y una reestructura del sistema bancario en base a principios financieros más sólidos. Hoy este sistema es relativamente sólido, pero los créditos son escasos y caros. Están más allá del alcance de la mayoría de los emprendimientos rurales, que necesitan acceso a las finanzas para modernizar la agricultura.

Con pocos créditos disponibles para los agricultores, se suscita la pregunta de cómo se puede esperar que inviertan en la plantación de cocoa, palma aceitera y castaños, que son inversiones a un plazo relativamente largo.

Aunque la situación financiera en las áreas rurales fuera mucho mejor, la mayor parte de este crédito sería capital de trabajo para los comerciantes y tal vez un poco de crédito a mediano plazo para unos pocos grandes productores.

Pese a estos inconvenientes, las cifras del Ministerio de Finanzas y Desarrollo revelan que la economía del país registró cierto crecimiento en los últimos años, impulsada por remesas e inversiones de la comunidad de expatriados de Sierra Leona, selectas inversiones en minería —especialmente en rutilo y bauxita— y por la asistencia extranjera.

Buena parte de este crecimiento se concentró en los sectores de la agricultura informal, la pesca, la minería y los servicios, que constituyen la mayor parte de la economía.

Durante una visita a Sierra Leona el año pasado, el ex presidente del Banco Mundial Paul Wolfowitz elogió la recuperación post-conflicto del país, calificándola de exitosa. El FMI se hizo eco de esto, diciendo que "Sierra Leona viene haciendo buenos avances hacia asegurarse la estabilidad macroeconómica".

Sin embargo, falta ver si el proclamado progreso económico puede transformar y mejorar las vidas de los pobres de Sierra Leona.

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