COMERCIO-KENIA: Artesanías libres de mala conciencia

Los principios del comercio justo se distribuyen con equidad entre cientos de artesanos que trabajan para una tienda de la capital de Kenia orientada al turismo y las exportaciones, la única de este país sediento de oportunidades.

Es temprano en la mañana, y bulle de actividad la Tienda Undugu de Comercio Justo, en un centro comercial suburbano de Nairobi. Además de los pocos keniatas, están los turistas con sus obvias vestimentas safari, pantalones y camisas de color caqui y el infaltable sombrero que usan hasta bajo techo.

No se resisten a tocar las bellas tallas en piedra saponita, probarse los coloridos collares y aretes y elegir entre la variedad de bolsos en cuero y telas. "Adoro esta tienda y sé que ayuda a mejorar la vida de gente marginada", dice Christine Cahalan, misionera que eligió hace dos años a Kenia como su hogar.

"Las artesanías que se venden están bellamente hechas. Compro cosas para mí y para mis amigos que vienen del extranjero", dice Cahalan.

Susan Mathai, una abogada keniata, explica que los términos "undugu" y "comercio justo" en el cartel de entrada, la atrajeron cuando vino por primera vez, hace varios años.

"Undugu significa hermandad y solidaridad", dice y agrega: "Me gusta la idea de que las cosas que se ofrecen en este establecimiento estén de acuerdo con los valores del comercio justo". Ellos son transparencia y rendición de cuentas, pago justo y adecuado, equidad de género y fortalecimiento organizativo.

Pero la tienda Undugu es la única de Kenia. Según Fredrick Masinde, administrador general de la Unidad de Comercio Justo Undugu, es probable que sea la única de África certificada por la Federación Internacional de Comercio Alternativo (IFAT, por sus siglas en inglés).

El almacén es apenas uno de los proyectos de la Sociedad Undugu de Kenia (USK, por sus siglas en inglés), creada hace más de 30 años como un programa para ayudar a los niños de la calle por el sacerdote católico holandés Arnold Grol.

El trabajo con niñas y niños de la calle sigue siendo una de las actividades centrales de USK, pero el programa también incluye educación y capacitación, así como un proyecto de empoderamiento de la comunidad.

En toda Kenia, unas 800 familias, con un promedio de siete miembros cada una, viven de la Tienda Undugu de Comercio Justo. Además, actividades relativas generan otros cientos de beneficiarios. Al hablar con algunos de los artesanos proveedores de la tienda resulta claro que el proyecto ha mejorado sus vidas.

Mama Salome Oendo, de 53 años, se unió a Undugu hace 20 años. "Yo tenía un pequeño negocio donde vendía objetos en piedra saponita. Un día, una mujer de Undugu vino y compró algunas de mis piezas para llevar a Nairobi. No creí que la fuera a ver de nuevo, pero volvió la semana siguiente e hizo un pedido grande, y desde entonces trabajo constantemente para Undugu", rememoró.

"Gracias al dinero que gano vendiéndole a Undugu he podido pagar la educación de mis cuatro hijos, incluso uno pudo asistir a la universidad", agregó.

Ella recibe el dinero de las ventas directamente de la organización, eliminando los intermediarios que pagan una miseria y revenden a precios exorbitantes.

Ben Oreni, de 38 años, y Siango Masese, de 41, son proveedores de artesanías en saponita, y Oreni también vende objetos en piedra pómez. Ambos afirman que sus vidas han mejorado desde que iniciaron su relación con Undugu.

Oreni, oriundo de Nakuru en el Gran Valle de Rift, y Masese, del pequeño pueblo de Tabaza, a unos 400 kilómetros de Nairobi, se encuentran a menudo en talleres de Undugu, algunos de ellos en la capital.

Ambos crecieron anhelando algo mejor para sus vidas.

"Yo no fue muy pobre en mi infancia, pero usted sabe como son las cosas. Los niños siempre quieren ser más que sus padres", dice Oreni. "Una de mis metas era tener una casa con cimientos. Y gracias a Undugu lo logré", añade.

Masese también pudo acceder a una vivienda estable y costear el servicio de salud para su esposa y sus cuatro hijos. De acuerdo con Masinde, a los miembros de la red de proveedores tienen un ingreso mensual seguro de unos 350 dólares. En un país donde más de 50 por ciento de la población vive con menos de un dólar al día, esta suma es una fortuna.

"La cifra varía dependiendo del mercado. Como exportamos la mayoría de las artesanías, muchas veces debemos cumplir con grandes pedidos. Si recibimos uno de éstos, los proveedores ganan más", explica Masinde.

La tienda tiene una facturación anual de unos 468.000 dólares. La mayor parte de los ingresos provienen de las exportaciones a la Unión Europea y Estados Unidos.

Existe la expectativa de que la demanda de exportaciones crezca, lo cual aumentaría los ingresos. Es por ello que, "a través de nuestros talleres de capacitación y diseño, enfatizamos en que los artesanos piensen en términos del mercado internacional", afirma Masinde.

"Hacemos mucha investigación para asegurarnos de que estamos captando lo que quiere el mercado externo. Estas ideas son trasmitidas a los artesanos, de modo que estén aptos para desarrollar artículos que compitan internacionalmente. Hay una competencia reñida, por eso debemos estar al día con la demanda", puntualiza.

Del dinero que Undugu paga a los artesanos, éstos remuneran a sus empleados. Alex Mutua, de 49 años, un tallador de madera del costero pueblo de Mailini, dijo que tiene tres trabajadores contratados de manera permanente.

Juliana Katunge, una artesana de la madera y del cuero, además de joyera oriunda de Nairobi, afirma que emplea a cinco personas. Cuando hay mucho trabajo, tanto Mutua como Katunge contratan trabajadores temporales.

"Me siento orgullosa de poder ayudar a otra gente", afirma Katunge. "Me encanta que Undugu desarrolle periódicamente talleres. Los diseñadores nos ayudan con nuevas ideas y la interacción con ellos es para mí una fuente de inspiración". A los artesanos les gusta trabajar junto con sus empleados. "Esta es mi vestimenta de ciudad", dijo Oreni mostrando sus pantalones elegantes y brillantes zapatos negros. "Cuando estoy en Nakuru siempre visto overol. Constantemente estoy cubierto de polvo de las piedras. Parezco un fantasma. Antes de tener el pan sobre la mesa, tienes que trabajar con tu gente".

Mutua afirma que aunque la mayor parte de sus ingresos provienen del trabajo que hace para Undugu, la organización no pide exclusividad. "La mayoría de nosotros tenemos otros clientes. Esto es bueno porque cuando hay un descenso en los negocios de Undugu, podemos vender nuestros productos a otros".

A pesar de que los artesanos tienen en alta estima a Undugu, casi todos se quejan de que no siempre disponen de suficiente dinero en efectivo para comprar los materiales cuando llegan los pedidos. Preferirían recibir adelantos para adquirir los insumos.

"Estamos conscientes del problema", dice Masinde. "Estamos buscando una solución. Nuestros clientes internacionales a menudo pagan tres o cuatro meses después de despachada la mercancía. Por mucho que queramos pagar por adelantado, simplemente no es posible en esta etapa".

La tienda de comercio justo también afronta otro desafío: la creciente demanda de empleo. "Muchas de las familias que han trabajado con nosotros durante años tienen hijos mayores. Algunos de ellos no logran encontrar trabajo aun cuando hayan ido a la universidad, y piden ayuda a Undugu", explica Masinde.

"Este es un problema, ya que no siempre hay suficiente trabajo. Sin embargo, estamos buscando soluciones. Es obvio que debemos crecer, pero tenemos limitaciones financieras. Necesitamos hallar ideas creativas y encontrar nuevos mercados", puntualiza.

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